Las dos bodas

Por Enrique Vázquez, periodista (EL PERIÓDICO, 17/11/05):

Para condenar el atroz atentado terrorista de Ammán, el presidente Bush dijo que los terroristas ni siquiera dudan en atentar "contra civiles inocentes que celebraban una boda". Es verdad, pero también celebraban una boda --y de las dos hubo un vídeo, como es de rigor en esos eventos-- en un pueblo iraquí cerca de la frontera con Siria, cuando las familias reunidas fueron diezmadas por un misil norteamericano en mayo del 2004. En Ammán murieron 56 personas; en la innominada aldea, unas 45. El Pentágono se limitó a decir que el incidente "estaba bajo investigación", y el inefable general Kimmitt afirmó que la fuerza aérea, solicitada, disparó contra lo que parecía ser una casa refugio de terroristas. Quien quiera los detalles puede ver, por ejemplo, la edición de 20 de mayo del 2004 de The Guardian. Antes de que el lector me reprenda por la falta de identidad final entre ambos hechos le diré que la asumo de antemano: es seguro que si el mando militar americano hubiera sabido con certeza que se trataba de una reunión familiar y no de un cónclave terrorista, el misil no habría sido disparado. Pero, a cambio, me concederá lo que más deseo subrayar al día de hoy: la relación no deliberada entre las dos bodas y su significado simbólico y político, la convicción de que la matanza de Ammán es inseparable de la guerra en Irak. El lunes trascendió que tres hermanos de la terrorista superviviente, iraquí, murieron en Faluya y Ramadi a manos norteamericanas. La tesis de que el islamoterrorismo es un hongo espontáneo y su argumentación central (el hecho de que Bin Laden y el 11-S son anteriores a la invasión de Irak) son sólidas, pero no contradicen la evidencia de que el hongo ha crecido mucho gracias al fertilizante de la insensata acción de los aventureros neoconservadores en Washington. Está universalmente admitido que Irak ha echado gasolina a la hoguera, en cierto modo ha legitimado la insurrección y ha hecho difícil discernir entre la genuina resistencia nacional y el terrorismo binladinista.

¿SE HABRÍAN producido los atentados en los hoteles y la muerte de los inocentes sin la invasión de Irak? Es difícil responder a una pregunta planteada en términos retóricos, pero hay muchos indicios que favorecen el no. Y están contenidos en los dos comunicados de Al Qaeda subsiguientes a los atentados, sobre todo en el primero, inusualmente prolijo. Su lectura sitúa abiertamente los ataques terroristas en el escenario iraquí, del que Jordania sería un umbral, un segundo frente, una base de "los cruzados", que tendrían en el país una "segura retaguardia" en lo que llama "sus antros". La mención de los cruzados, habitual junto a la de los judíos, es meridiana. Al Qaeda nunca se ocupa de China o Rusia, la India o Brasil, por citar grandes países, por una razón: no están en la sedicente "coalición internacional", de hecho un Ejército expedicionario anglonorteamericano con pequeñas adiciones valoradas por su importancia política. Los cruzados son la coalición, no la civilización occidental en su conjunto como pretenden algunas síntesis ligeramente reduccionistas. Con un discurso formalmente neutral, Jordania cooperó alevosamente en la invasión. Comandos norteamericanos entraron en Irak desde su territorio antes del primer bombardeo para neutralizar las pretendidas rampas de cohetes Scud que podrían ser disparados sobre Israel: la trilogía americano-jordano-israelí funcionó a la perfección, y los islamistas --que en esto, hay que decirlo tranquilamente, tienen mucho apoyo en la calle-- no han perdonado al Gobierno de Ammán su tratado de paz con Israel en 1994, que hizo bascular al reino hachemí desde el nacionalismo panárabe que sería de esperar en un descendiente directo del profeta hacia el regazo americano-sionista.

JORDANIA, pues, está de facto en la coalición, tiene frontera con Irak y el hecho de que Al Zarqaui sea jordano añade un plus de potencial peligro: es un enemigo jurado del régimen, su régimen, además de un terrorista yihadista. En términos técnicos, era una anomalía que no se hubieran registrado atentados en el reino hachemí tras lo sucedido en Egipto, Arabia Saudí, Túnez y Marruecos. El país pasa, además, por ser uno de los destinos de las llamadas extraordinary renditions (capturas clandestinas de terroristas entregados a servicios de confianza para que los ablanden con torturas antes de reenviarlos a manos americanas). Washington paga con generosidad y al contado con una fuerte protección política del rey Abdalá II y su régimen, cuarto receptor de su ayuda económica: 450 millones de dólares anuales, además de cofinanciar el poderoso servicio central de inteligencia jordano, que es el socio clave de la CIA en la región, más que el Mosad israelí. Las dos bodas-tragedia son hijas del mismo y desastroso contexto regional. Ninguna debió ser injustamente interrumpida.