Las Naciones Unidas a los setenta años

Las Naciones Unidas celebrarán su 70º aniversario cuando los dirigentes mundiales se reúnan en su sede de Nueva York en el mes próximo. Aunque habrá mucho bombo y platillos, éstos no reflejarán suficientemente el valor de las NN.UU. no sólo como la más importante innovación política del siglo XX, sino también como el mejor pacto sobre el planeta, pero, para que sigan desempeñando su excepcional y decisivo papel en el siglo XXI, habrá que perfeccionarlas de tres modos fundamentales.

Por fortuna, hay muchos factores para motivar a los dirigentes mundiales a fin de que hagan lo que deben. De hecho, las NN.UU. han tenido dos triunfos recientes y hay dos más que se producirán antes del final de año.

El primer triunfo es el acuerdo nuclear con el Irán. Este acuerdo, a veces mal interpretado como si lo fuera entre el Irán y los Estados Unidos, es, en realidad, entre el Irán y las NN.UU., representadas por los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad (China, Francia, Rusia, el Reino Unido y los EE.UU.), más Alemania. Un diplomático iraní, al explicar por qué su país cumplirá escrupulosamente el acuerdo, lo expuso muy expresivamente: “¿De verdad cree usted que el Irán se atrevería a engañar a los propios cinco miembros permanentes de Consejo de Seguridad de las NN.UU. que pueden decidir el destino de nuestro país?”

El segundo gran triunfo es la conclusión lograda, después de quince años, de los  Objetivos de Desarrollo del Milenio, que han sustentado la mayor, más larga y más eficaz empresa mundial de reducción de la pobreza jamás emprendida. Dos Secretarios Generales de las NN.UU. han supervisado los ODM: Kofi Annan, quien los introdujo en 2000, y Ban Ki-moon, que, tras suceder a Annan al comienzo de 2007, ha dirigido vigorosa y eficazmente su consecución.

Los ODM han engendrado unos avances impresionantes en materia de reducción de la pobreza, salud pública, escolarización, igualdad entre los sexos en la educación y otros sectores. Desde 1990 (la fecha de referencia para los objetivos), la tasa mundial de pobreza extrema se ha reducido en más de la mitad, es decir, que se ha cumplido el objetivo número uno del programa.

En el mes próximo, los países miembros de las NN.UU., inspirados por el éxito de los ODM, aprobarán los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), encaminados a acabar con la pobreza extrema en todas sus formar y en todo el mundo, reducir las desigualdades y velar por la sostenibilidad medioambiental de aquí a 2030. Ese tercer triunfo de las NN.UU. de 2015 podría contribuir a la consecución del cuarto: un acuerdo mundial sobre el control del clima, con los auspicios de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el próximo mes de diciembre en París.

El valor preciso de la paz, la reducción de la pobreza y la cooperación medioambiental que han hecho posible las NN.UU. es incalculable. Sin embargo, si hubiéramos de expresarlo en términos monetarios, podríamos calcular su valor en billones de dólares al año: al menos un porcentaje del PIB anual de la economía mundial de 100 billones de dólares.

Sin embargo, el gasto en todos los órganos y las actividades de las NN.UU. –desde la Secretaría y el Consejo de Seguridad hasta las operaciones de mantenimiento de la paz, las reacciones de emergencia ante epidemias y las operaciones humanitarias en caso de desastres naturales, hambrunas y refugiados– ascendieron a unos 45.000 millones de dólares en 2013, unos seis dólares por persona del planeta. No se trata sólo de una ganga, sino que, además, es una inversión muy insuficiente. Dada la necesidad en rápido aumento de cooperación mundial, las NN.UU. no pueden mantenerse con su presupuesto actual.

En vista de ello, la primera reforma que yo propondría es un aumento de la financiación, en la que los países de renta alta contribuirían al menos con 40 dólares anuales por habitante, los países de renta media alta con ocho dólares, los países de renta media baja con dos dólares y los países de renta baja con un dólar. Con esas contribuciones, que ascienden al 0,1 por ciento, aproximadamente, de la renta media por habitante del grupo, las NN.UU. tendrían unos 75.000 millones de dólares anuales con los que fortalecer la calidad y el alcance de unos programas decisivos, comenzando por los necesarios para la consecución de los ODS. Una vez que el mundo se interne sólidamente por la vía para la consecución de los ODS, disminuirá la necesidad de operaciones de mantenimiento de la paz y de socorro de emergencia, pongamos por caso, al hacerlo también el número y magnitud de los conflictos y, en el caso de los desastres naturales, será más fácil prevenirlos o adelantarse a ellos.

Con ello pasamos al segundo sector en importancia de reformas: el de velar por que las NN.UU. estén preparadas para la nueva era del desarrollo sostenible. Concretamente, las NN.UU. deben fortalecer su pericia en sectores como, por ejemplo, los de la salud de los océanos, los sistemas de energía renovable, la planificación urbana, la lucha contra las enfermedades, la innovación tecnológica, las asociaciones público-privadas y la cooperación cultural pacífica. Se deben fusionar o suprimir algunos programas de las NN.UU., mientras que se deben crear otros nuevos relativos a los ODS.

La tercera reforma en importancia y acuciante es la gobernación de las NN.UU., empezando por el Consejo de Seguridad, cuya composición ya no refleja las realidades geopolíticas mundiales. De hecho, ahora al Grupo de los Estados de Europa Occidental y otros Estados le corresponden tres de los cinco miembros permanentes (Francia, el Reino Unido y los EE.UU.). Queda sólo un puesto permanente para el Grupo de los Estados de Europa Oriental, uno para el Grupo de los Estados de Asia y el Pacífico (China) y ninguno para África o Latinoamérica.

Los puestos rotatorios en el Consejo de Seguridad no restablecen adecuadamente el equilibro regional. Aun con dos de los diez puestos rotatorios del Consejo de Seguridad, la región de Asia y el Pacífico sigue gravemente subrepresentada. La región de Asia y el Pacífico representa el 55 por ciento, aproximadamente, de la población del mundo y el 44 por ciento de su renta anual, pero tiene tan sólo el 20 por ciento (tres de 15) de los puestos en el Consejo de Seguridad.

La insuficiente representación de Asia plantea una grave amenaza para la legitimidad de las NN.UU., que no hará sino aumentar al cobrar la región más populosa y dinámica del mundo un papel mundial cada vez más importante. Una posible forma de resolver ese problema sería la de añadir al menos cuatro puestos asiáticos: uno permanente para la India, uno compartido por el Japón y Corea del Sur (tal vez con una rotación de dos años y un año, respectivamente), uno para los países de la ASEAN (que representaría al grupo como una sola entidad) y un cuarto rotatorio entre los demás países asiáticos.

Al entrar las NN.UU. en su octavo decenio, siguen inspirando a la Humanidad. La Declaración Universal de Derechos Humanos sigue siendo la carta moral del mundo y los ODS prometen ser nuevas guías para la cooperación con miras al desarrollo mundial. Sin embargo, la capacidad de las NN.UU. para hacer realidad sus inmensas posibilidades en un nuevo siglo estimulante requiere que sus Estados Miembros sigan comprometidos con el apoyo a la Organización con los recursos, el respaldo político y las reformas que esta nueva era exige.

Jeffrey D. Sachs, Professor of Sustainable Development, Professor of Health Policy and Management, and Director of the Earth Institute at Columbia University, is also Special Adviser to the United Nations Secretary-General on the Millennium Development Goals. His books include The End of Poverty, Common Wealth, and, most recently, The Age of Sustainable Development. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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