Las balanzas dependen del método

El estudio que acaba de publicar la Fundación BBVA sobre las balanzas fiscales ha generado un importante debate. No obstante, es necesario aportar una serie de consideraciones metodológicas para entender las limitaciones y los condicionantes de sus resultados.

Antes de entrar en detalle sobre estas cuestiones, cabe hacer una precisión. La actuación del sector público comporta transferencias de renta de unos territorios a otros, ya que la distribución territorial de los ingresos no coincide con la distribución territorial de los gastos, lo que provoca que haya territorios con saldos fiscales positivos y otros con saldos fiscales negativos. De hecho, la lógica redistributiva comporta que las regiones ricas tengan un déficit y las pobres, un superávit. Por tanto, la cuestión no está en el signo, sino en la magnitud de este saldo.

Entrando en temas metodológicos, hay que considerar que la estimación de las balanzas fiscales plantea muchos problemas, y la opción que escojan los investigadores condicionará los resultados. Hay dos métodos totalmente distintos de imputar los ingresos y los gastos. Por ejemplo, en el caso de los gastos, la imputación territorial puede hacerse tomando como referencia su localización geográfica (método del flujo monetario) o el lugar de residencia de los individuos que se benefician de los servicios prestados (método del flujo del beneficio). Ambos métodos son válidos, se fundamentan en criterios sólidos, pero cada uno explica efectos económicos distintos.

La utilización del método del beneficio comporta establecer muchas más hipótesis que en el caso del flujo monetario, ya que consiste en determinar cómo incrementa el nivel de bienestar de un individuo ante la prestación de un servicio público. En este sentido, cuantificar el incremento de bienestar es difícil y debe sustentarse en hipótesis que a veces pueden ser cuestionables o discutibles.

En cambio, el método del flujo monetario es de más fácil aplicación, ya que una parte importante del gasto que realiza el sector público central está territorializado. Por lo tanto, el cálculo del gasto realizado en los distintos territorios es más inmediato.

Los dos métodos tienen objetivos diferentes. Mientras que el método del flujo del beneficio mide el incremento del bienestar de los ciudadanos de un territorio derivado de la prestación de un servicio público, el método del flujo monetario mide el incremento de actividad económica en el territorio donde se realiza el gasto. Por ejemplo, en el caso del gasto asociado al Ministerio de Defensa, si se aplica el criterio del flujo del beneficio, se considera que este gasto afecta por igual a todos los ciudadanos y se distribuye entre todas las comunidades autónomas en función de la población. No obstante, atendiendo al flujo monetario, al tener el ministerio la sede en Madrid, todo el gasto (sueldos y salarios, compra de bienes, inversiones, etcétera) se imputan a Madrid. El resultado es que, en el primer caso, a Madrid solo se le imputa el 13,4% (que es el peso que tienen la población de Madrid sobre el total español), mientras que en el segundo se le imputa el 100%.

La cuestión que hay que resaltar es que son métodos distintos y que se complementan, que no son sustitutivos. Por esto la metodología que elaboró el Instituto de Estudio Fiscales a partir de un grupo de expertos propone las dos aproximaciones metodológicas. En cualquier caso, si el objeto a analizar son los efectos de la acción del sector público sobre los individuos, es más útil el enfoque del flujo del beneficio. Sin embargo, para estimar el efecto económico sobre un territorio, es más adecuado el del flujo monetario.

Por ello, los resultados de un y otro enfoque no son homogéneos. Así pues, no pueden compararse los resultados del estudio de la Fundación BBVA con los de la Conselleria de Economia i Finances realizado en el año 2005 que aplica el enfoque del flujo monetario.

Otra cuestión metodológica que puede afectar a los resultados es el ámbito institucional del estudio. En el caso que nos ocupa, solo se considera la Administración pública central (Estado, organismos autónomos y Seguridad Social) y no se incorpora a las empresas públicas de carácter inversor como, entre otras, AENA, Puertos del Estado, ADIF y Renfe. La inclusión de estas entidades sí las considera la metodología elaborada por el Instituto de Estudios Fiscales.

En cuanto a los resultados, no sorprende que con la metodología utilizada, basada en el flujo del beneficio, sea Madrid la comunidad con el mayor déficit fiscal. Sin embargo, si se optara por el método del flujo monetario, las posiciones cambiarían y sería Catalunya la comunidad autónoma que tendría un déficit más elevado y, no solo eso, sino que el déficit sería de mayor cuantía.

Otro resultado a destacar es la situación del País Vasco y Navarra, comunidades ricas a las que se les estima un superávit, resultado que rompe totalmente la lógica redistributiva.

Pese a todo, esto no significa que el conocimiento de las balanzas fiscales no sea útil, que lo es. Los ciudadanos tienen derecho a conocer si su región es beneficiaria o contribuyente neta hacia el resto de regiones y en qué grado. Pero hay que ser muy prudente a la hora de utilizar los resultados que son fruto de una opción metodológica concreta.

Marta Espasa, profesora de Hacienda Pública en la UB.