La visión de la Ruta de la Seda de China

En el año 2015, los titulares mundiales reflejaron las preocupaciones sobre la desaceleración económica de la China y cuestionaban si era posible que el país pueda mantener su impulso de reforma y completar su desplazamiento hacia un nuevo modelo de crecimiento basado en un mayor consumo interno y servicios ampliados. Dentro de China, sin embargo, la confianza en la trayectoria a largo plazo de la economía no ha disminuido. De hecho, aunque sin lugar a dudas los líderes chinos están conscientes de la desaceleración del crecimiento, ellos continúan centrados en garantizar la ejecución de la iniciativa del presidente Xi Jinping denominada “un cinturón, un camino”. Eso continuará siendo cierto durante el año 2016.

Menos de cuatro décadas después de que Deng Xiaoping diera inicio a la estrategia de “reforma y apertura”, China ha alcanzado el estatus de país de ingresos medios altos. Ahora, es el país más grande del mundo con respecto al comercio exterior y la segunda economía más grande del mundo (y la más grande en términos de paridad de poder adquisitivo). Sin embargo, tal como saben los líderes de China, se debe hacer mucho más para lograr lo que Xi ha llamado “el gran rejuvenecimiento de la nación china”. Para unirse a las filas de las economías de altos ingresos del mundo, China debe utilizar los mercados y los recursos, tanto dentro como fuera del país, de manera más eficiente. Y, tiene que asumir más responsabilidades – y sentar mayor influencia – en el escenario mundial.

El orden internacional actual favorece sin duda los intereses de Estados Unidos y de sus aliados. Eso tenía sentido después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se estableció dicho orden. Pero el equilibrio mundial de poder ha cambiado.

Si se espera que China sea un "“participante responsable” en los asuntos mundiales – y lo es – necesita desempeñar un rol más prominente en la toma de decisiones a nivel internacional.

Se ha comprobado que es difícil llevar a la acción el consenso internacional sobre este punto. En la cumbre del G-20 del año 2009, el ex presidente de China, Hu Jintao llegó a un acuerdo con el presidente estadounidense Barack Obama sobre aumentar el poder de voto de China en el Fondo Monetario Internacional. Pero al año siguiente el Congreso de Estados Unidos se opuso a ello, por lo que dicho acuerdo nunca se implementó.

De hecho, a pesar de las declaraciones acerca de las responsabilidades internacionales de China, EE.UU. parece estar, desde hace mucho tiempo, trabajando específicamente para limitar la influencia de China, incluso dentro de su propia región. Esa fue la principal motivación detrás del “pivote” o giro estratégico de Obama hacia Asia. Asimismo, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, una iniciativa liderada por Estados Unidos que incluye a una docena de países de la costa del Pacífico, pero excluye a China, parece estar dirigido a sostener la primacía estratégica de Estados Unidos y a salvaguardar sus intereses geopolíticos y económicos en la región Asia-Pacífico.

En resumen, corresponde a China afirmar la influencia que merece y necesita. Es en este punto donde la iniciativa de Xi “un cinturón, un camino” se hace presente.

El concepto es relativamente sencillo. Inspirado en la antigua red de la Ruta de la Seda usada para el comercio y las comunicaciones, las iniciativas de Xi denominadas el “Cinturón Económico de la Ruta de la Seda” y la “Ruta de la Seda Marítima del Siglo XXI” unirán a China con el resto de Asia, África, y en última instancia con Europa. Mediante la construcción de obras de infraestructura muy necesarias a lo largo de las Rutas de la Seda – desde carreteras y enlaces ferroviarios a puertos hasta tuberías de recursos – China espera construir “una comunidad de intereses, responsabilidades y objetivos compartidos”.

Ningún país está mejor capacitado que China para liderar el camino con respecto a obras de infraestructura. Debido a que su propio desarrollo ha sido impulsado, en parte, por inversiones masivas en proyectos nacionales de infraestructura, China tiene vasta experiencia reciente en este campo, por no hablar de una amplísima industria de materiales de construcción. Además, su enorme volumen de reservas de divisas – que se encuentran en un nivel aproximado de $3,6 millones de millones y que probablemente continúe creciendo – proporciona los medios para financiar los proyectos.

China ya ha dedicado parte de sus reservas a la capitalización del recientemente establecido Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) – una iniciativa que China encabezó para apoyar sus anhelos relacionados a la Ruta de la Seda. Con la participación de 57 países provenientes de los cinco continentes – incluyendo entre ellos a algunos de los aliados más cercanos de Estados Unidos, como el Reino Unido, Francia y Alemania, que se unieron a la iniciativa a pesar de las protestas de Estados Unidos al respecto – el BAII es la primera iniciativa diseñada específicamente para satisfacer las necesidades de infraestructura en el mundo en desarrollo y, especialmente en la región Asia-Pacífico.

El retorno sobre estas inversiones será considerablemente alto. La historia muestra que desde la Segunda Guerra Mundial los países en desarrollo que son capaces de aprovechar la oportunidad estratégica que representa la transferencia internacional de industrias de gran densidad de mano de obra pueden alcanzar 20 a 30 años de rápido crecimiento económico. Eso impulsará el surgimiento de nuevos mercados que son muy codiciados por los países más desarrollados – incluyéndose entre ellos a China – mientras que se genere en China un espacio para que las industrias de mayor valor agregado se establezcan firmemente.

Debido a que el aumento de los salarios erosiona la ventaja comparativa de China en las industrias manufactureras de gran densidad de mano de obra, los países de ingresos más bajos – digamos, aquellos que se vinculan mediante la Ruta de la Seda, y que en su mayoría tienen un PIB per cápita que es menos de la mitad del de China – se tornan cada vez más atractivos. Al tener una infraestructura mejorada, estos países estarán en mejor posición para absorber la migración de las industrias de gran densidad de mano de obra de China.

Y hay muchísimo que absorber. En la década de 1960, cuando Japón comenzó a trasladar sus industrias de gran densidad de mano de obra al extranjero, su industria manufacturera empleaba a 9,7 millones de personas. En la década de 1980, cuando las cuatro economías denominadas como los “tigres asiáticos” (Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán) se sometieron al mismo proceso, sus industrias manufactureras, en conjunto, empleaban a alrededor de 5,3 millones de trabajadores. La industria manufacturera de China, en cambio, emplea a 125 millones de trabajadores, con 85 millones de personas en puestos de trabajo de baja cualificación. Esta cantidad es suficiente para permitir que prácticamente la totalidad de las economías en desarrollo a lo largo de las nuevas Rutas de la Seda logren la industrialización y modernización de manera simultánea.

Mientras el mundo se inquieta por el crecimiento desacelerado y las correcciones a la baja de los precios de los instrumentos de renta variable y del tipo de cambio en la China, este país va pujante hacia adelante con una iniciativa que traerá beneficios incalculables para toda la economía mundial. Más allá de la creación de oportunidades sin precedentes para otros países en desarrollo, la estrategia “un cinturón, un camino” permitirá que China haga un mejor uso de los mercados y recursos nacionales e internacionales, fortaleciendo así su capacidad para seguir siendo un motor del crecimiento económico a nivel mundial.

Justin Yifu Lin, a former chief economist and senior vice president at the World Bank, is Professor and Honorary Dean of the National School of Development, Peking University, and the founding director of the China Center for Economic Research. He is the author, most recently, of Against the Consensus: Reflections on the Great Recession. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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