La 'victoria' del PNV

Desde hace años, los grupos nacionalistas en Euskadi vienen recurriendo al tópico del 'déficit democrático', unas veces porque respecto de la Constitución del 78 aprobada no se contabilizan a posteriori las abstenciones como votos negativos, otras porque no se pone en marcha la autodeterminación en pos de una independencia que sólo apoya un tercio de los vascos o, más recientemente, porque han sido ilegalizadas aquellas formaciones inequívocamente dependientes de ETA. Acudiendo a la expresión tan del gusto del lehendakari en funciones, por infringir esa regla de oro de la democracia que impide 'condenar las ideas', como si la justificación del terrorismo o su exculpación más o menos torticera fuesen 'ideas' y, Patxi López dixit, hubiera una sola idea política, comprendida la expresión más rotunda de independentismo, que estuviera proscrita en Euskadi.

Hasta ahora sabíamos que efectivamente existía un déficit democrático en la CAV, pero esto no venía de las leyes y de las instituciones, sino de la espada de Damocles representada por las acciones terroristas a todos los niveles, que limitaban seriamente tanto la posibilidad de una vida normal de todos los ciudadanos como el derecho a la seguridad de quienes abiertamente dejaran ver su no pertenencia al círculo de los amigos (casi siempre no nacionalistas, a veces demócratas nacionalistas). Vivir en Euskadi, sobre todo en la Euskadi rural, o siendo vasco fuera de Euskadi con el sambenito de pertenecer al círculo de los enemigos, ha equivalido a temer de modo razonable por la propia supervivencia. Todos nos hemos acostumbrado a ello, pero la 'democracia escoltada' es evidentemente una forma inferior de democracia, algo que el Gobierno vasco y el PNV han venido ignorando de modo consciente, cubriéndose en los últimos tiempos con la atención a las víctimas (complementada con otra atención, incluso presupuestaria, al 'sufrimiento' de quienes expían sus delitos por haber estado implicados en 'la lucha armada').

Con el reiterado 'ETA kanpora' de Ibarretxe, dicho como quien ordena al perrillo casero que se vaya, la conciencia queda tranquila. Y el sordo receptor de la orden, más tranquilo aún. Sabe que tras el gesto de enfado se esconde en el discurso de Ibarretxe y sus seguidores un aspecto abiertamente favorable para él, la condena de la aplicación de la Ley de Partidos.

Ahora, tras las elecciones del domingo, asoma otro déficit democrático: la campaña de deslegitimación desde el PNV de las reglas de la democracia representativa, tras conocer los resultados de los comicios. Una cosa es que Ibarretxe haya desarrollado una excelente campaña electoral, premiada con resultados no menos excelentes, con el PNV como primer partido de Euskadi en votos y escaños, y otra bien distinta que tenga una especie de 'derecho natural' a encabezar el próximo gobierno aun cuando en un sistema pluripartidista la suma de escaños le deje en minoría dentro del próximo Parlamento vasco. El PNV ha sido el partido más votado, pero sin mayoría absoluta ni perspectivas de alcanzarla. No obstante, basta con leer y oír las declaraciones de Urkullu y con seguir los programas informativos de Euskal Telebista, para percibir el grave riesgo de que con la machacona insistencia en que 'el PNV es el ganador' y que no cabe admitir un gobierno presidido por otro político que no sea Ibarretxe, se ponga en marcha una maniobra de intoxicación dirigida a movilizar al mundo abertzale, pues Aralar está en la misma longitud de onda, para mediante la presión social invalidar el resultado inequívoco de las elecciones. Ya ante las previsiones pesimistas, los medios nacionalistas no dudaron en satanizar todo eventual relevo en el gobierno y en arrojar toda la basura posible sobre quien apoyara al PSE-EE. Ahora el mensaje es claro: o Ibarretxe, o desestabilización.

Lo cierto es que con todos los apoyos disponibles, y aun cuando EA conserve su amenazado escaño alavés, Ibarretxe no llega a 38 votos. Patxi López puede alcanzarlos, si UPD cumple con una lógica de comportamiento ya asumida por el PP. A la vista de estos datos, de seguir la apuntada vía de cuestionamiento del sistema representativo, el PNV estaría iniciando la deriva hacia un partido de vocación monopolista, que rechaza los mecanismos democráticos cuando le son desfavorables. Recordémoslo: la democracia es un procedimiento para fijar las reglas de acceso al poder y la adopción de decisiones, en este caso mediante la representación política, no el cauce para que por encima de los resultados electorales sea confirmada una concepción patrimonial del poder.

Los ejemplos sobran, dentro y fuera de España. A Al Gore le arrebataron fraudulentamente la presidencia en Estados Unidos, no por haber ignorado que recogió más votos que Bush, sino por el apaño de Florida. En Israel, Livni tuvo más escaños que Netanyahu, pero el presidente Peres, correligionario de la ministra, encargó la formación de gobierno a Netanyahu, visiblemente con más posibilidades. En Galicia 2005 el PP fue 'el ganador' en el sentido en que habla el PNV, y lo mismo le ha ocurrido en Baleares a él y a Convergència i Unió en Cataluña. Obviamente, no les ha gustado quedar en minoría parlamentaria y en la oposición. Pero ésas son las reglas. Nadie ha amenazado en los casos citados con el 'joan mendira' por el robo cometido contra una supuesta victoria.

Tal vez las amenazas sin embargo más eficaces del PNV consistan en la retirada de su apoyo parlamentario a Zapatero en Madrid y en las presiones encubiertas sobre medios de comunicación receptivos a las mismas por unas u otras razones. La trama de poder del PNV no ha sido sólo institucional. Por eso será importante que el PSE-EE obtenga su diputado 25 con los votos del extranjero a costa de EA, liberándose del obstáculo adicional que puede representar UPD. Su líder máxima, Rosa Díez, se presenta ahora con la extemporánea exigencia de un pacto de alternativa para conceder su único voto, nada menos que bajo el pretexto de evitar que el gobierno de Patxi López reproduzca en solitario la experiencia del tripartito Montilla en Cataluña. Una pizca de delirio. ¿Qué tiene que ver una cosa con otra? Tampoco tiene sentido el esfuerzo de presentar por parte de algunos el apoyo para la investidura del PP a modo de 'frente españolista', olvidando el otorgado en Navarra por el PSOE al monocolor de UPN. ¿Qué frente hay allí? En suma, si de veras aspiramos a un fin del monopolio ejercido por el PNV en Euskadi, conviene evitar que la vacilante nave del 'Batzoki-Enterprise' reciba apoyos contra natura desde galaxias democráticas no abertzales.

Antonio Elorza, catedrático de Pensamiento Político de la Universidad Complutense.