Las causas de la huida. Subsaharianos en busca de un mundo mejor

Durante los últimos días se está viviendo con gran preocupación y sentimiento las muertes en Ceuta, frontera de Marruecos con España, de personas subsaharianas que intentan llegar a Europa. Los acontecimientos han generado una gran polémica social y política en la que no se va a entrar en este artículo. Sí trataremos de analizar las causas, el por qué  miles de subsaharianos huyen de sus países de origen con el sueño de conseguir una vida mejor.

Consideramos que la muerte de estas personas merece un análisis de las causas primarias de estos éxodos masivos, porque es ahí donde se gestan todos los acontecimientos que siguen. África, especialmente la subsahariana, es ignorada por la mayor parte de la opinión pública. Las personas africanas solo merecen la atención de los medios, las primeras planas, cuando suceden acontecimientos como las muertes en el mar de Ceuta.

Pero África existe, con millones de seres humanos que viven en la pobreza, que sufren explotación, humillación desde hace siglos y a diario. Un continente donde la guerra es habitual, donde las violaciones de los derechos humanos son perennes. Una zona del mundo en la que la corrupción es la norma. Sin embargo, África es rica en recursos naturales y tierras fértiles, si se consiguiera una más justa distribución de la riqueza, si el desarrollo humano se extendiera, toda esta conflictividad que conduce a tanta enfermedad y muerte se podría eliminar.

Hay que buscar responsabilidades de todo este desastre humanitario generalizado, no sólo en unos hechos puntuales muy graves, pero mínimos comparados con la gravedad total del problema. Hay que buscar responsables en todos aquellos que contribuyen a perpetuar un sistema internacional que hace que la riqueza no se distribuya de un modo más equitativo.

África ha sido históricamente explotada por los grandes imperios coloniales. Sus recursos naturales proporcionaron los recursos naturales que necesitaban para su mantenimiento y enriquecimiento. Después de la segundad Guerra Mundial fueron los británicos y los franceses los que se repartieron el botín de guerra como vencedores. Los procesos de independencia de los sesenta dieron paso a otra forma de colonialismo. Ya no eran necesarias grandes fuerzas militares para controlar las antiguas colonias, ahora se hacía de un modo más sublime: empresas transnacionales ligadas a las antiguas metrópolis.

En el subsuelo africano se encuentran las terceras partes de las reservas mundiales de minerales, la mayoría en el sur del Sáhara, y también en el área desértica del Sahel y en África occidental.  El suelo de África tiene la suficiente capacidad agrícola para alimentar a sus habitantes. Sin embargo, una gran parte de los africanos viven en la pobreza, porque no son ellos los receptores de los beneficios de las explotaciones de su riqueza natural. Los beneficios van a las transnacionales y a los corruptos gobernantes, dictadores en su mayoría, apoyados, impuestos o consentidos por las grandes potencias mientras sirvan a sus intereses económicos o geoestratégicos.

De África se extraen recursos naturales, pero se les exportan armas para que se peleen entre ellos, para que dictadores y señores de la guerra puedan mantener sus privilegios. Las armas se las venden países de dudosa reputación democrática como Bielorrusia, China o Rusia, pero también democracias occidentales como Estados Unidos, Canadá, Italia y España.

En estos momentos hay varios conflictos armados en varios países: Mali, República Centroafricana, Sudán del Sur y Nigeria. Pero la inestabilidad es permanente y el desencadenamiento de guerras civiles es siempre una amenaza.

Desde la visión occidental, África es un asunto que sólo preocupa cuando se percibe amenaza de que esas personas desesperadas puedan alterar su placentera convivencia. Poco preocupa que las empresas transnacionales vulneren sistemáticamente las leyes para respetar la naturaleza a la hora de obtener los minerales y las materias primas energéticas. O que se trafique ilegalmente con armas que se usan para rebeliones, golpes de estado, insurgencia, actividades criminales y terrorismo. Desde 1945 a 2011 la guerra ha causado más de diez millones de muertos en África Subsahariana, la mayor parte civiles.

En África Subsahariana hay un gran número de estados fallidos, incapaces de asegurar un mínimo de seguridad y bienestar a sus ciudadanos; la mayoría de los estados africanos están entre los que tienen mayor índice de percepción de la corrupción y se encuentran en los últimos lugares del índice de desarrollo humano que evalúa aspectos que van desde la esperanza de vida a la economía y la educación.

¿Qué se puede esperar de tal situación? ¿Qué pueden hacer esas personas que habitan lugares donde la vida no vale nada, donde los derechos humanos no existen y donde se está condenado a la miseria desde que se nace? ¿Por ejemplo, qué pueden hacer personas cómo los habitantes de Níger, de cuyo subsuelo se extrae el uranio, que sirve para el bienestar de la democrática Francia, a través de empresas multinacionales despreocupadas de la protección ambiental que tanto daño causa a la naturaleza y a la salud de los nativos, y cuyos beneficios económicos no repercuten en ellos?

Es cierto que las Naciones Unidas y Europa particularmente reaccionan ante las catástrofes humanitarias con misiones de pacificación como las que llevan a cabo en Mali, La República Centroafricana o Somalia, y en las que España participa. Pero no es menos cierto que siempre sean los que más tropas proporcionan los que más intereses económicos o geoestratégicos tienen en las zonas de conflicto, como sucede con Francia en Mali o la República Centroafricana.

Si a todos los factores desestabilizadores mencionados se le añade las rivalidades tribales, étnicas y religiosas que contribuyen a fomentar la inseguridad humana, no podemos sino esperar la huida con la esperanza de encontrar un mundo mejor. La huida de estas personas que mueren en el mar es responsabilidad de todos los que de alguna manera contribuyen a perpetuar un sistema que es incapaz de acabar con la pobreza y acabar con las desigualdades.

Javier Jiménez Olmos, Doctor en “Paz y Seguridad Internacional” por la UNED. Miembro de la Fundación “Seminario de Investigación para la Paz” de Zaragoza. Coronel del Ejército del Aire en la Reserva.

Nota: Para completar este artículo con mayor argumentación y datos, leer Conflictos en África subsahariana. Su origen.

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