Las falacias de Rajoy

Las falacias de Rajoy

Mariano Rajoy ha estado más pendiente de advertir la “catástrofe” de unas nuevas elecciones y de culpabilizar al PSOE del chantaje con el que quiere amenazarnos que de conseguir apoyos para su investidura como presidente del Gobierno. Así ha ido tejiendo un relato fundamentado básicamente en tres falacias, a saber:

-El PSOE bloquea la investidura de Rajoy y por ende ha provocado la situación de ingobernabilidad que se da en España obviando su “responsabilidad de Estado”.

-Urge cumplir de modo inmediato con los compromisos presupuestarios y de reducción del déficit con la Unión Europea.

-O Rajoy sale investido como presidente o vamos a unas terceras elecciones.

Desde el primer momento, Rajoy reivindicó que le correspondía a él gestionar la gobernabilidad de España. Así que lo primero que hizo fue exigir a los demás partidos que asumieran que el PP había ganado las elecciones y procedieran a rendirse. Consecuentemente, asumió el encargo del jefe del Estado para someterse a la sesión de investidura en el Congreso de los Diputados, si bien advirtiendo que igual se presentaba a dicha sesión, o no, en función de si tenía los apoyos para superar dicha sesión.

A partir de ahí, y con la complicidad de la Presidenta del Congreso, fue dilatando la convocatoria de la sesión de investidura, y aún siguió así pese a la oferta de pacto de Ciudadanos, a la que respondió dejando trascurrir los días de modo premeditado para amenazar a los españoles con unas probables elecciones un 25 de diciembre.

Gráficamente podemos decir que Rajoy salió a la cancha, se hizo con el balón y advirtió al resto de que si no le garantizaban que él ganaba el partido, no se iniciaba el juego.

Hemos podido ver cómo las condiciones impuestas por Ciudadanos, el único partido que no ha tenido escrúpulos a la hora de negociar con el PP, han pasado de ser condiciones previas a la negociación, condiciones a las que no se les podía modificar ni una coma, a resultar tan negociables que ya resultan irreconocibles. El modo en que Albert Rivera se ha prestado a redefinir el concepto de corrupción para eximir al PP de la depuración de responsabilidades políticas ha resultado grotesco. En escasos días, Ciudadanos ha perdido su principal seña distintiva, el objetivo de regeneración democrática, reescribiendo y devaluando sus exigencias.

Si con Ciudadanos, pese a su afinidad neoliberal, el Partido Popular ha resultado tan rácano, ¿qué cabría esperar de la negociación con otro partido tan antagónico como el PSOE? Si hasta para generar expectativas abusan de la parquedad, ¿cómo van a conseguir enganchar o motivar a otras formaciones políticas para que se sumen ampliando dicho acuerdo? Más que introducir dudas en la posición de los socialistas, el desarrollo de las negociaciones del PP con Ciudadanos no hace sino proporcionar argumentos para mantener la posición del partido socialista.

Si Rajoy en la sesión de investidura de marzo ironizó con el acuerdo entre Ciudadanos y PSOE remitiéndose a los pactos "de los toros de Guisando", el que se va forjando entre Ciudadanos y PP bien pudiera tratarse del pacto de la cabras de Guisando, por su infinita menor enjundia.

El PP está demostrando que sólo ofrece calor pero nada de compromisos políticos. No está dispuesto a redefinir sus cuentas, que es tanto como reestablecer sus prioridades, ni está dispuesto a revisar su acción legislativa pasada ni, por supuesto, está dispuesto a replantearse otro candidato que no sea Rajoy.

Los populares, insisto, sólo han buscado la rendición de Ciudadanos y del PSOE para allanar su candidatura, y de un modo especialmente a la fuerza. Llama la atención que alguien que quiere atraerse a otro lo haga con tan poca delicadeza, con tan poca seducción ni persuasión alguna. La campaña de presión contra el PSOE y, muy especialmente, sobre la persona de Pedro Sánchez, otro capítulo del ensañamiento personal que la derecha española ha venido ejercitando contra los dirigentes socialistas, no es de recibo y ha resultado tan vulgar que se ha vuelto en contra.

Así pues, es el PP el que ha estado bloqueando la situación y persistirá en ello tratando de hacer inviable cualquier otra salida de gobernabilidad que no sea la que pretende Rajoy. Por su parte, el PSOE desde su legítima autonomía política, tiene derecho a fijar una posición, que gustará o no, pero que debe ser absolutamente respetable, y que paradójicamente se va haciendo cada vez más respetable ante el abuso de las presiones y ante la firmeza y el valor por ejercerla hasta el final.

En cuanto a la necesidad de cumplir con nuestros compromisos con la Unión Europea, ésta surge del propio incumplimiento del Partido Popular con los acuerdos de reducción del déficit que el gobierno de Mariano Rajoy comprometió. El gobierno del PP ha incumplido con el techo de gasto que se fijó, con la regla de gasto, con el objetivo de déficit y con el objetivo de deuda.

Estaban advertidos, incluso por la propia Comisión de la UE, de que el presupuesto para 2016 no cumplía con las previsiones exigidas pero nada les disuadió de su propósito electoralista y consiguieron un déficit de recaudación que puede estimarse en conjunto, con sus implicaciones, en trece mil millones de euros que habrá que cuadrar ahora mediante la aplicación de recortes que afectarán, como siempre, a las prestaciones públicas.

Por último, en cuanto al dilema Rajoy o terceras elecciones, éste resulta de todo punto falso. Si la investidura de Rajoy fracasa, el Jefe del Estado según manda la Constitución, puede elevar sucesivas propuestas de candidatos. Remarco lo de sucesivas, aunque, eso sí, ya con un plazo limitado. A partir de ese momento pueden, al menos desde la perspectiva teórica, darse distintas soluciones que afecten a las formaciones políticas y también a los propios candidatos.

Así que “Rajoy o elecciones en diciembre” no constituye una disyuntiva sino el propósito de Rajoy, y es que el que verdaderamente quiere unas elecciones en diciembre, y con escasa participación, es el propio Rajoy. Como dije en otras ocasiones, a Rajoy le preocupa más cómo gobernar que su propia investidura. Estar acompañado con un socio como Ciudadanos, angustiado por su sobrevivencia y en una relación de desconfianza, y estar sometido al control y a la presión de un parlamento tan plural no supone un buen panorama para quien sólo sabe mandar.

Por ello, Rajoy que ni se plantea dar un paso atrás cediendo el testigo a otro compañero o compañera de su partido para que inicie una nueva etapa, es el que desea unas terceras elecciones que supongan la vencida. Entre tanto, seguirá afianzando su relato que el orden y la estabilidad lo representa él y el resto la incertidumbre.

En el intervalo que viviremos las próximas semanas pueden darse situaciones imprevistas, pero entre ellas a Rajoy sólo le preocupa una, que la presión se situé sobre su cabeza, exigiendo que dé un paso atrás con tal que la derecha mantenga el gobierno, pero para eso algunos, algunas, deberán acometer esa osadía y demostrar el mismo valor que tienen para con otros. ¿Se atreverán?

José Luis Ábalos es portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista en el Congreso.

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