Las cuarenta en bastos

Dicen algunos que los seres humanos nos acostumbramos a todo, pero esa afirmación se hace muy difícil de aplicar cuando uno ve tras el asesinato de Ignacio Uria a manos de ETA la foto en portada de EL MUNDO, donde los compañeros de cartas de la víctima no perdonaron la partida diaria y jugaron vergonzosa e inhumanamente al tute como si no hubiera pasado absolutamente nada el mismo día del asesinato de su amigo.

Sólo en una sociedad enferma como la vasca ocurren cosas como ésta; sólo en una sociedad como la vasca lo anormal pasa a ser lo normal; sólo en una sociedad como la vasca, atenazada por el miedo y la falta de libertades, por culpa del nacionalismo radical y la complacencia del llamado nacionalismo democrático, algunos justifican lo injustificable. Y la foto de la cuadrilla de Uria jugando a las cartas como si nada hubiera pasado, con el cadáver de su compañero todavía caliente por los balazos de ETA, es el reflejo de las miserias, cobardías e inmoralidades de muchos de los que viven en mi tierra.

Estoy seguro de que Ignacio Uria, en esas partidas de la cafetería Uranga de Azpeitia, habrá cantado las cuarenta al tute en infinidad de ocasiones. Lo que nunca se le habría pasado por la cabeza es que los criminales de ETA le iban a cantar las cuarenta en bastos por el mero hecho de ser empresario y, además, de una constructora adjudicataria de las obras del Tren de Alta Velocidad (TAV).

A los criminales de ETA la modernidad, el avance, el desarrollo les trae sin cuidado. Estas alimañas prefieren el carro arrastrado por bueyes antes que cualquier tecnología punta que dé riqueza al País Vasco, porque su lema es cuanto más atrasado mejor, y cuanto peor, mejor.

Este lema ya fue puesto en práctica con la central nuclear de Lemóniz o la autovía de Leizarán, con magníficos resultados para los asesinos de ETA porque sus amenazas, artefactos explosivos contra esas obras y crímenes contra responsables de las mismas les dieron un beneficio estimable. Se salieron con la suya, y Lemóniz no funcionó y la autovía de Leizarán se hizo con el diseño de los terroristas. Y como a ETA lo que no le falta es memoria y sabe cómo se tienen que hacer las cosas para que algo no se haga, o se haga como quiere ETA, los criminales de esta banda diseñaron desde hace tiempo una campaña anti-TAV a la que ayer le pusieron la guinda ensangrentada.

El asesinato de Ignacio Uria a manos de ETA era una crónica anunciada porque desde hacía meses ya iban calentando motores desde su entorno para que este macabro hecho se cometiera: manifestaciones convocadas por grupos proetarras contra el TAV o por la misma ANV, kale borroka contra empresas, editoriales de los medios de comunicación proetarra contra el proyecto... todo iba haciendo el caldo gordo para que la situación desembocara en el asesinato de Uria.

Desde el PP vasco ya habíamos denunciado esta situación desde hace tiempo. Incluso Antonio Basagoiti peregrinó por las sedes socialistas y nacionalistas para pedir el apoyo a las empresas y trabajadores del TAV, y también para convocar una gran manifestación en favor de dicha causa. Pero nunca mejor dicho, nuestros patxis, urkullus y compañía le miraron como las vacas al tren, y no le dieron ninguna satisfacción al actual presidente de los populares vascos.

Hasta la portavoz del Gobierno de Ibarretxe decía que no le constaba que los ataques de violencia callejera a empresas relacionadas con el TAV provinieran del entorno de ETA. ¡Qué conocimiento tan profundo y acertado de la sociedad vasca por parte de la portavoz y del lehendakari! Porque ella, no lo olvidemos, habla en nombre de Ibarretxe.

Hoy todo son lamentos y preocupaciones, pero eso no devolverá la vida a Ignacio Uria. Sólo espero que la cuadrilla que encuentre en el más allá tenga más dignidad, humanidad, escrúpulos y moral que sus antiguos colegas de cartas.

Y a la ministra de Fomento le pediría que el primer Tren de Alta Velocidad que llegue a Euskadi lleve el nombre de Ignacio Uria en la locomotora de cabecera; para que nadie olvide lo que está pasando en esta tierra.

Carlos Iturgaiz es eurodiputado del Partido Popular.