Las primeras traducciones de Kafka al español fueron iniciativa de José Ortega y Gasset que –siempre atento a la producción en lengua alemana– publicó en los años veinte las primeras versiones a una lengua extranjera de las narraciones del escritor checo. En su entonces joven 'Revista de Occidente' vio la luz el texto esencial de 'La metamorfosis', en dos entregas en 1925, y 'Un artista del hambre' dos años más tarde, en 1927.
Esta trascendental versión de la historia de Gregor Samsa, hasta ahora no valorada en toda su dimensión –«una traducción anónima que andaba por ahí», la llamará Borges –, tiene un valor singular por cuanto significó una aportación pionera para la difusión de la obra de su autor tanto en Europa como en América, adelantándose en tres años a la primera versión francesa y en doce a la traducción inaugural en la lengua inglesa. El primer escritor francés que recibe la influencia de Kafka, Henri Michaux, lo hace a través de esta versión española de 'Revista de Occidente', tal como él mismo reveló.
Sin embargo, es habitual hablar de las vías francesa y americana para explicar la penetración de Kafka en las letras hispánicas, cuando es la vía española, esa temprana y muy correcta traducción de 'La metamorfosis', la que dio a conocer en Francia y en todo el continente americano el original y angustioso universo del praguense.
El gran enigma es la identidad del misterioso traductor de la 'nouvelle' publicada por Kafka en la revista 'Die Weiben Blätter', en 1915. Como era habitual en 'Revista de Occidente', esta traducción vio la luz de forma anónima por lo que recibió las más variadas atribuciones, desde Galo Sáez a Margarita Nelken. Durante mucho tiempo fue atribuida a Jorge Luis Borges, hasta que el autor de 'El Aleph' confesó que no sabía tanto alemán como para haber hecho aquella traducción.
También se ha sugerido el nombre del que no dudo en afirmar que es el único posible autor de esta versión pionera: el gallego Ramón María Tenreiro. Sin embargo, incomprensiblemente, los especialistas, desde López Campillo a Juan Fló o Domingo Ródenas, rechazan tal hipótesis basándose en un argumento algo peregrino que, al contrario, debería haber servido para afianzar la certeza de que Tenreiro era el auténtico conocedor de la literatura de Kafka capaz de traducirlo impecablemente a la lengua de Cervantes, como así lo hizo. Se trata de la interesante reseña que dedicó sobre 'El proceso' y 'El castillo', en 1927 y también en 'Revista de Occidente', el diplomático y traductor coruñés, quien habría interpretado esas narraciones póstumas sin demasiado entusiasmo, como si los deprimentes infiernos burocráticos que configura Kafka invitasen al optimismo de cualquier mortal. Como no podía ser de otra manera, Tenreiro transmite la impresión de «pesadas pesadillas, llenas de oscuridad y congoja», que le producen esas dos novelas inacabadas.
La crítica rechaza la autoría de Tenreiro por una supuesta falta de empatía con la novelística kafkiana, sin argumentos de mayor peso, como si traducir supusiese sentir necesariamente un embelesamiento por la obra traducida, sea cual sea su tono y contenido. En tal caso, tampoco Alexandre Vialatte habría dedicado su vida a traducir al francés la obra integral de un autor al que considera sibilino, atormentado, acomplejado y aplastado por la angustia y la culpa.
Esa ceguera inexplicable ha impedido ver quién se ocupaba en 'Revista de Occidente' de la literatura alemana y quién era su más autorizado traductor en la época. Ya unos meses antes, en febrero de 1925, publica el gallego una reseña de dos novelas alemanas, una de ellas de Max Brod. Institucionista y krausista, discípulo de Giner e íntimo de Azaña, Ramón María Tenreiro traduce del alemán cuatro obras de Goethe, otras tantas de Stefan Zweig, la tragedia 'Los Nibelungos' de Hebbel o los cuentos de Wilhelm Hauff. Era considerado, pues, traductor prestigioso de la mejor literatura alemana, muy cuidadoso en su trabajo y muy fiel al original, de forma que sus traducciones no dejaron de reeditarse a lo largo de todo el siglo XX, sin perder su vigencia, tal como ocurrirá con su versión de 'La metamorfosis'.
Esta traducción fue reproducida, en los años treinta, en la bonaerenses revista 'Sur', de donde pasará a la editorial Losada junto con otras obras de Kafka vertidas también tempranamente al español en la publicación de Ortega y con otros textos breves, adjudicándose desde entonces la autoría de la traducción del conjunto a Borges, impostura que quedará perpetuada en las numerosas ediciones posteriores, con la aquiescencia cómplice del escritor argentino. El autor de 'Ficciones', en efecto, tardó en aclarar el equívoco de estas versiones que serían para la crítica –bastante despistada, por cierto– profundamente borgianas, contra todo pronóstico y contra todo parecido lingüístico y estilístico con su propia obra de aquellos años.
Esta misma temprana versión de 'Revista de Occidente' es la que leyó el portorriqueño Ángel Flores, a quien impactó tan hondamente que se convirtió en el máximo difusor de la obra y la vida de Kafka en los Estados Unidos, gracias tanto a su fascinación por el checo como por el trato directo con su círculo íntimo, pues Flores logró establecer contacto con los amigos personales de Kafka, emigrados a los Estados Unidos.
«Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto». Así suena uno de los más célebres inicios de novela en la traducción de Tenreiro, más cercana al original que, por ejemplo: «Cuando, una mañana, Gregor Samsa se despertó de unos sueños agitados, se encontró en su cama convertido en un monstruoso bicho», de la edición de 'La transformación' en Galaxia Gutenberg, que se permite, en mi opinión, libertades y soluciones mucho menos adecuadas a la estilística del castellano.
Una comparación detenida entre otras traducciones de Tenreiro y esta versión de 'La metamorfosis' revela coincidencias significativas: el uso continuo de largas perífrasis para amoldarse al original alemán, aunque no resulten muy naturales en español; la posposición de los pronombres personales, rasgo de época que es otra coincidencia evidente, así como el uso del término harto con valor adverbial; algunas elecciones léxicas muy personales como, por ejemplo, usar el término 'pillo' frente a pícaro o golfo, 'pupitre' en lugar de mesa del despacho o el adjetivo 'lindo' frente a otros sinónimos más corrientes. Todo ello desvela, un siglo más tarde, el enigma en torno a la primera y trascendental traducción de la obra fundamental de Kafka a una lengua extranjera, la lengua de Cervantes.
José María Paz Gago es catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada.