Las negociaciones para la adhesión de Turquía a la UE, encalladas

Por William Chislett (REAL INSTITUTO ELCANO, 03/11/06):

Introducción

Un año después de que la Unión Europea acordase finalmente iniciar negociaciones para la adhesión de Turquía el 3 de octubre de 2005, las partes se muestran cada vez más impacientes la una con la otra. Por un lado, según la Comisión Europea el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan –cuyo Partido Justicia y Desarrollo (AKP, por sus iniciales en turco) tiene raíces islamistas– no está haciendo lo suficiente por aplicar reformas o proteger la libertad de expresión y religión. Y, por otro, Ankara cree que algunos países, en especial Francia, están intentando cambiar las reglas del juego y que la UE, en general, podría hacer más por salir del punto muerto al que se ha llegado con respecto a Chipre, un problema que podría echar por tierra el intento turco, desde hace más de 40 años, de ingresar en la UE.

Por otro lado, los sondeos de opinión revelan que en la UE está decayendo el respaldo a la adhesión de Turquía: las preocupaciones en torno a la ampliación, tras el ingreso de 10 nuevos miembros en 2004, jugaron un papel importante en el rechazo francés y neerlandés de la Constitución Europea en 2005. Según una encuesta realizada por el German Marshall Fund de EEUU y publicada en septiembre, el número de personas que consideran positivo el ingreso turco disminuyó desde el 30% en 2004 al 21% en 2006, mientras que el de los que lo consideran negativo aumentó desde el 20% al 32%. Los mayores incrementos en las opiniones negativas desde 2004 se registraron en Eslovaquia (+21 puntos porcentuales), los Países Bajos (+18) y Alemania y España (+14 cada uno).

Francia, que se enfrenta a unas elecciones en 2007, modificó su Constitución para exigir la celebración de un referéndum (frente a un voto parlamentario) para aprobar cualquier futura ampliación de la UE. Otros países, como Austria y Alemania, bien podrían seguir su ejemplo. Entre los países en los que no ha flaqueado el apoyo oficial (que no público) a la adhesión de Turquía a la UE está España, cuya “Alianza de Civilizaciones” entre países occidentales y musulmanes, respaldada por la ONU, está coauspiciada por Turquía. Nicolas Sarkozy, uno de los principales candidatos en las próximas elecciones presidenciales en Francia, se declaró recientemente en contra de que Turquía ingresase en la UE por considerar que no es un país europeo: “Debemos decidir quién es europeo y quién no. No se puede seguir dejando abierta esa cuestión”.

Al hastío provocado por la ampliación de la UE se une un entusiasmo cada vez menor en la propia Turquía con respecto a su posible ingreso en la UE. En la encuesta del German Marshall Fund, el porcentaje de turcos que considera positivo el ingreso de Turquía ha ido descendiendo año tras año (en 2006 se situaba en el 54%, desde el 73% de 2004), mientras que el de turcos que lo considera negativo ha aumentado del 9% al 22% en el mismo período. Todo ello está motivado por la reaparición de un sentimiento nacionalista, debido fundamentalmente al conflicto de Chipre, y a una creciente desilusión ante la idea de que, en última instancia, la UE conseguirá encontrar la forma de dar la espalda al ingreso de Turquía en la UE, optando quizá por la “asociación privilegiada” sugerida por Sarkozy y la alemana Angela Merkel, y respaldada también por Austria.

Un documento interno de la UE de principios de junio, anterior al inicio del primer capítulo de las negociaciones de adhesión con Turquía (sobre ciencia e investigación), dio los primeros toques de atención a ese país, expresando preocupación por las “noticias de torturas y malos tratos” y por “la gran cantidad de causas pendientes contra individuos por expresiones no violentas de su opinión”. El informe se quejaba de que “de momento no consta que se haya producido ningún avance concreto en el área de la libertad religiosa por lo que respecta a la lucha contra las dificultades experimentadas por las minorías religiosas no musulmanas”. Además de esto, también ha vuelto a estallar la violencia en el sudeste del país, donde el ejército está volviendo a ser desplegado para combatir a los separatistas kurdos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus iniciales en turco).

Puesto que nadie espera que Turquía pase a ser miembro de pleno derecho de la UE hasta 2015 por lo menos, no parecería existir ninguna prisa. Pero sin embargo no es así. Se tardaron más de ocho meses en abrir el primer capítulo de las negociaciones en junio de 2006. Si se tardara lo mismo con los 34 capítulos restantes, de mayor dificultad, la totalidad del proceso duraría más de 20 años. Para que Turquía pueda ingresar en la UE en 2015, la fecha más próxima posible, las negociaciones de adhesión deberán haber finalizado para 2012 como muy tarde, de forma que haya tiempo suficiente para que todos los países de la UE ratifiquen la adhesión y para preparar el Tratado de Adhesión. Seis años podrían no ser suficientes en el caso de un país como Turquía, que se convirtió en miembro asociado de la CEE en 1963 pero que no alcanzó la condición de candidato al ingreso en la UE hasta 1999.

