La xenofobia que viene

El resultado de la encuesta publicada por EL PERIÓDICO, según la cual uno de cada cuatro catalanes podría votar una candidatura xenófoba o la consideración por parte del 48% de los sondeados de que la inmigración es negativa para el país, nos muestra, una vez más, las consecuencias del miedo y los electoralismos con los que la clase política ha afrontado el cambio social irreversible que ha significado la inmigración. Transformación que se consideraba a todas luces un éxito dado que España había pasado en pocos años de un 3% de población extranjera o de origen extranjero al 15% actual sin conflictos sociales importantes. Una inmigración que había llegado súbitamente por dos motivos: para paliar la caída de la natalidad que a inicios de los 90 se convirtió en la más baja de Europa, con un índice de fecundidad de solo 1,2 hijos por mujer, y por la demanda de mano de obra, acrecentada por un impulso económico superior al 3%. El periodo de mayor aumento de la inmigración tuvo lugar durante el Gobierno de José María Aznar, pese a que este no se cansó de agitar los miedos a este fenómeno.

Hace tres semanas, el ministro Celestino Corbacho presentó el informe del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia, organismo dependiente del Ministerio de Trabajo, y que basa sus conclusiones en encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas. Pues bien, según dicho informe, en 1996, cuando Aznar llega a la Moncloa y en España hay solo 600.000 extranjeros, el 28% de los ciudadanos creen que hay demasiados inmigrantes. En el 2005, cuando el crecimiento económico demandaba más empleo, y el ministro Jesús Caldera crea mecanismos para la contratación en origen, son ya un 60% los que opinan que son demasiados. Ahora, según este informe, el 77% opinan que hay demasiados inmigrantes, dato que coincidiría con lo expresado por el sondeo de EL PERIÓDICO.

Resulta significativo que en el 2005, cuando ni hay ni se aventura una crisis económica, ya el 60% cree que hay demasiados inmigrantes pese a que la economía crece y las familias demandan más. Todo el mundo trabaja con inmigrantes o tiene inmigrantes cuidando a sus hijos o abuelos, pero, en cambio, siente que hay demasiados. La baja natalidad, que sigue siendo la menor de Europa, no preocupa. En cambio, sí que preocupa que haya tantos inmigrantes, pese a no asomar todavía la crisis. No hay racismo social, todos necesitamos inmigrantes, pero de alguna manera se asume el espíritu de aquella frase por la que se hizo famoso el alcalde de El Ejido, Juan Enciso: «A las ocho de la mañana todos los inmigrantes son bienvenidos para trabajar, pero a las ocho de la tarde sobran todos». Es decir, lo que molesta a la población no es tener inmigrantes trabajando en casa, en la empresa o consumiendo, sino su visibilidad. Evidentemente, la no asunción por los gobiernos del PSOE y del PP de la magnitud del fenómeno, sin incrementar los servicios públicos, sería otra de las causas de esta percepción. Los discursos alarmistas de ciertos políticos sobre el impacto negativo de la inmigración con el ¡aquí no cabemos todos!, pronunciados cuando la economía demandaba más inmigrantes, aumentaban dicha opinión. Pero, pese a que no guste ver a tantos inmigrantes, de alguna manera se los asume como necesarios y no surgen ni en Catalunya ni en España movimientos racistas. Es loable y un síntoma de madurez que, pese a afrontar ahora un desempleo mayor que nuestros vecinos europeos, no hayan surgido movimientos sindicales o de parados xenófobos.
La xenofobia ha surgido en barrios en los que, al no haber planificado las administraciones esta fuerte llegada, se han creado guetos. Aquí, la población autóctona se siente en minoría y afronta los problemas de convivencia derivados de esta llegada de personas con otras costumbres. Y ha sido precisamente en una de estas poblaciones, en Vic, donde Josep Anglada, haciendo un eficaz puerta a puerta, obtuvo 3.000 votos y cuatro concejales. La equívoca actuación del alcalde, Josep Vila d’Abadal, asumiendo parte de sus argumentos, catapultó a Anglada a los medios de comunicación. En cambio en Salt, donde el índice de inmigrantes y de parados es mayor, la alcaldesa Iolanda Pineda ha sabido crear consensos en lugar de legitimar conflictos.

Es posible que Plataforma per Catalunya (PxC) obtenga representación en el Parlament. Afortunadamente, el pasado fascista de Anglada o la escisión de algunos de sus militantes, con el concejal de Cervera Mateu Figuerola a la cabeza, que ha creado el Partit per Catalunya imitando el logotipo de PxC y se presentará a las elecciones con el fascista Movimiento Social Republicano, le restarán votos. Pero lo grave no será que Plataforma entre en el Parlament, dado que la gran mayoría de países europeos ya tienen grupos racistas en sus parlamentos. Lo realmente preocupante sería que, como parece que van a hacer PP y CiU de aquí a las autonómicas, se asuman sus argumentos. Al hacerlo, no solamente legitiman el miedo y rompen la cohesión social, sino que, al dar la razón a los xenófobos, dan motivos a la ciudadanía para que los vote.

Xavier Rius Sant, periodista y autor de El libro de la inmigración en España.