Las mujeres han hablado, Biden ha ganado

A pesar de los horrores de 2020, este otoño estoy con un optimismo renovado, y en gran parte se debe a la nueva vida que algunas mujeres en Estados Unidos han inyectado al proceso democrático. Gracias a políticas como Stacy Abrams, Alexandria Ocasio-Cortés, y periodistas como Soledad O’Brien, he descubierto que, como dice la canción de Marisol, la vida también puede ser una tómbola de luz y de color.

Ya en un artículo del Brookings Institute del 7 de agosto de 2020, Michael Hais y Morley Winograd recalcaban: “En casi todos los Estados y municipios de EE UU las mujeres están tomando las riendas del voto y del futuro”. Pronosticaban entonces que el impacto del voto de la mujer daría como resultado la victoria de Joseph Biden y una mayoría demócrata en el Senado. Han tenido razón. La participación en estas elecciones ha sido excepcional y no ha sido algo azaroso, sino resultado del trabajo duro y la inspiración de unas cuantas personas clave.

Las mujeres dedicadas a la política en Estados Unidos tienen un sinfín de registros. Hoy no se sienten obligadas a intentar imitar a sus colegas masculinos y no se achantan cuando alguno las insulta por una cuestión de género, etnia, o raza, como ha demostrado en más de una ocasión Ocasio-Cortez.

Mientras que algunos se llevan las manos a la cabeza y preguntan adónde va la democracia, o si tiene futuro, muchas mujeres políticas norteamericanas se han puesto manos a la obra y han conectado con un electorado amplio, nuevo, y joven, que se ha movilizado para votar. Como ha señalado The New York Times, si Biden se lleva Georgia, será gracias a Stacey Abrams. Abrams es un fenómeno político que en 2019 fundó la organización Fair Fight 2020. Gracias a sus esfuerzos, se han registrado 800.000 votantes nuevos en ese Estado en 2020. Proteger el derecho al voto, animar a votar, agilizar el proceso para todos: esto es la democracia en acción. En la mitad de una pandemia esto ha sido la democracia activa, nada pasiva y derrotada.

Exponente del nuevo estilo de hacer política, la diputada del Bronx Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) protagonizó un vídeo de una revista hace unos meses sobre su rutina diaria de belleza, centrado en su barra de labios roja que ha venido a ser su seña de identidad y su power look. Tras el buen humor con el que hablaba de su forma de maquillarse se vislumbraban unos mensajes muy serios: te atacarán seas como seas, así que cuídate, defiéndete y prepárate. Cuando fue denigrada por el republicano Ted Yoho en el Congreso, con su trademark de labios rojo y un blazer del mismo tono, y una voz tranquila y clara, empezó señalando que el problema no era nuevo, sino el mismo con el que las mujeres del mundo entero se han topado por la calle, en el metro, en un bar, y en las altas esferas políticas. También recordó que el presidente le había dicho el año anterior que se volviera “a su país” (no se sabe a dónde se imaginaba que la mandaba). AOC no hablaba solo de sí misma, sino de derechos que tenemos todas las mujeres. Ella sabe conectar con su generación mezclando el rap con la salud pública, y Cardi B ya está reclamando que AOC sea presidenta en el 2024.

Las reglas del juego han cambiado radicalmente en Washington, y las mujeres son indispensables para la supervivencia de la democracia. Hay que reconocer la inteligencia de Biden al contratar a Jennifer O’Malley Dillon en marzo como jefa de su campaña electoral. El fichaje de una mujer que trabajó con Barak Obama fue un catalizador importante para atraer apoyo y dinero a la candidatura demócrata.

No puedo mencionar aquí a todas las mujeres que han roto moldes en los últimos años en Estados Unidos. Un tiempo en el que la prensa, a veces, ha dado todo por perdido, la democracia destrozada. Soledad O’Brien, enemiga de los periodistas perezosos que siguen las líneas dominantes, ha dicho en Twitter (tiene 1,3 millones de seguidores): “Me parece que la victoria tiene muchas madres”, y “todo político debería tomar apuntes y aprender de AOC y Katie Porter [representante de California] para saber cómo conectar con los telespectadores.”

Es una lástima que la juez Ruth Bader Ginsburg y el representante de Georgia John Lewis que tanto hicieron por los derechos de la mujer, de los afroamericanos, y de todos los norteamericanos hayan fallecido este año sin poder llegar a ver la victoria de Biden. Por fin, habrá una vicepresidenta mujer y afroamericana, Kamala Harris. El ejercicio apasionado y masivo del derecho al voto en estas elecciones, y la cantidad de mujeres moviendo montañas en el Partido Demócrata, se debe también a los legados de Bader Ginsburg y Lewis, así que si brindan por Biden-Harris, brinden también por quienes les han abierto el camino.

Soledad Fox Maura es escritora y catedrática en Williams College, EE UU.

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