La ‘yihad urbana’ se europeiza

La tendencia terrorista mostrada en París, en enero y noviembre de 2015, en Bruselas el pasado marzo, y ahora en Niza, confirma el título elegido. Este método utilizado por los yihadistas salafistas, el de la yihad urbana,ha venido a Europa para quedarse, añadiendo nuestro continente a otros que, como Asia o África, lo conocen desde años atrás.

La yihad (en árabe, el yihad, en masculino) no se usa aquí en su acepción más correcta, que es el esfuerzo personal para ser mejor, sino en la dimensión guerrera que le asignan los terroristas yihadistas salafistas. Y urbano deriva de la consideración del escenario urbano como el preferente para atacar a los enemigos, no de forma esporádica con atentados clásicos más o menos frecuentes, sino en términos de campo de batalla en plenitud. En este, uno o más individuos dispuestos a llegar hasta el final en términos combatientes pueden hacer uso de explosivos, de armas ligeras, de armas blancas y/o simplemente convertir en arma vehículos de cualquier tipo para alcanzar sus objetivos.

La yihad urbana se europeizaEsta definición se ilustra con el arranque de la yihad urbana en Bombay, en 2008, que pasando por diversos escenarios llega a suelo europeo a lo largo de 2015 y se consolida en 2016. Diez terroristas yihadistas salafistas procedentes de Pakistán desembarcaron el 26 de noviembre de 2008 en las proximidades de la gran urbe india y, subdivididos en grupos de dos, se desperdigaron por la urbe provocando la muerte de 166 personas. A lo largo de 60 horas realizaron nueve ataques a objetivos importantes, entre ellos la estación de ferrocarril y varios hoteles.

El objetivo de los yihadistas de Bombay no era cometer algún ataque y replegarse y ni siquiera se plantearon tomar rehenes: quisieron producir el máximo número de víctimas mortales, aprovechando el escenario urbano tanto para lograrlo como para dar visibilidad global a su ataque.

Antes de Bombay las ciudades ya habían servido como escenario para ataques terroristas de diversos grupos yihadistas, pero estos habían tenido objetivos concretos, se habían utilizado en ellos tácticas clásicas (atentados con bomba, asesinatos selectivos, etcétera) y por su propia naturaleza habían sido acciones esporádicas y breves en el tiempo. París fue escenario de este tipo de ataques a partir de 1995, de la mano de terroristas del Grupo Islámico Armado (GIA) argelino, que atentaron en la red de transporte suburbano de la capital (metro y RER), aunque ninguno de ellos llegó a hacerlo como suicida. La década siguiente ofreció ejemplos aún más letales de dicho método clásico, aunque introduciendo ya la figura del suicida en ellos. En Casablanca en 2003 los terroristas buscaron sus objetivos para morir matando; en los atentados de Madrid de 2004 mataron conservando sus vidas, previsiblemente para emplearse en futuras acciones; y cuando atacaron en Londres en 2005 los terroristas volvieron al modelo de Casablanca, actuando como suicidas.

Será ya en Bombay en 2008 cuando la ciudad se convierte de lleno en campo de batalla, combinando atentados clásicos con un esfuerzo sostenido de combate. Este se realizará, generalmente aunque no solo, con armas ligeras (fusiles de asalto, pistolas, granadas de mano y lanzagranadas, explosivos de diversa potencia, etcétera) y en él los combatientes se mostrarán siempre dispuestos a alcanzar el martirio.

Este modus operandi se irá haciendo cada vez más presente, primero en escenarios del mundo musulmán, desde Bagdad hasta Kabul pasando por Mogadiscio, entre otras muchas localidades, y con el tiempo llegará también a Europa. La experiencia nos muestra que no es hasta que tal práctica alcanza el continente europeo cuando algunos empiezan a preocuparse por la dinámica en marcha, pero lamentablemente para entonces esta ya se había afianzado entre los yihadistas.

Los hermanos Kouachi —a diferencia de los hermanos Tsarnaev, que el 15 de abril de 2013 habían atentado en Boston colocando explosivos y huyendo— llevaron en París el 7 de enero de 2015 la yihad urbana a suelo europeo y occidental en majestad, cometiendo un atentado clásico con su ataque a la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo, pero siguiendo luego su esfuerzo letal armados con fusiles de asalto Kaláshnikov mientras su socio Amedi Coulibali atacaba otros objetivos en la misma gran urbe. Consiguieron idénticos logros a los alcanzados años antes en Bombay: provocaron un número importante de víctimas (17 en este caso), sostuvieron en el tiempo su esfuerzo combatiente y consiguieron dar gran eco mediático a su acción.

Mientras los ataques con perfil de yihad urbana empezaban a hacerse visibles en suelo europeo a lo largo de 2015, estos ya se consolidaban en escenarios tradicionalmente castigados por el terrorismo yihadista. La masacre llevada a cabo por los somalíes de Al Shabab en el Westgate Mall de Nairobi, en septiembre de 2013, se saldó con la muerte de 59 personas. Los terroristas utilizaron tácticas avanzadas de ataque y manejo de la propaganda durante el largo tiempo que duró el mismo. El atentado talibán contra el restaurante Tavern du Liban, en Kabul en enero de 2014, en el que fallecieron 21 personas, fue el más mortífero dirigido contra extranjeros desde la intervención internacional de 2001, y fijó entre sus prioridades realizar acciones sostenidas en el tiempo en escenarios urbanos. En otras latitudes, el primer ministro australiano, Tony Abbott, destacaba en septiembre de 2012 que los yihadistas preparaban “matanzas en las calles de Australia”, y en la primavera de 2014 la revista de Al Qaeda, Inspire, llamaba a priorizar los objetivos urbanos.

En noviembre de 2015 siete terroristas provocaron en diversos ataques simultáneos 130 muertos en París, consolidando ya la yihad urbana no solo en Francia sino también en el resto de Europa, pues pronto tal método empezó a tener emuladores. En febrero de 2015, en Copenhague, el asesinato de un cineasta y un guardia de seguridad fue continuado con enfrentamientos armados por las calles de la capital danesa.

La experiencia posterior de Bruselas, con 32 muertes causadas por tres terroristas coordinados que actuaron el pasado 22 de marzo, y ahora de Niza, con más de 80 muertos de momento, nos confirma que la yihad urbana ha venido para quedarse. Armas ligeras, explosivos, o incluso el uso de vehículos, todo sirve para producir víctimas mortales, en la línea de los llamamientos de los diversos grupos yihadistas a intensificar el combate utilizando las ciudades como escenario preferente.

Carlos Echeverría Jesús es profesor de Relaciones Internacionales de la UNED.

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