Las elecciones de Barcelona como paradigma

No hay duda de que las elecciones municipales y autonómicas de la próxima primavera serán importantísimas. Lo serán para saber los equilibrios de fuerza y las posibles alianzas de cara a las elecciones generales y también para saber quiénes y con qué programas serán gobernadas las comunidades autónomas, las ciudades y los pueblos de nuestro país.

Muchas veces se ha tendido a separar o a unir de manera muy clara las dos dimensiones. Por un lado, se han hecho análisis o previsiones de conjunto sin tener en cuenta las particularidades de cada contexto, territorial o institucional. Por el otro, en cambio, se han magnificado esas mismas peculiaridades. Especialmente por lo que se refiere a las elecciones municipales, a menudo se ha afirmado que tendencias y alianzas son únicas e irrepetibles, de alguna forma despolitizando ese voto. Más allá del hecho de que siempre, en la política, todos los fenómenos son interdependientes, parece que estos planteamientos en cierta manera absolutos no enfoquen correctamente la cuestión.

Por muchas razones, pero sobre todo porque saber quiénes y con qué programas y alianzas gobernarán nuestros ayuntamientos (especialmente en el caso de las grandes ciudades, que tienen presupuestos cuantiosos y, por ello, una cierta autonomía institucional), significa saber con qué filosofía se gestionarán servicios básicos para la ciudadanía —incluyendo la cuestión nada menor de su accesibilidad real a los colectivos migrantes—, cómo se planteará una parte significativa de la fiscalidad, o qué tipo de respuestas se darán a los desafíos de la movilidad, la sostenibilidad, la vivienda o la ordenación espacial y urbanística. Visto de más cerca, todas ellas son cuestiones que impactan de manera clara en la vida cotidiana de la ciudadanía. Se diría más: en buena parte definen la propia condición de esta.

En este sentido, el caso de Barcelona es hoy paradigmático en la medida en que, después de años en que la disputa en torno a las políticas municipales ha sido interferida por las polémicas del procés, se vuelve ahora a hablar de acciones concretas, de opciones en torno al futuro de la ciudad.

Así parecen reflejarlo los últimos estudios demoscópicos: si es bien cierto que hay cuatro fuerzas y cuatro candidaturas (Xavier Trias, de Junts, Ada Colau, de Barcelona en Comú, Ernest Maragall, de ERC y Jaume Collboni, del PSC) que en estimación de voto parecen disputarse la alcaldía, también es cierto —así lo atestiguan la intensidad de la intención de voto y, sobre todo, la evolución de las tendencias— que se va perfilando una competición clara entre la alcaldesa Colau y el antiguo alcalde Trias, que desde el anuncio de su vuelta a la rueda de la ciudad condal ha movido sensiblemente todos los números de todas las encuestas realizadas. Y ello es natural: Trias y Colau representan proyectos de ciudad fuertes y contrapuestos. Trías —con un nivel de solvencia notablemente superior a otros exponentes de su espacio político, perdidos en una retórica independentista ya caducada y que tiende cada vez más al populismo nacionalista—, plantea una ciudad en la cual la iniciativa privada es concebida como motor de desarrollo y creación de riqueza sin más, en la cual la apuesta por el mantenimiento de un espacio destacado para el coche se considera positiva y en dónde hay un planteamiento clásico del problema de la vivienda que se resuelve en construcción de vivienda de protección oficial para su venta, por citar sólo algunos temas.

Colau, en cambio, quiere profundizar la apuesta para la peatonalización de la ciudad empezada en los mandatos anteriores (las llamadas superillas), armonizar la presencia de los actores económicos a través de un fuerte liderazgo público que se ocupe de redistribuir la riqueza creada y orientar la creación de vivienda pública a formas de explotación cooperativas, diseminadas en los diferentes barrios de la ciudad, con la idea de que el espacio es también una manera de igualar derechos y oportunidades.

Son dos proyectos legítimos, que definen recetas diferentes para los mismos problemas y que priorizan la satisfacción de los intereses de diferentes sectores sociales. En este sentido, los dos otros candidatos —con matices e intensidades diferentes y a falta de lo que pueda pasar en los próximos meses— parecen poder aspirar tan sólo a modificar, orientar o complementar uno de los dos modelos. Se trata, pues, de una competición política en mayúsculas, importante para las personas que residen en Barcelona, pero también para el conjunto de la ciudadanía, dentro y fuera de las fronteras españolas, en la medida en que los temas de la contienda (movilidad, servicios públicos, vivienda, sostenibilidad, inclusión) son los temas en la agenda de todas las grandes ciudades europeas.

Paola Lo Cascio es historiadora y politóloga.

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