Las Filipinas se incorporan a la carrera asiática

En 1980, mi padre llegó a los Estados Unidos para someterse a una operación del corazón, afectado por los rigores de su encarcelamiento por la dictadura de Ferdinand Marcos. La dictadura le ofreció un respiro, pero, cosa muy propia de ella, dependiente de sus caprichos. Tras haber sido condenado ya a muerte mediante fusilamiento por un tribunal irregular, mi padre se negó a levantar una bandera blanca. “La filipina”, insistió, “es digna de que se muera por ella”.

Tres años después, mi padre volvió a casa, no para morir, sino para infundir nueva vida a las desmoralizadas filas de la oposición a la dictadura. Su asesinato a su llegada al aeropuerto de Manila fue la prueba definitiva de la sinceridad de lo que había proclamado toda su vida.

En 1986, mis compatriotas desafiaron pacíficamente a los tanques de Marcos y demostraron su fe en sí mismos. Marcos huyó y se restableció la democracia sin derramamiento de sangre.

Mi madre, que entonces llegó a ser Presidenta, también lanzó un mensaje duradero: sólo se podía garantizar la democracia que habíamos recuperado a tan alto precio con un sólido compromiso de hacer que sus instituciones funcionaran.

En 2009, mis compatriotas volvieron a salir a las calles para acompañar a mi madre hasta su último lugar de descanso. Aquella masiva expresión de solidaridad desembocó en las gestiones para reclutarme a fin de que presentara mi candidatura para las elecciones presidenciales de 2010. En las urnas, mis compatriotas me encomendaron el mandato solemne de hacer de la democracia el medio para eliminar la corrupción y aliviar la pobreza.

Nuestro gobierno está comprometido con la transformación de un país en el que los buenos acaban los últimos para que pase a ser otro en el que quienes se desvíen del camino recto se enfrenten al castigo por sus delitos. Nuestro objetivo es el de emancipar a los ciudadanos para que exijan el Estado de derecho, independientemente de quien esté en el poder. De mis colegas en el gobierno se espera que lo demuestren mediante reformas sostenidas que fomenten la meritocracia, la transparencia y la rendición de cuentas.

Comenzamos con el Organismo Nacional de Alimentos, empresa estatal encargada de velar por un abastecimiento suficiente de arroz. De 1972 a 2000, el ONA acumuló 12.900 millones de pesos (290 millones de dólares) de deuda. Un año después de ocupar su cargo, mi predecesora aumento la deuda del ONA hasta 18.000 millones de pesos. Durante los ocho años y medio siguientes, su gobierno importó mucho más arroz que el que necesitábamos, lo que originó una deuda de 177.000 millones de pesos en el momento en que abandonó su cargo.

Con un cambio respecto de la ilógica política de importación del pasado, centramos nuestras energías en revitalizar el regadío rural, con lo aumentaron las primeras cosechas de la estación seca. Este año, nuestro gobierno importará un 64 por ciento menos de arroz que en 2010.

Mi padre me enseñó que la libertad más importante es la no estar preso del hambre. Sin seguridad alimentaria, las personas no pueden tener posibilidad alguna de lograr la movilidad social. Ésa es la razón por la que estamos invirtiendo en nuestros compatriotas mediante un programa de transferencias  condicionadas de efectivo, llamado Pantawid Pamilya en tagalo, inspirado en el modelo de Bolsa Familia del Brasil.

También estamos prestando asistencia monetaria a familias pobres con la condición de que las madres embarazadas y los hijos aprovechen la atención de salud preventiva y los niños asistan asiduamente a la escuela. Dicho programa beneficia a 2,3 millones, aproximadamente, de familias pobres y les brinda otra clave para la movilidad social.

La movilización de recursos para esos programas sociales depende de los recortes de programas dispendiosos y la erradicación de la corrupción en nuestra burocracia. Un organismo en el que tradicionalmente los chanchullos y la corrupción en gran escala estaban generalizados era el Departamento de Obras Públicas y Carreteras. Al instituir un sistema de licitaciones abiertas, competitivas y transparentes, el departamento ha ahorrado 2.500 millones de pesos en 3.692 proyectos a escala nacional en el año pasado. Al final de este año, esperamos haber ahorrado entre 6.000 y 7.000 millones de pesos, que se podrán utilizar para otros proyectos de desarrollo de la máxima prioridad.

Para fomentar la transparencia fiscal, nuestro Departamento de Hacienda ha creado un sitio web llamado “Pera ng Bayan” o “El dinero del pueblo”. Permite al público informar anónimamente sobre fraudes fiscales, contrabandistas y delincuentes. Asimismo, el Gobienro somete a los funcionarios a comprobaciones de su estilo de vida e investiga sus declaraciones de activos y pasivos para averiguar si lo que han adquirido esta proporcionado con sus ingresos declarados.

Esas campañas están dado resultados. Se han incoado setenta y siete causas por evasión fiscal y 43 por contrabando con unas reclamaciones que ascienden en total a más de 26.000 millones de pesos y 58.000 millones de pesos, respectivamente, contra grupos y personas.

Pero no basta con ser eficiente y honrado con el gasto público. También debemos atraer inversión extranjera, pese a las dificultades que afrontan Europa, los Estados Unidos y el Japón. Nuestra diplomacia económica tiene tres objetivos principales, uno de los cuales es el de conseguir más mercados para nuestras exportaciones e incitar a mas turistas a que visiten el país.

Nuestra diplomacia esta centrada también en la protección del bienestar de los diez millones, aproximadamente, de filipinos que trabajan en el extranjero, pero la forma mejor de velar por que nuestros compatriotas no se vean obligados a marcharse al extranjero en primer lugar es la de atraer inversión para crear puestos de trabajo en casa y mitigar la pobreza.

La inversión ha ido acudiendo, pero se necesita más. Nuestro sector de subcontratación de servicios empresariales ocupa ahora el segundo puesto del mundo, después del de la India, con unos ingresos de 8.900 millones de dólares en 2010 y se prevé que ascienda a 11.000 millones de dólares en 2011. Las Filipinas ocupan también el cuarto puesto en el mundo en materia de construcción naval.

Nuestra adecuada gestión fiscal ha recibido un reconocimiento generalizado, pues durante nuestro primer año de gobierno todas las agencias de calificación crediticia han aumentado la de las Filipinas y el Foro Económico Mundial nos clasificó en el puesto 75º en su último Informe mundial sobre competitividad: un salto de diez puestos desde el año pasado y la clasificación más alta de las Filipinas desde que éstas empezaron a figurar en ese estudio.

Hace sólo poco más de un año, las Filipinas reabrieron el negocio con una nueva dirección. Funciona muy bien y va camino de llegar a ser cada vez más rentable.

Benigno S. Aquino, presidente de las Filipinas. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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