Las fronteras de la electricidad

En el mundo hay casi 1.500 millones de personas sin acceso a la electricidad, más de la mitad de ellas en la región de Asia y el Pacífico. Lamentablemente, en el mundo actual es casi imposible encontrar actividades viables y productoras de ingresos sin acceso a la electricidad.

Las tecnologías de las energías renovables (TER) son inestimables para quienes viven fuera de los límites de las redes eléctricas. Según los cálculos de la Red de políticas sobre energías renovables para el siglo XXI (REN21), en todo el planeta hay decenas de millones de hogares rurales que cuentan con energía renovable, pero siguen representando una simple gota en el océano.

¿Por qué no llega la red eléctrica a dichos hogares, en primer lugar? Para empezar, suelen estar situados en aldeas remotas, en las que el acceso a la red resulta prohibitivo. Los gobiernos carecen tanto de los medios como de la motivación para hacerlo, dada la imposibilidad de recuperar los costos de llevar la electricidad hasta los habitantes de aldeas pobres, con frecuencia porque los precios subvencionados de la electricidad reducen los ingresos. En algunos casos, tiene sentido ampliar la red después de eliminar esas distorsiones, pero en los casos en los que las aldeas y los hogares se encuentran en lugares demasiado remotos, esa ampliación nunca tendrá sentido económico.

Esos hogares recurren a combustibles tradicionales, como, por ejemplo, la leña, el aceite y las velas para calentarse e iluminarse, lo que provoca una grave contaminación dentro de las casas, por no hablar de los peligros crónicos de incendio. Un estudio tras otro han demostrado los efectos devastadores que tiene la contaminación interior para las mujeres, los niños y las finanzas de la sanidad pública. Además, esos combustibles no son baratos, pues cuestan a los hogares aislados una proporción importante de sus ingresos.

En las zonas a las que no llegan las redes eléctricas, las TER representan una solución viable y revisten diversas formas: sistemas de energía solar para las casas, minigeneradores hidroeléctricos, turbinas eólicas situadas en los techos de las casas y minirredes en el nivel de las aldeas mediante una combinación de generadores diesel y fuentes renovables locales, por citar sólo algunas. Un sistema solar para las casas conecta un panel fotovoltaico con bombillas fluorescentes, radio e incluso televisión, mediante una batería y un regulador de corriente. Un estudio del Banco Mundial ha mostrado que un sistema solar para las casas de 20 vatios puede reducir en unos l5 litros el consumo mensual de queroseno en los hogares rurales.

Muchos preguntan por qué hay que usar la tecnología más cara para las personas más pobres. Un panel de 20 vatios podría costar unos 200 dólares, suma enorme para familias que ingresen 2.000 dólares o menos al año. Sin embargo, con la financiación a plazos, los costos mensuales resultan no sólo asequibles, sino también competitivos frente a los combustibles tradicionales. El costo del alquiler mensual de dicho panel de 20 vatios, cuando abarca un período de diez años, puede representar tan sólo 1,60 dólares y en las zonas a las que no llegan las redes eléctricas las TER ofrecen beneficios tangibles: mejor iluminación, un medio doméstico inocuo y libre de humo y la oportunidad de conexión con el mundo mediante la televisión o la radio.

Los gobiernos de los países en desarrollo y pobres han estado promoviendo proyectos para distribuir las TER durante decenios, apoyados por instituciones multilaterales, programas bilaterales de ayuda u organizaciones no gubernamentales. Normalmente, el sector privado no ha participado, en vista de los largos períodos de recuperación de los costos, las pequeñas dimensiones del mercado y la falta de crédito al consumo.

Pero ahora está cambiando la naturaleza de esos proyectos. Las repercusiones, con frecuencia debilitantes, del modelo tradicional de ayuda exterior en los sectores privados incipientes de los países en desarrollo han propiciado una revisión fundamental. Los nuevos proyectos están más impulsados por el mercado, pues los donantes van centrándose cada vez más en la creación de capacidad de las instituciones reguladoras y técnicas nacionales y fortaleciendo la posición de las empresas del sector privado existente para que se ajusten al mercado.

Precisamente dicho modelo fue el que propició la aparición en China de la famosa norma “Sol Dorado” para paneles solares, que se centró en muy gran medida en el fortalecimiento de las instituciones técnicas. Con frecuencia se atribuye a ese proyecto el mérito de haber propiciado el auge de la fabricación de paneles fotovoltaicos en China, que ha destronado a Alemania y los Estados Unidos y ha pasado a ser la mayor productora del mundo.

Hay muchas formas de emprender la electrificación rural mediante las TER. Los gobiernos pueden elegir tecnologías para el nivel del hogar o microrredes eléctricas para el nivel de la aldea; contar con la participación de donantes de ayuda o recurrir a otros modos de financiación; ofrecer subvenciones para alentar a los emprendedores privados o concesiones de los servicios energéticos a las compañías de servicios públicos; alquilar el equipo mediante la concesión de créditos al consumo o venderlo por adelantado.

Lo importante es reconocer que hay un amplio espectro de opciones disponibles y que se deben intensificar las medidas en gran escala. Tan sólo en la India, una de cada dos personas carece de acceso a la electricidad. Si no queremos dejar aisladas a las comunidades y deseamos velar por un crecimiento económico no excluyente, debemos empezar por lo básico.

Por Malavika Jain Bambawale, investigadora en el Centro sobre Asia y la Mundialización de la Escuela Lee Kuan Yew de Políticas Públicas de Singapur. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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