Las horas bajas de Hollande

La derrota de Francia contra la roja hace unos días no ayudó a aliviar los problemas de François Hollande, aunque lo peor está en otros frentes. Según un sondeo publicado el pasado 24 de marzo, sólo el 31% de los franceses están satisfechos con la acción de François Hollande en tanto que presidente de la República. Pierde, por tanto, seis puntos respecto a la encuesta anterior. Poco después de su elección, había escalado hasta el 61% de opiniones favorables. Tal caída constituye un triste récord de impopularidad en sólo diez meses durante la Quinta República. El 30% de los franceses está muy descontento con su actuación y otro 38% está mayoritariamente descontento. Y las malas noticias nunca vienen solas. Jerôme Cahuzac, ministro del Presupuesto, uno de los pesos pesados del Gobierno, tuvo que presentar la dimisión en plena preparación del presupuesto para el 2013 a raíz de la sospecha –luego confirmada– de haber tenido una cuenta bancaria en Suiza para evadir impuestos, lo que casa muy mal con el periodo actual de rigor presupuestario y de debate sobre la presión fiscal.

¿Cómo se explica este récord de impopularidad? Está claro que por culpa de la situación económica y social. El desempleo ha seguido subiendo desde la elección de François Hollande en mayo del 2012, hasta alcanzar otro récord histórico del 10,6% de la población activa. Lleva subiendo 22 meses consecutivos y alcanza ya a 3,1 millones de personas. El hecho de que la situación sea peor en Italia o en España no consuela en absoluto a los franceses. Habían elegido a François Hollande por la promesa de un Estado ejemplar pero sobre todo por la esperanza de acabar con el paro masivo que desespera a la sociedad.

Un comportamiento más modesto que su predecesor y un mayor respeto por las reglas de probidad (Cahuzac ha dejado el cargo rápidamente, mientras que en el quinquenio de Nicolas Sarkozy los ministros encausados se aferraron al cargo durante largo tiempo) son elementos que la ciudadanía ha apreciado pero que no bastan. Los debates en el seno de la sociedad, como el relativo al matrimonio homosexual, bautizado “matrimonio para todos”, son apoyados por una mayoría de los franceses pero pueden volverse contraproducentes. Se reprochará al Gobierno que se ocupe más de esos temas que de implicarse a fondo en el problema más duro y el único que importa: el empleo.

El compromiso de mantener el déficit presupuestario en el 3% del PIB no se ha podido cumplir pese a un ajuste fiscal particularmente severo. Más aún, los organismos de previsión prevén un crecimiento muy limitado para este año, entre el 0,1% y el 0,3%, mientras que el Gobierno preveía un 0,8%. Todo ello hace prever que no se podrá invertir la curva del paro a medio plazo. El Consejo Constitucional ha invalidado la medida estrella del Gobierno de gravar hasta el 75% las rentas superiores a un millón de euros. Existe también inquietud sobre el futuro de las pensiones.

Fábricas que Hollande había visitado durante la campaña electoral para apoyar a los trabajadores que luchaban por mantener su puesto de trabajo (Florange, Goodyear, Continental) han cerrado o están amenazadas de cierre.

Es verdad que François Hollande puede aducir que no ha tenido ninguna derrota electoral antes de las elecciones municipales y europeas del 2014. Estas últimas podrían ser un auténtico varapalo para los socialistas. En cuanto a las elecciones locales, el riesgo es limitado por cuanto el factor personal ejerce un gran papel y los alcaldes de izquierda tienen una buena imagen. El riesgo está, sobre todo, en una abstención masiva y en una gran subida del Frente Nacional, que podría entrar en numerosos consejos municipales y desde ellos al Senado, ya que son los electos locales quienes eligen al senador. Una elección parcial celebrada en el Oise el domingo 25 de marzo vio enfrentarse en la segunda vuelta a un candidato de la UMP con uno del Frente Nacional, pues el Partido Socialista había quedado excluido en la primera vuelta. El candidato de la UMP sólo ganó por un puñado de votos y el Frente Nacional obtuvo más del 48,5% de los votos. Las desgracias de Sarkozy, ahora imputado, no le sirven a Hollande pero sí al Frente Nacional, bajo el lema “Todos podridos”, y con su condena de los responsables políticos de derecha y de izquierda, incapaces de crear empleo.

El éxito de la intervención militar francesa en Mali dio a Hollande un respiro temporal en la opinión pública, pero el beneficio se esfumó rápidamente. El único frente que preocupa a los franceses es el del paro.

François Hollande podría plantearse que la próxima elección presidencial no será hasta el 2017. Hasta entonces tiene tiempo para cumplir sus promesas. El sistema mediático hace que le sea imposible ignorar su impopularidad y la situación económica le impide modificarla a corto plazo. Pero quiere decir también que hasta que venza el plazo que realmente cuenta (el quinquenio) no hay nada decidido. Un despegue económico a partir del 2015 jugaría a favor de Hollande de cara a su reelección. Y podría argumentar que los sacrificios que ha pedido se han repartido con justicia y que han sido eficaces.

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