Las lenguas de Twitter

El español es la segunda lengua más utilizada en la red social Twitter, después del inglés. Así lo anunció el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, en el acto de presentación del Anuario 2012. El español en el mundo. La noticia sobre el profuso uso del español en la célebre red social corrió como exhalación de boca en boca —también de tuit en tuit— por toda la geografía ibérica e iberoamericana. El anuncio, además, añadía otro dato que suscitó igualmente gran interés: dos de cada tres tuits enviados en Cataluña se escriben en español.

Unos datos presentados de forma escueta pueden ser objeto de múltiples interpretaciones. Esta información referida al uso de la lengua española en Twitter procede de un estudio colectivo, publicado en diciembre de 2012, que lleva como título The Twitter of Babel: Mapping World Languages through Microblogging Platforms y que fue redactado por investigadores procedentes de la biología, la física y el análisis de redes complejas.

Resulta llamativo que el español ocupe el segundo lugar, tras el inglés, por número de usuarios, pero mucho más que la tercera y la cuarta lengua en Twitter sean el indonesio y el malayo, o que el francés no aparezca hasta la posición 14ª y el alemán, hasta la 16ª. También es significativo el análisis de los usos idiomáticos en Nueva York, bien conocida por su diversidad cultural: de sus cinco grandes barrios, tres —Harlem, Bronx y Queens— muestran un uso mayoritario de Twitter en español, excluido el inglés. Pero el español no solamente es utilizado por las comunidades hispanas, sino que es compartido por gente de diferente procedencia cultural, descubriendo una dimensión de lengua franca intraurbana que hasta ahora solo el inglés había ofrecido. Y es que los hispanohablantes han encontrado en Twitter un vehículo adecuado a sus necesidades comunicativas, no en vano fue el primer idioma al que los propios usuarios tradujeron la aplicación. Y no extraña que la Real Academia Española se haya apresurado a sancionar las voces tuit, tuitear y tuitero, por lo que habrá que cruzar los dedos para que la empresa estadounidense del pajarillo piador no quiebre antes de que la vigésima tercera edición del diccionario académico salga a la luz en 2014.

El estudio aplica una compleja metodología sobre los millones de tuits enviados durante casi dos años (2010-2012) por seis millones de usuarios en más de 100 países. Los mensajes, enviados siempre desde teléfonos celulares, eran etiquetados mediante GPS y la lengua en que estaban redactados se detectaba automáticamente. Las conclusiones muestran hechos muy reveladores, como la clara correlación existente entre el uso de Twitter y el PIB de un país o la frecuente coincidencia entre las lenguas empleadas en los mensajes y los datos censales.

Desde una perspectiva sociológica, los datos de nuestro estudio merecen matización. Por un lado, hay factores, como el nivel de vida o la edad, que condicionan el acceso a las redes sociales a través de dispositivos móviles y que deben valorarse a la hora de sacar conclusiones sobre la distribución geográfica y social de las lenguas. Por otro lado, los movimientos poblacionales, como los que ocasiona el turismo, otorgan presencia a determinadas lenguas en territorios alejados de su origen. Y a ello debe añadirse que, a menudo, los mensajes que se transmiten por las redes no son monolingües, sino que suelen incluir alternancias de lenguas, en juegos expresivos condicionados por las habilidades lingüísticas de cada usuario.

La universalización de la mensajería instantánea y de las plataformas de redes sociales está abriendo un universo comunicativo inimaginable hace pocas décadas; y en el caso de Twitter ese universo se expresa a golpe de mensajes de tan solo unas decenas de caracteres. La comunicación en “espacios reducidos” no es ni mucho menos novedad para el ser humano; incluso hay creadores que se mueven con particular agilidad en las distancias cortas: Juan José Arreola era un maestro del minimismo literario, como Augusto Monterroso, y la celebración de la llamada “tuiteratura” se expande como el aceite, sin que sea obligado llegar al extremo de la obra titulada Reducción de un poema a una sola letra, de François Le Lionnais, cuyo contenido todo era, simplemente, “T.”. En esta época de prisas y apretones, se siente como muy apropiada la expresión a base de “textículos”, en terminología de Raymond Queneau.

Hace unos días me preguntaba una periodista costarricense cómo creía que se beneficiaba el español de la producción de millones de textos plasmados en mensajes de 140 caracteres o menos. No hay duda: cualquier enunciado, por menudo que sea, beneficia a la lengua en que se expresa y ningún uso es pequeño. La lengua es un bien de club y, cuanto más la utilizamos, mayor es su valor, por cortos que sean los mensajes emitidos; unos mensajes que los hablantes construirán en la(s) lengua(s) de su elección. Cervantes lo dijo en el Quijote: “Razón sería que no se desestimase al poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno, que escribe en la suya”. Elija cada uno la lengua que necesite, en 140 caracteres o en 140.000.

Francisco Moreno Fernández es director académico del Instituto Cervantes y catedrático de la Universidad de Alcalá.

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