Las horas bajas de Hollande

El cielo sigue oscureciéndose para el presidente francés François Hollande en su vertiente económica y social un año después de su llegada al Elíseo. En el terreno del desempleo se ha batido un nuevo récord: ya hay 3.260.000 parados en Francia, lo que supone un incremento del 12% en un año. Los más afectados por el paro son los menores de 25 años, cuando François Hollande había hecho de la juventud una prioridad. Muchos de los que tienen un trabajo lo tienen en precario y con serios problemas para proyectarse hacia un futuro mejor. François Hollande ve comprometida su promesa de invertir la curva del paro antes de que acabe el 2013, especialmente porque no se ha conseguido crecimiento económico, principal motor del empleo.

El porcentaje de crecimiento para este año será nulo. El déficit comercial de Francia está cercano a los 80.000 millones de euros. El déficit presupuestario no bajará del 3%, como exigen las reglas europeas, antes del 2015. Existe una diferencia de deducciones obligatorias respecto al PIB: 46% en Alemania, 57% en Francia. En estas condiciones la Comisión Europea ha enviado un cierto número de recomendaciones a los dirigentes franceses. Reducir el déficit presupuestario, reformar la organización territorial para economizar, reformar el sistema de jubilaciones, reducir el coste del trabajo, rebajar el coste de los gastos en sanidad, abrir las profesiones regladas a la competencia, reformar la prestación de desempleo, etcétera.

François Hollande reaccionó enérgicamente declarando que la Comisión “no tiene que dictarnos lo que tenemos que hacer”. Juega sobre el sensible filo de la defensa de la soberanía de Francia respecto al poder de Bruselas. Es hábil en la medida en que incluso en Francia, país en el origen de la construcción europea y donde el sentimiento preeuropeo siempre ha sido muy fuerte, existe una desconfianza cada vez mayor respecto de las instituciones europeas. Europa ya no es vista como un motor de crecimiento o de protección social sino como una empresa de desregulación que quiere anular los derechos sociales adquiridos.

De hecho Bruselas no hace más que imponer el respeto a las reglas fijadas por los propios estados miembros. Pero cuanto más Bruselas da la sensación de que dicta la marcha a seguir, tanto más los gobiernos se ven debilitados respecto a sus propias opiniones públicas.

Pese a un ligero repunte este pasado mes de mayo, François Hollande ha batido récords de impopularidad. Los franceses le votaron bajo el eslogan “El cambio es ahora” pero no han visto ningún cambio en los asuntos más importantes: el empleo y la capacidad adquisitiva. Las reformas sociales como el “matrimonio para todos” han dividido profundamente al país entre los que están a favor y en contra y sólo responden a las aspiraciones de una parte del electorado de Hollande.

El presidente, sin embargo, no quiere esconder la cabeza. Opina que está llevando a cabo reformas difíciles que permitirán que Francia reencuentre la competitividad. Más que a las encuestas, mira el calendario. Las elecciones municipales y europeas no deberían ser un fracaso en el 2014 para el Partido Socialista en el poder. Pero Hollande tiene su cita marcada en el 2017, fecha de la próxima elección presidencial. Espera que la situación económica de Francia empiece a mejorar a partir del 2015 y obtener los beneficios en la cita electoral. Sus seguidores recuerdan que cuando llegaron al poder existía una gran inestabilidad en la zona euro, que se ha fortalecido una nueva forma de solidaridad y que, si no todo está arreglado, la zona euro se ha estabilizado. Mientras que Alemania ve en la zona euro un centro y una periferia en la que sitúa a los países mediterráneos, Francia aboga por una integración solidaria. Se trata de que Francia sea un Estado tampón entre Alemania y los países del sur para lograr la convergencia de quienes están en la periferia. Los partidarios de Hollande opinan que Sarkozy cometió un gran error eximiéndose de las reglas presupuestarias en el 2007-2008, incluso antes del estallido de la crisis financiera, lo que afectó a la credibilidad de Francia respecto a Alemania.

François Hollande y Angela Merkel, tras un comienzo difícil, cooperan mejor juntos. Alemania, que no puede dar la imagen de imponer su hegemonía a Europa, necesita para ello a Francia. Pero si Francia es demasiado débil no puede hacer de contrapeso de Alemania. Es necesario, por tanto, restaurar las capacidades presupuestarias de Francia.

“Nicolas Sarkozy era hipervisible pero reformó poco”, dicen los seguidores de Hollande, quien es presentado como un reformador púdico que piensa que Francia no se reforma mediante el miedo ni los grandes discursos. La integración solidaria aparece como la única vía posible. Si las distancias se agrandan y la juventud de los países del sur cree que tiene menos oportunidades que antes, Europa estallará y ello irá en detrimento de Alemania.

Uno de los triunfos de Hollande es también la gran división del partido de la derecha, la UMP, tetanizado por el hecho de saber si Sarkozy volverá o no, dividido por la batalla entre sus jefes y por el debate de saber si serán o no necesarias alianzas con la extrema derecha.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París.

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