La violencia y la innovación

En El tercer hombre, film británico de 1949, uno de los personajes, Harry Lime, señala que durante el reinado de los Borgia en la Italia renacentista, el país “tuvo guerras, terror, asesinatos y derramamiento de sangre. Pero produjo a Miguel Ángel, a Leonardo da Vinci y al Renacimiento”. En cambio, agrega, tras 500 años de paz y democracia, Suiza apenas inventó el reloj cucú.

Claro que sería exagerado concluir que el conflicto es la única fuente posible de innovación y creatividad (de hecho, Suiza es líder mundial en innovación), pero el comentario de Lime encierra una verdad importante. Se piensa en general que la paz, el orden y la estabilidad política son condiciones indispensables para la inventiva, el espíritu emprendedor y el desarrollo económico, pero esta regla tiene muchas excepciones (especialmente, en lo referido a la creatividad y la innovación).

Es común que Estados Unidos aparezca siempre entre los diez países más innovadores del mundo en los estudios referidos al tema (por ejemplo, en el Índice Mundial de Innovación de la Escuela de Negocios INSEAD). Pero en el Índice Mundial de la Paz, figura en 88.° lugar en una lista de 153 países. Por su parte, el Reino Unido y los Países Bajos están quinto y sexto, respectivamente, en el Índice de Innovación, pero 28.° y 29.° en el Índice de la Paz. En el otro extremo, Bután es una de las 20 naciones más pacíficas del mundo, pero en los índices de innovación ni siquiera aparece.

Claro que cuando la delincuencia, el terrorismo, el conflicto y la inestabilidad política son tan graves que alteran por completo la legalidad y el orden, se convierten en un importante obstáculo contra la creatividad y la innovación. Pero aún en condiciones de violencia e incertidumbre, hay países que muestran gran capacidad para sobreponerse.

Por ejemplo, aunque México y Sudáfrica padecen altos índices de criminalidad violenta, al mismo tiempo son países muy innovadores, según se desprende de la cantidad de solicitudes de patentes y marcas comerciales registradas. Líbano, Turquía, Jordania e Israel se destacan como países resistentes e innovadores cuando entre los indicadores de violencia se incluyen los referidos al terrorismo. Así como la paz y la estabilidad no siempre conducen a la creatividad y la innovación, el conflicto y la incertidumbre no siempre las obstaculizan.

La paz, la estabilidad política y el orden público son factores importantes que las empresas internacionales tienen en cuenta al elegir dónde radicar centros de producción o servicios a gran escala, pero son mucho menos importantes a la hora de buscar fuentes de creatividad y hacer las inversiones relacionadas con ellas. En particular, las industrias de la creatividad (por ejemplo, la animación, las artes, el diseño y el desarrollo de software), que se basan sobre todo en habilidades y talentos individuales, tienden a ser más resistentes al conflicto que otras industrias.

Por eso, los funcionarios, inversores y directivos empresariales que buscan ideas revolucionarias, soluciones de avanzada y talentos desaprovechados no deberían permitir que la diferencia entre la turbulencia de unas sociedades y la calma de otras influya demasiado en sus decisiones. De hecho, aventurarse fuera de la zona segura puede ser muy beneficioso.

Algunos datos señalan que un alto grado de incertidumbre puede alentar la competencia y estimular la innovación. Además, ciertos entornos sociales caracterizados por menos consenso y más violencia pueden ser un terreno más fértil para la innovación radical que otros entornos más armónicos.

Como prueba de esta afirmación puede citarse el caso del Líbano. A pesar de ser un país con una larga historia de violencia política, sus industrias creativas están en expansión. Según un estudio de 2007 sobre las industrias libanesas que dependen de los derechos de autor (llevado a cabo por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual), los principales desafíos a los que se enfrenta la industria libanesa de desarrollo de software (componente importante de su economía) incluyen: las barreras comerciales, la competencia interna, la fuga de cerebros (pérdida de capital humano), las malas políticas tecnológicas, la falta de incentivos estatales y el auge de la piratería. En la lista brilla por su ausencia la violencia.

Por supuesto que la violencia es siempre un problema. Pero países como el Líbano han adquirido resistencia a sus efectos (por ejemplo, mediante el desarrollo de industrias creativas) y han disminuido sus efectos negativos sobre el desarrollo económico, social e intelectual. En 2005, correspondió al sector creativo el 10% de todas las aperturas de empresas en el Líbano; ese mismo año, las industrias dependientes de los derechos de autor aportaron el 4,75% del PIB.

Otro ejemplo similar es Nigeria, país que a pesar de sus altos niveles de violencia política, produce más de 1000 películas al año. De hecho, la industria cinematográfica nigeriana es la tercera más grande del mundo, después de las de Estados Unidos y la India, y es la segunda industria más importante del país después de la producción de petróleo.

Un informe de las Naciones Unidas del año 2010 sobre la economía creativa señala que el comercio internacional de bienes producidos por este tipo de industrias creció a un ritmo anual del 14% entre 2002 y 2008. En ese mismo lapso, la exportación de productos de la creatividad desde países en desarrollo (que suelen estar también entre los más violentos) creció a un ritmo de 13,5%, hasta alcanzar en 2008 los 176.000 millones de dólares (el 43% del total de lo comerciado en el mundo en esta clase de bienes). Ese mismo año, aunque el comercio internacional total disminuyó un 12%, el comercio de bienes y servicios relacionados con la creatividad siguió creciendo. Son datos que los líderes políticos y empresariales deberían tener en cuenta (sobre todo, en regiones convulsionadas como Oriente Próximo).

Para impulsar el crecimiento económico y la innovación en medio del conflicto y la incertidumbre, los políticos y los inversores deben prestar atención al desarrollo de las industrias creativas. La resistencia y adaptabilidad que ofrecen son fundamentales para sostener el crecimiento económico y la creación de empleo a largo plazo, independientemente de lo que depare el futuro.

Sami Mahroum is Academic Director of Innovation and Policy at INSEAD. Traducción: Esteban Flamini.

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