Las mujeres migrantes no deben quedarse atrás

Una de las tendencias más importantes de la migración en tiempos recientes ha sido el aumento en el número de mujeres que viajan por rutas migratorias peligrosas que en el pasado sólo eran utilizadas por hombres.

En la actualidad, cada vez más mujeres huyen de las dificultades, la violencia, la guerra y la pobreza y corren los mismos riesgos que los hombres en busca de una vida mejor para sí y sus hijos. Esta es la migración de la desesperación.

Aunque muchas mujeres viajan con su familia, la OIM está notando un aumento en el número de mujeres que emigran por su propia cuenta hacia un futuro desconocido, impredecible o muchas veces peligroso. Mujeres y niños migrantes perecen todo el tiempo en el mar, y también al atravesar desiertos y transitar por otras rutas peligrosas. ¿Qué ha cambiado?

Hay muchos factores que inducen a las mujeres a emigrar, entre estos, discriminación en el mercado laboral y prejuicios sociales contra madres solteras o viudas en su país de origen. Pero la pobreza es casi siempre la principal fuerza impulsora detrás de la emigración de mujeres.

En la mayoría de países pobres, las mujeres son más pobres que los hombres debido a la discriminación sistemática a que se enfrentan en la educación, atención de la salud, empleo y control de los bienes.

Por supuesto, también hay muchas mujeres migrantes que no son víctimas de malos tratos y que de hecho obtienen beneficios reales de la migración. Sin embargo, entre los 111 millones de mujeres migrantes en el mundo (la mitad de todos los migrantes), la violencia y la discriminación pueden comenzar desde el principio del proceso de migración.

Las mujeres migrantes también están en mayor riesgo de violencia física por parte de otros migrantes, traficantes de personas y funcionarios estatales a lo largo del ciclo migratorio. Durante el viaje pueden ser obligadas a mantener relaciones sexuales a cambio de transporte, alimentos o alojamiento.

Muchas veces son las primeras víctimas de uno de los crímenes más infames del mundo –la trata de personas– en donde son esclavizadas en trabajos forzados, explotación sexual o mendicidad organizada. Cuando las mujeres huyen para salvar su vida debido a desastres naturales o provocados por el hombre, uno de los mayores riesgos que enfrentan es la violencia de género.

A menudo indigentes, las mujeres desplazadas son presa fácil para los delincuentes, quienes no dudan en aprovecharse de su angustia. Esta fue una de mis preocupaciones inmediatas cuando el tifón Haiyan azotó Filipinas, y a mi solicitud se puso en marcha un programa especial para alertar y ayudar a las mujeres desplazadas en peligro.

Aun cuando logran encontrar empleo en el país anfitrión, rara vez es fácil para ellas. Las mujeres migrantes son empleadas sobre todo en el trabajo doméstico, el cuidado de personas, la agricultura y el entretenimiento. Todos estos sectores pagan salarios bajos, en gran medida no son regulados y rara vez son cubiertos por las leyes laborales nacionales.

A menudo las mujeres migrantes pueden verse expuestas a diferentes formas de violencia: explotación laboral y largas jornadas de trabajo, falta de pago de salarios, confinamiento forzado, hambre, golpizas, violación, explotación y amenazas.

Muchas son trabajadoras domésticas no calificadas o indocumentadas y son más vulnerables a la violencia, ya que con frecuencia dependen de un solo empleador y en muchos países se enfrentan a la deportación si intentan cambiar de trabajo.

La integración en un nuevo país también puede ser más difícil para las mujeres que para los hombres. Esto se debe a que muchas veces son sometidas a prácticas nocivas y tradicionales, tales como el matrimonio prematuro y forzado, la mutilación genital y los llamados crímenes de “honor” perpetrados por familias que desean mantener un vínculo con su país de origen.

Es especialmente difícil para las mujeres migrantes, quienes por una parte navegan en la libertad seductora de la elección y la expresión en su nueva sociedad, y por la otra, están sometidas a la presión de la sociedad tradicional.

La muerte de migrantes –mujeres y hombres– en el mar o el desierto es la llamada de atención para que la comunidad internacional actúe. La OIM ha exhortado a todos los actores para que afronten la situación de los migrantes que intentan realizar viajes que constituyen una amenaza contra la vida.

Los países de origen, tránsito y destino deben congregarse para abordar el problema y encontrar soluciones. El tema de la protección de las mujeres migrantes debe encabezar la agenda, ya que muchas veces ellas son las más desesperadas entre los desesperados.

En 2014 la comunidad internacional revisará los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas y decidirá sobre una agenda de desarrollo post-2015. La OIM considera que los migrantes, y en particular las mujeres migrantes han sido invisibles en el lenguaje del desarrollo, deben formar parte de esto.

Ya no podemos seguir ignorando a la mitad de los migrantes del mundo. Nadie debe quedarse atrás.

William Lacy Swing is Director General of The International Organization for Migration.

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