La vía rápida de la energía limpia

La transición global de los combustibles fósiles con emisiones intensivas de carbono a energías renovables más limpias y más confiables como la energía eólica y la energía solar ya está en curso. Pero el gran interrogante –para los años 2020 y después- es con qué rapidez se desarrollará este proceso. Una transición lenta implicaría que los actores convencionales en el sector energético sigan floreciendo y así, casi con certeza, no cumpliríamos con las metas de reducción de las emisiones plasmadas en el acuerdo climático de París de 2015. Pero si la transición es rápida, esos actores convencionales experimentarán diversos grados de disrupción –el precio de que las metas de París sigan siendo alcanzables-. Hoy por hoy, ambos escenarios son posibles y representan dos caminos que tenemos por delante.

En un nuevo informe para el Consejo de Futuro Global sobre Energía del Foro Económico Mundial, quienes suscriben hemos identificamos cuatro áreas clave que determinarán qué camino tomamos. La velocidad de la transición energética ofrece evidencia convincente de que la transición es acelerada y de que todos los participantes en el sistema energético global –vale decir, todo el mundo- deben empezar a prepararse.

Un área donde los escenarios gradual y rápido divergen es la adopción de energía renovable. ¿Cuándo las energías renovables empezarán a desplazar a las convencionales? Para los mercados, el momento clave se producirá cuando las renovables representen todo el crecimiento en la oferta de energía, así como el crecimiento en la oferta de electricidad. Eso, muy probablemente, sucederá a comienzos de los años 2020, mucho antes de que los combustibles fósiles pierdan su participación dominante en la oferta de energía total. En la medida que las energías renovables se conviertan en las principales industrias de crecimiento en el sector energético, los mercados financieros cada vez más reasignarán el capital en consecuencia.

Una segunda área tiene que ver con la innovación en tecnología energética, y si el crecimiento en las nuevas aplicaciones es lineal (el escenario gradual) o exponencial (el escenario rápido). La energía solar y la energía eólica ya son más económicas que los combustibles fósiles a la hora de generar electricidad, y los vehículos eléctricos están cerca de desafiar en precio a los autos con motores de combustión interna. La evidencia sugiere que las barreras para el crecimiento de los vehículos eléctricos en el futuro previsible son solubles. Es más, es inminente que se produzcan nuevas olas de innovación, en forma de tecnologías incipientes, pero ya viables, como la energía de hidrógeno verde. Los precios de las energías renovables probablemente caigan muy por debajo de los de las fuentes de energía convencionales –y que lo hagan rápido-, lo que conduciría a un crecimiento exponencial de la energía verde.

Una tercera área es la política pública. ¿La formulación de políticas seguirá siendo cautelosa o se volverá más dinámica y ambiciosa en tanto las nuevas tecnologías creen oportunidades para mejorar el diseño y el funcionamiento de los mercados? La inercia es una fuerza poderosa y las políticas existentes han sido limitadas en su alcance. Pero la historia nos enseña que existen puntos de inflexión: una vez que se produce un cambio genuino, tiende a ser adoptado rápidamente en forma generalizada –como es el caso de las leyes que prohíben fumar en espacios cerrados.

Dado que las nuevas tecnologías ya están ofreciendo mejores soluciones para las necesidades energéticas de los consumidores, los responsables de las políticas inevitablemente responderán a las demandas de sus electores. Una vez que suficientes políticos reconozcan que la transición energética no es costosa, y que en verdad impulsará la competitividad (reduciendo así los precios), actualizarán las reglas que gobiernan los mercados de energía para dar paso al cambio que ya está en marcha.

La última área clave son los mercados emergentes, que podrían seguir el camino de los combustibles fósiles de los países desarrollados o dar un salto a tecnologías energéticas más nuevas. Países como China y la India sin duda necesitan generar mucha más energía para sus ciudadanos y hay casi mil millones de personas en todo el mundo que todavía no tienen acceso a la electricidad. Pero eso no significa que los países emergentes y en desarrollo tengan que optar por combustibles fósiles de altas emisiones. De la misma manera que los teléfonos móviles tornaron irrelevante la telefonía de línea fija en gran parte del mundo en desarrollo, las energías renovables cada vez más asequibles pueden convertirse en la primera opción obvia para generar energía.

Desde nuestra perspectiva, la evidencia claramente apunta a una transición energética rápida en los años próximos. El peligro es que los principales actores –ya sea los responsables de las políticas como los inversores- confundan en qué camino estamos hoy y tomen decisiones erradas. Si fuera así, todos tendremos que soportar los costos de activos de alto consumo de carbono varados y malas inversiones en tecnologías obsoletas. Peor aún, todos habremos perdido una oportunidad temprana de alcanzar la sustentabilidad y minimizar el riesgo de un clima catastrófico.

Todos –desde las nuevas empresas de tecnología innovadoras hasta las empresas energéticas convencionales y los funcionarios de gobierno- tienen un papel que desempeñar a la hora de determinar qué camino tomamos. Si los actores reconocen el ritmo rápido de la transición energética global que ya está en marcha y abrazan el cambio, todavía podemos alcanzar las metas de París y tener un planeta que nos permita a todos prosperar.

Kingsmill Bond is the New Energy Strategist for Carbon Tracker. Angus McCrone is Chief Editor of Bloomberg NEF. Jules Kortenhorst is CEO of Rocky Mountain Institute.

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