La dirigencia política occidental, cada vez más preocupada por las guerras que se desarrollan en Ucrania y Gaza, corre riesgo de perder influencia geopolítica en un país de las costas del Mar Negro, pequeño pero estratégicamente importante: Georgia.
El 29 de abril, en una de sus escasas apariciones públicas, Bidzina Ivanishvili (un multimillonario ermitaño, fundador y líder de facto del gobernante partido Sueño Georgiano) acusó a Estados Unidos y a la Unión Europea de ser un «partido [occidental] de la guerra global» y de inmiscuirse en los asuntos internos de Georgia.
Tomando prestada una página del manual del presidente ruso Vladímir Putin, Ivanishvili prometió reintroducir una ley sobre «agentes extranjeros» por la que toda organización que reciba más del 20% de su financiación desde otros países quedaría catalogada como una entidad bajo influencia extranjera. Con esta ley al estilo del Kremlin, el gobierno podría eliminar ONG que trabajen por la democracia y el Estado de derecho, suprimir medios independientes y erradicar la oposición. En vista de lo cual, el cierre del discurso de Ivanishvili, en el que prometió el ingreso a la UE, sonó como una broma orwelliana.
El discurso, seguido de inmediato por la aprobación de la ley el 14 de mayo, señaló el giro de Georgia hacia un régimen autocrático similar al del presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko. Decenas de miles de manifestantes, liderados por la juventud georgiana, han salido a las calles para expresar disenso, y son cada vez más, a pesar de los violentos ataques del gobierno a manifestantes y políticos opositores.
La situación en Georgia no es nueva. El gobierno ya había introducido una ley sobre agentes extranjeros en marzo de 2023, pero se vio obligado a retirarla tras protestas masivas. Después de eso Georgia obtuvo la candidatura a ingresar a la UE, lo que reafirmó la confianza de muchos georgianos en el futuro europeo de su país. Entonces ¿qué llevó a Ivanishvili, con su aparente postura prooccidental, a dar media vuelta antes de las elecciones para el parlamento y cuando el 90% de la población está a favor del ingreso a la UE?
La respuesta está en Rusia, donde Ivanishvili amasó su fortuna. Georgia es un tesoro para Putin, porque es una pieza fundamental del «corredor medio» (la ruta más corta para conectar a Europa con China y Asia Central).
Un buen ejemplo es el recorrido del proyecto de puerto de aguas profundas en la ciudad georgiana de Anaklia. En 2016 se otorgó el contrato para la construcción y operación del puerto a un emprendimiento conjunto entre TBC Holding, de Georgia, y Conti International, una empresa con sede en los Estados Unidos. Pero en 2020 el gobierno georgiano anuló el contrato, probablemente bajo presión de Rusia, y ahora considera ofertas de inversores chinos.
Sin embargo, para impedir avances de Occidente en Georgia no bastan maniobras geopolíticas. El gobierno georgiano también tiene que apelar a la represión interna para detener avances hacia la pertenencia del país a la UE y a la OTAN.
Que Ivanishvili (que dirige el país desde 2012, aunque en general desde un segundo plano) haya sido siempre un caballo de Troya ruso o sólo haya decidido hace poco que la democracia no sirve a sus intereses personales y políticos ya no tiene importancia. En cualquier caso el resultado es el mismo: Putin ha hallado en él un firme aliado, que parece igual de decidido a distanciar a Georgia de Occidente. Es un objetivo muy peligroso ahora que la lucha por el futuro de Ucrania entra en otra fase decisiva.
La apuesta de Rusia es grande. Enterrar el futuro europeo de Georgia fortalecería la influencia del Kremlin en la región del Caspio y en Asia Central y acercaría a Putin a su objetivo de reconstruir el imperio ruso. Cuando en diciembre de 2023 dio a Georgia la condición de país candidato, la UE envió una señal a los países vecinos (y en particular a Armenia y Azerbaiyán) de su compromiso con la integración de la región a largo plazo. Esto ha llevado a Armenia (avanzada estratégica de Rusia en el Cáucaso) a buscar lazos más estrechos con la UE.
También los países centroasiáticos, ricos en recursos energéticos y minerales, han expresado un creciente interés en cooperar con la UE. Putin comprende que aplastar las aspiraciones democráticas y prooccidentales de Georgia puede poner fin a estos hechos no deseados.
A la par de la resistencia de los georgianos a la rerrusificación de su país es necesario que Occidente también actúe. Estados Unidos ha dado pasos en la dirección correcta: en la Cámara de Representantes y en el Senado se han introducido dos proyectos de ley para apoyar la democracia georgiana y sancionar a políticos y funcionarios que intenten destruirla. Además, el secretario de Estado Antony Blinken ha anunciado que se restringirá el otorgamiento de visado a toda persona que atente contra instituciones o procesos democráticos en Georgia.
Pero para que las prohibiciones de viaje y sanciones financieras propuestas no sean amenazas vacías, Estados Unidos y la UE tienen que imponer restricciones a Ivanishvili y a los principales actores de su círculo, incluidos los matones que se dedican a intimidar a los manifestantes. Esto sería la señal más clara de apoyo occidental a la democracia georgiana.
En tanto, en preparación para la elección parlamentaria de octubre de 2024, Georgia necesita tanta ayuda como sea posible, y esto debe incluir un ejército de observadores electorales. Los partidos de la oposición georgiana han comenzado a formar un frente proeuropeo para desafiar al partido gobernante, pero necesitarán un fuerte apoyo internacional.
La próxima elección será un referendo sobre el futuro europeo de Georgia, y si no es justa, Occidente puede perder su influencia en la región. Para que la democracia georgiana sobreviva a esta crisis, se necesita una política coordinada de Estados Unidos y la UE. Una victoria de los aliados de Putin tendría consecuencias devastadoras para los georgianos y para Occidente.
Salome Samadashvili, a former head of Georgia’s Mission to the European Union, is a member of Georgia’s parliament and Political Secretary of the Lelo for Georgia party. Traducción: Esteban Flamini.