Las matemáticas perversas

Si matas a un hombre inocente es como si hubieras matado a todo el mundo (Corán)

El viejo y eficaz truco de todo tipo de criminales y sus ideólogos es acusar a los otros de los mismos delitos y así minimizar y relativizar sus crímenes. Justamente, esto ocurre con la última polémica en Croacia provocada por el trato que el Gobierno de este país ha dado a dos tristes conmemoraciones: la de Bleiburg (Austria), donde los partisanos ejecutaron a los ustachis (fascistas croatas de la segunda guerra mundial) y a los que les acompañaban en su huida a Occidente, y la de Jasenovac, el terrible campo de concentración, donde los mismos ustachis cometieron indescriptibles crímenes contra los partisanos, serbios y judíos. Para la celebración en Bleiburg se han asignado 500.000 kunas y para la de Jasenovac, solo 100.000 kunas (actual moneda croata).

Pero el juego de las cifras no se limita al dinero. Como la mayoría de las víctimas del campo eran serbias, la historiografía de este país aumentaba su número hasta 800.000. Al mismo tiempo, el régimen croata lo rebajaba hasta solo 50.000. Al mismo tiempo, se aumentaba el número de los asesinados en Bleiburg, intentando conseguir el empate --mitad y mitad-- o, mejor dicho, 50.000 de los nuestros contra 50.000 de los vuestros. Así se ha creado una situación absurda: los fascistas serbios llaman "los nuestros" a los antifascistas de su nacionalidad asesinados en Jasenovac y, al mismo tiempo, los antifascistas croatas consideran como suyos a los fascistas croatas ejecutados en Bleiburg.

En la polémica tuvo que implicarse el presidente de Croacia, Stipe Mesic, recordando a los nacionalistas de su Gobierno que ni una víctima de Jasenovac tenía la culpa de las ejecuciones de Bleiburg, pero que muchos de Bleiburg eran culpables de los crímenes de Jasenovac.

La historiografía serbia actual repite el mismo juego con las víctimas de la guerra en Bosnia. Hasta un famoso director de cine, antes bosnio-musulmán y ahora convertido a serbio-ortodoxo, afirma que en Bosnia murieron "solo" 95.000 personas, de las cuales casi la mitad eran serbios. Otro empate técnico o la interpretación libre de los resultados de una investigación independiente que contradice los números de ACNUR (200.000) o de Bill Clinton (250.000), afirmando que el número exacto de los muertos en Bosnia fue de 97.200, de los cuales 64.000 son musulmanes y 24.000, serbios, y que no es definitivo, porque aumentará con unos 12.000 (casi todos musulmanes) desaparecidos o enterrados en las fosas comunes.

Los Bosnios rechazan el informe por su metodología (por ejemplo, no suma 20 bebés muertos en las incubadoras de un hospital por cortes de luz provocados por un bombardeo), pero se aprovechan de un dato: entre sus víctimas, más de la mitad eran civiles y entre las serbias, más del 85%, soldados.

La tentación de jugar con esta morbosa matemática es contagiosa. Un historiador catalán admite que en Srebrenica han muerto entre 3.000 y 8.000 hombres, pero que antes los guerreros bosnios también mataron a 3.000 serbios de la zona. De nuevo, empate: 3.000 contra 3.000, y la conclusión de que en Srebrenica sí que se cometió la matanza, pero no se trataba de un genocidio, sino de una simple venganza.

En estos cálculos y bailes de los números, todos se olvidan de que detrás de cada número hay una persona, un drama, una injusticia.

Los historiadores pueden rebajar todavía más el número de las víctimas de Jasenovac, pero no harán olvidar que un sacerdote franciscano, que por un tiempo dirigió el campo, organizaba competiciones como quién podía matar a más hombres (atados) en menos tiempo. Una Navidad, en el único campo conocido para niños, adornó un árbol con los pequeños prisioneros ahorcados.

Se puede, también, rebajar el número de las víctimas en Bosnia, pero no se pueden olvidar ni Srebrenica ni Sarajevo. Tampoco que algunos muyahidines en las filas del Ejército bosnio, decapitaban a los prisioneros serbios. O que un paramilitar bosnio, dentro de Sarajevo, después de cada masacre causada por el bombardeo de la ciudad, se vengaba matando a sus conciudadanos serbios. Las fuentes serbias hablan de 2.000 y las bosnias reconocen solo 200 víctimas.

No hay que ir siempre a los Balcanes para encontrar las matemáticas perversas. Los antisionistas sistemáticamente rebajan el número de las víctimas del Holocausto o incluso niegan su existencia. ¿Cuánta gente han matado en Kurdistán? ¿Qué ocurre con los números de la guerra civil española, las fosas comunes, la ley de la memoria histórica y la respuesta del Vaticano: la insólita y masiva beatificación de los asesinados por los republicanos? (Cuando las autoridades yugoslavas empezaron el juicio contra el obispo
Stepinac por su colaboración con el régimen ustachi, el Vaticano, por vía rápida, le nombró cardenal y tras su muerte, le beatificó).

La lista de los empates es larga y agobiante. En matemáticas de este tipo, todo es relativo: el método y el resultado final. Como el aforismo que dice: "El enfrentamiento entre la policía y el pueblo ha acabado en el empate. Están heridos un policía y un... pueblo".

Boban Minic, periodista.