Las elecciones europeas en Cataluña

Casi todos los análisis de los resultados de las pasadas elecciones europeas, además de prestar atención a la espectacular caída de votos de los dos partidos principales de España y a la aparición de la opción bolivariana de Podemos, también se han detenido en los resultados en Cataluña.

Es lógico que así sea porque en Cataluña el Gobierno autonómico ha anunciado la convocatoria de un referéndum el próximo mes de noviembre para independizarse y crear un Estado nuevo.

Un referéndum que, aunque todos saben que es absolutamente ilegal y que ningún país medianamente serio podría permitirlo, los partidos independentistas que lo apoyan no parecen dispuestos a suspenderlo o a aplazarlo.

Aunque no se puedan ni se deban extrapolar los resultados de estas elecciones, lo cierto es que constituyen un magnífico barómetro para conocer el estado de opinión de los ciudadanos y para detectar la tendencia de su voto en el futuro. Por eso se comprende el interés por interpretar correctamente los resultados en Cataluña. Y, sobre todo, por interpretar el significado de los votos que han ido a parar a las candidaturas de los partidos abiertamente independentistas: ERC y CiU. Aunque en este partido, que sigue siendo una coalición, quizás haya que distinguir a los dirigentes de Convergencia, independentistas sin remilgos, de los dirigentes de Unió, entre los que, a lo que parece, algunos no están tan claramente por la independencia.

Hay que tener en cuenta que, en estas elecciones, ERC y CiU llamaron a votar a los catalanes con el reclamo de elegir unos representantes que irían a Europa a llevar los argumentos de la independencia. Es decir, ERC y CiU tocaron a rebato para conseguir una representación lo más numerosa posible en Bruselas y para demostrar ante el mundo la extensión y la profundidad de las ansias independentistas de los catalanes.

Celebradas las elecciones, todos los dirigentes de ERC y CiU han mostrado un entusiasmo sin matices a la hora de ponderar el aumento de la participación en Cataluña con respecto a las anteriores elecciones europeas. En 2009 la participación en Cataluña fue del 36,94% y ahora ha sido de 10,7 puntos más, hasta llegar al 47,63%, pero la diferencia con el conjunto de España, donde la participación ha sido del 45,84%, es muy pequeña. Y, por ejemplo, en Madrid la participación ha sido superior, el 48,51%.

Este dato de la participación nos muestra que más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña, con derecho a voto, se han quedado en sus casas y es, a pesar del entusiasmo con que lo han recibido los partidos independentistas, la mejor demostración del limitado interés que la independencia suscita entre los catalanes. Porque si existiera un interés apasionado no cabe duda de que los catalanes habrían ido en masa a las urnas para demostrar al mundo su voluntad de desgajarse de España. O, sensu contrario, para demostrar su oposición al proyecto secesionista.

Si contemplamos los resultados de los partidos, nos encontramos con el triunfo de ERC con un 23,67% de los votos por un 21,87% de CiU. Es la primera vez que los republicanos superan a los convergentes, en una nueva demostración de que los electores siempre prefieren los originales a los sucedáneos. Porque siempre será difícil de justificar la adhesión de los convergentes al independentismo de ERC, después de que Jordi Pujol (su líder máximo) gobernara decenios sin mostrar el menor interés siquiera por cambiar el Estatuto y mucho menos por preconizar la secesión.

En total, ERC y CiU totalizaron el 19,6% de los votos del total del censo (1.142.867 votos sobre 5.317.298 ciudadanos de Cataluña con derecho a voto). Que es, se pongan como se pongan los independentistas, bien poca cosa para provocar la hecatombe que pretenden. Se trata de un dato que debe excitar el seny de los políticos responsables de Cataluña.

Quizás a estos votantes se podrían sumar los 258.554 que ha tenido ICV, que es un partido que está a favor de celebrar el referéndum pero que no se manifiesta claramente por la independencia (actitud bastante inexplicable, pues no se entiende bien lo de exigir un referéndum sin manifestar claramente qué vas a votar en él), e incluso los 117.096 del bolivariano Podemos, compañía que no creo que haga mucha gracia a los representantes de la burguesía nacionalista. Pero, aun así, el total de votantes partidarios de ese referéndum que lleva a no se sabe bien dónde sería el 26,4% de todo el censo catalán.

Bien poca cosa para provocar el seísmo en Cataluña, en España y en Europa que supondría la independencia y la aparición de un nuevo Estado, del que ni siquiera sus impulsores explican con claridad cómo sería.

Si los resultados de estas elecciones deben hacer reflexionar a los dos grandes partidos nacionales, también deben ser una llamada a la sensatez de los nacionalistas catalanes. Que 36 años de Constitución hayan demostrado que hay que mejorar muchos aspectos del régimen autonómico español, entre ellos las condiciones de integración política, cultural, social y económica de Cataluña, no parece argumento suficiente para llegar hasta este desafío independentista que han lanzado unos políticos que, en las urnas, solo han sido seguidos esta vez por apenas la quinta parte de los ciudadanos con derecho a voto.

Esperanza Aguirre, presidente del PP de Madrid.

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