Las megaempresas de alimentos ante la ética

El mes pasado, la organización internacional de ayuda Oxfam lanzó una campaña llamada Tras la marca, en la que evaluó la transparencia de las diez empresas de alimentos y bebidas más importantes del mundo en lo concerniente a sus modos de producción y calificó su actuación en ciertos temas delicados, por ejemplo la relación con los pequeños agricultores, el uso sostenible del agua y la tierra, el cambio climático y la explotación de las mujeres.

Así como los consumidores tienen un deber ético de saber cómo se producen sus alimentos, las grandes marcas tienen la obligación de ser más transparentes y dar información sobre sus proveedores, para que los clientes puedan elegir con fundamento lo que comen. Pero muchas veces ni siquiera las empresas cuentan con esa información, señal de una profunda falta de responsabilidad de su parte.

El primer lugar en la lista de transparencia fue para Nestlé, por ofrecer información sobre al menos algunas de sus fuentes de materias primas y sus sistemas de auditoría. Aún así, solo obtuvo un “aprobado”. El último lugar de la lista fue para General Mills.

Además de falta de transparencia, el informe de Oxfam identifica otras deficiencias compartidas por las diez grandes empresas alimenticias: por ejemplo, no ofrecer a los pequeños agricultores acceso igualitario para vender productos a sus cadenas de suministro; y que aquellos pequeños agricultores que logran comerciar con los proveedores de las grandes marcas no siempre reciben un precio justo por sus productos.

Las diez más grandes tampoco han asumido suficiente responsabilidad por garantizar que sus proveedores de insumos agrícolas de mayor escala paguen salarios decentes a sus trabajadores. En todo el mundo hay 450 millones de trabajadores agrícolas asalariados, y en muchos países, el sueldo que reciben suele ser insuficiente; el 60% vive en la pobreza.

De las diez empresas más grandes, hay algunas que están más avanzadas en la formulación de políticas éticas. Unilever se comprometió a aumentar la compra directa de materia prima a los pequeños agricultores, y garantizó que adoptará un sistema de abastecimiento cien por ciento sostenible para sus principales materias primas de aquí a 2020. Esta política le valió obtener la mejor puntuación en apertura a los pequeños agricultores, con calificación “aprobado”. Danone, General Mills y Kellogg’s terminaron al final de la lista, con “muy deficiente”.

Nestlé fue objeto de críticas durante muchos años por promover el uso de fórmula láctea infantil en países en desarrollo, estando disponible la lactancia materna, que es mucho más saludable. La empresa asumió las críticas y modificó sus políticas, pero después recibió nuevas acusaciones, esta vez por emplear a niños y trabajadores forzados para la producción de cacao.

En 2011, Nestlé encargó a la Asociación para el Trabajo Justo que evaluara su cadena de suministro. El resultado fue que, efectivamente, muchos de los proveedores de Nestlé empleaban a niños y trabajadores forzados. La empresa ya empezó a encarar el problema, y por eso, su calificación en “derechos de los trabajadores” (junto con Unilever y Coca Cola) fue “aprobado” (la máxima calificación obtenida por cualquiera de las diez grandes). La peor calificación en esta categoría la recibió Kellogg’s.

La agricultura es una fuente importante de gases de efecto invernadero (más que todo el sector del transporte) y también es una de las actividades más vulnerables al cambio climático, como quedó de manifiesto tras los recientes cambios en los patrones de lluvia. El desmonte de bosques tropicales para crear áreas de pastura o para la producción de aceite de palma libera a la atmósfera grandes cantidades de carbono almacenado en los árboles. Además, el ganado rumiante (por ejemplo, vacas y ovejas) es por sí mismo una fuente importante de emisiones que contribuyen al cambio climático.

También en este tema, Oxfam puso mala nota a las grandes marcas, sobre todo porque ni siquiera hacen un seguimiento de las emisiones de las que son directa o indirectamente responsables. Nestlé fue la única empresa que obtuvo un “aprobado”, mientras que Associated British Foods terminó última con un “muy deficiente”.

Cualquier persona con acceso a Internet puede visitar el sitio web de Oxfam y ver cómo calificó a las grandes marcas en siete indicadores con importancia ética. Actualmente, las puntuaciones más altas están en el nivel de “aprobado”, y ninguna de las diez grandes empresas llegó a “bien” en ninguna de las categorías.

La recomendación para los consumidores es comunicarse directamente con las empresas y exhortarlas a ser más responsables en el abastecimiento de ingredientes para sus productos. Oxfam espera que así su campaña “Tras la marca” estimulará a las grandes corporaciones a “competir” entre sí para obtener la mejor puntuación posible y ganarse una reputación de actores realmente transparentes con un alto grado de responsabilidad ética en la producción de alimentos y bebidas.

Los cambios que ya se lograron son prueba de que las grandes corporaciones responden cuando saben que sus clientes esperan de ellas una conducta más ética. Para que una campaña como la de Oxfam sea eficaz es necesario que cada consumidor asuma el compromiso de informarse mejor respecto de los alimentos y las bebidas que consume, de hacerse oír y de basar sus compras no solo en el sabor y el precio, sino también en la ética.

Peter Singer, Professor of Bioethics at Princeton University and Laureate Professor at the University of Melbourne, is one of the world’s most prominent ethicists. He is the author of Practical Ethics, Animal Liberation: A New Ethics for Our Treatment of Animals, and One World, The Ethics of What We Eat (with Jim Mason). Traducción: Esteban Flamini.

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