El problema más urgente e inmediato es la espinosa cuestión de Chipre, que persigue a Ankara desde que invadió la isla en 1974 como respuesta a un golpe de Estado instigado por el Gobierno, por aquel entonces militar, de Grecia. La República de Chipre entró en la UE en 2004, pero Turquía sigue reconociendo sólo la comunidad turcochipriota del norte de la isla dividida (ningún otro país lo hace). Chipre se negó a aceptar el inicio del primer capítulo de las negociaciones a menos que Turquía cumpliese las exigencias de la UE en torno a la apertura de sus puertos y aeropuertos a los buques y aeronaves chipriotas, y aún podría usar su poder de veto a finales de este año (véase más abajo). El acuerdo de última hora que permitió iniciar ese primer capítulo de las negociaciones en junio advertía a Turquía de que “un no cumplimiento pleno de sus obligaciones afectaría al progreso general de la negociación”. Si Turquía no cumple esas exigencias, no conseguirá superar el examen que se realizará este otoño de su cumplimiento del acuerdo de Unión Aduanera y sus relaciones bilaterales con otros Estados miembros. La UE acordó realizar ese examen bajo presión francesa y chipriota.

Además, el debate sobre la adhesión de Turquía a la UE se está convirtiendo cada vez más en un debate sobre “Eurabia”, término empleado de forma peyorativa para describir una creciente Europa musulmana dentro de una Europa cada vez mayor (véase el Mapa 1). La opinión que se tiene en Europa de la comunidad musulmana (si bien dicha comunidad dista mucho de ser homogénea) es cada vez más hostil y desconfiada, especialmente desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York perpetrados por radicales islamistas y los del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Se culpa a “Eurabia” de los disturbios en la periferia de las ciudades francesas, la ira que desataron las caricaturas danesas de Mahoma y el asesinato del cineasta neerlandés Theo van Gogh. La UE cuenta hoy en día con hasta 20 millones de musulmanes (un 4% de su población), una cifra que se dispararía hasta el 17% en caso de adherirse Turquía (con una población actual de 73 millones de personas).

Aunque quienes se oponen a la adhesión de Turquía aducen como uno de sus motivos el que sea un país musulmán (aunque sin llegar a decirlo abiertamente), pobre y demasiado grande, quienes están a favor de su ingreso consideran el elemento religioso muy positivo porque demostraría que la UE no es un club cristiano, lo cual sería recibido como una buena señal por el mundo islámico y las cada vez mayores comunidades musulmanas de Europa. Un “no” a Turquía se interpretaría como un mensaje de que los musulmanes serán considerados ciudadanos de segunda clase independientemente de los esfuerzos que hagan para integrarse en las sociedades europeas. Y en cuanto al argumento de que Turquía es demasiado grande y que la UE no puede absorberla, resulta interesante destacar que esa línea de argumento, en caso de que hubiera algo de verdad en ella, debería haber sido esgrimida por los Gobiernos hace más de diez años, cuando comenzó el proceso de ampliación a Europa del Este. Como recordó Ingmar Karlsson, cónsul general de Suecia en Estambul, ante la audiencia que lo escuchaba en aquel momento, los principales oponentes de la adhesión turca, como el partido alemán Unión Cristianodemócrata (CDU), actualmente en el poder, fueron en aquel entonces los mayores defensores de la ampliación. Resulta difícil no darse cuenta de que el argumento de la capacidad de absorción contra la adhesión de Turquía es poco más que una mera estrategia política para mantener a ese país en la antesala de la UE de forma indefinida.A Turquía se le hizo creer que su solicitud de ingreso sería examinada en las mismas condiciones que la de cualquier otro país, pero tal y como muestra el Marco de Negociación (véase Anexo II), no está siendo así. El temor de Ankara de tener que conformarse con una pertenencia de segunda categoría se ve confirmado en cierta medida por las directrices de la UE relativas a las negociaciones de adhesión, que mencionan la posibilidad de imponer salvaguardias permanentes en materia de libre circulación de personas y ayudas regionales en el caso de Turquía. Las negociaciones constituirán un proceso abierto cuyo resultado no puede garantizarse de antemano; sólo cuando se demuestre que se ha aplicado de forma satisfactoria el contenido de un capítulo podrá pasarse a negociar el siguiente, algo que no se aplicó a los demás países. Además, Ankara se sintió molesta por el hecho de que Francia tratara de añadir nuevas condiciones al marco ya acordado. Los franceses trataron de vincular las negociaciones sobre educación y cultura, normalmente uno de los puntos que menos discusiones suscita, a criterios de derechos humanos para, por ejemplo, asegurar que los libros de texto turcos den un trato adecuado a las minorías, pero la Comisión Europea y otros países como el Reino Unido consideraron injusto el establecimiento de esta vinculación horizontal. Se acordó no hacer referencia alguna a ese concepto en la carta que se envió a Turquía para invitarle a definir su posición negociadora, pero no hay garantía de que esa cuestión no vuelva a plantearse.

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