Las crisis están garantizadas, esté quien esté en el gobierno. Sean pandémicas, climática o energéticas, todas tendrán un impacto en los ciudadanos y en la sanidad. Todos constatamos lo complejo que es gestionar las crisis. Son muy graves o más moderadas como la sufrida este invierno por el ataque sincronizado de tres virus y la consecuente presión sobre el sistema de salud.
En esta crisis de invierno más moderada se repiten los males observados en la pandemia: problemas de comunicación y desinformación, politización y disfunción del Consejo Interterritorial, dudas sobre evidencia científica y datos. ¡Todo 'déjà vu'! El resultado, una población confundida con esas contradicciones y la sensación de que deberíamos prepararnos mejor para gestionar las crisis que vendrán. Todas estas crisis no solo desestabilizan al ciudadano, sino que descentran la sanidad, la cual no parece tener capacidad compensatoria en estas situaciones. El sistema de salud puede con el día a día, pero sufre cuando toca gestionar algo extraordinario.
A juzgar por la tendencia global, es esperable que haya más crisis y no se puede descartar que sean muy severas. Conviene comprender los riesgos futuros. La agencia nacional de evaluación de riesgos en Reino Unido estima la posibilidad de una nueva pandemia en los próximos cinco años entre un 5% y un 25%. Está identificada como riesgo catastrófico junto a la radiación nuclear proveniente de otro país o un ataque cibernético generalizado. Resulta interesante que nos estemos preparando más para un posible ataque cibernético que para otra pandemia.
Hemos podido apreciar estos últimos cuatro años que estos virus no matan al azar. Atacan a todos, pero crean situaciones clínicas críticas en los más vulnerables, especialmente en los mayores. Es preciso recordar que tras este episodio invernal los virus seguirán buscando ventaja evolutiva con mutaciones. Cuanto más circule un virus, más puede mutar. El virus SARS-2 por ejemplo logra dos mutaciones al mes desde el principio de la pandemia en 2020. La mayoría de los coronavirus no mutan mucho pero el SARS-2 sorprendentemente lo hace con más frecuencia de la esperada.
Una percepción errónea de estos días de enero ha sido que el Covid-19 ya no es un virus peligroso y que lo ha superado el virus de la gripe porque había más gripe. Los estudios científicos indican que el covid es significamente más serio que la gripe, especialmente para los mayores. La tasa de hospitalizaciones para los que superan los 65 años es diez veces mayor que para la gripe y la posibilidad de morir, cuatro veces mayor. El estudio más ambicioso desde el principio de la pandemia en Inglaterra indica que sólo durante el verano se podrían haber evitado 7.180 muertes si la población se hubiera vacunado con todas las dosis. La gripe no hace nada comparable.
Mas allá de la habilidad infecciosa de los virus, tampoco la demografía explosiva que tenemos en España nos ayuda ante esta situación. Cuanta más gente mayor, más gente vulnerable. Para 2040, una de cada cuatro personas en España no solo será mayor, sino que sufrirá cuadros de enfermedad muy complejos. Los virus encontrarán mucha gente policrónica y susceptible. Por lo tanto, no solo habrá más crisis, sino que el escenario demográfico crea condiciones inmejorables para los virus y bacterias que siguen evolucionando y aumentando su capacidad de evadir nuestras defensas.
Previendo que pueden darse más crisis, parece evidente que el reto pendiente para la sanidad es poder gestionar las crisis con mayor eficacia. Este enero se reforzarán medidas para este momento viral emergente. Se volverán a usar mascarillas en los centros asistenciales y residencias, se recomendará vacunar, hacerse pruebas y se abrirán más camas asistenciales, con posible reforzamiento de la Atención Primaria.
En las comunidades autónomas ha habido planificación para este invierno, pero a partir de ahora conviene que sea siempre sobre la base del peor escenario posible, tanto si es para preparar crisis de invierno como la actual, como si es para anticipar una futura pandemia.
1. Prepararse para el peor escenario posible exige un liderazgo político proactivo en varias áreas. No es alarmismo, solo es proteger a la sociedad de forma proporcionada a los riesgos que pudiera haber. Estos últimos años han demostrado que estar preparado nunca es una mala inversión. Lo contario es una falsa economía como hemos comprobado con la pandemia.
2. Estas crisis no solo infligen un impacto negativo sobre la salud de los ciudadanos, sino que debilitan progresivamente la confianza en el sistema público de salud, erosionan nuestros mecanismos de solidaridad y crean condiciones para aquellos que buscan otros modelos menos sociales.
La 'nueva normalidad' no tiene nada de normal. Las crisis serán más y más frecuentes y probablemente más severas. Mejor nos vamos preparando y organizando con mayor capacidad compensatoria para cuando surjan.
Rafael Bengoa, exconsejero de Sanidad del Gobierno vasco.