Las nuevas medidas de Zapatero

Los objetivos de las medidas avanzadas por el presidente José Luis Rodríguez Zapatero en el debate sobre el estado de la nación se dirigen, lógicamente, a mantener el nivel de empleo, o contener el avance del paro, al tiempo que se auxilia a dos sectores (la construcción y el automóvil), que están pasando sus horas más bajas. El coste fiscal de estos paquetes está todavía por concretar, pero el muy elevado déficit pú- blico previsto ya para este año (por encima del 8% del PIB, según la Comisión Europea) y las expectativas del 2010, también con unas finanzas públicas muy problemáticas, sugieren que será moderado. Y que, a pesar de los deseos del Gobierno, el margen de maniobra disponible se está agotando muy rápidamente, por lo menos el de este ejercicio.

La medida más notable ha sido el anuncio de la supresión de la desgravación fiscal a la compra de vivienda para las rentas por encima de los 24.000 euros a partir del 2011. Y no tanto por los efectos inmediatos que pueda provocar, como por sus consecuencias más dilatadas en el tiempo. La supresión de esa desgravación generalizada, y el uso de esos recursos para incentivar el mercado de alquiler de vivienda, había sido una petición que ya la OCDE había elevado al Gobierno español nada menos que en el 2003. Pero como estábamos en fase de expansión económica, no hubo el consenso social necesario para retirar un estímulo, que fue definido en 1985 por Miguel Boyer para relanzar una economía prácticamente estancada (y que entonces se extendió a la compra de cualquier vivienda).

Ahora parece que se hace de la necesidad, virtud. La virtud es, lógicamente, incentivar la compra de vivienda por quienes ya estaban decididos a hacerlo y esperaban más reducción de precios. La necesidad, me parece, no es otra que situar el déficit público por debajo del 3% a partir del 2011, de acuerdo con los compromisos adquiridos con la Comisión Europea.

Por su parte, la propuesta de fomentar la compra de automóviles aparece también como necesaria para recuperar el gasto en un bien de gran peso en la composición final del consumo. Los problemas que atraviesan el grueso de los fabricantes radicados en España también justifican la adopción de una medida de este tipo, como ya ha sucedido en Alemania y otros países europeos. Refuerza, además, el mantenimiento del empleo de los concesionarios, un sector comercial que había experimentado un inusitado auge en la fase de expansión.

Pero no deja de ser paradójico que nuestra Administración central, que estuvo financiando este proceso en los años del boom con el programa Prever, sea ahora tan cicatera en el diseño de esa política. Los 500 euros prometidos por Zapatero suenan a bien poco, aunque la medida es del todo necesaria.

La reducción de la imposición directa a autónomos y pymes que mantengan el nivel de empleo parece bien enfocada, aunque su instrumentación debería ser objeto de algunos importantes retoques que tengan en cuenta la capitalización de esas empresas, tan necesarias para el futuro productivo del país.

Hay también una medida que está alejada de la necesidad de recuperación del pulso económico: la previsión de dotar a cada escolar, a partir de quinto de primaria, con un ordenador personal y, si fuera necesario, con conexión familiar a internet. Honestamente, creo que se hace un flaco favor al debate sobre las razones del fracaso escolar en España si creemos que con ordenadores personales estamos avanzando seriamente en su solución. La mejora de la comprensión lectora, el avance en matemáticas o en capacidad de expresión, tienen poco que ver, en el límite, con los instrumentos que se utilicen, sean papel y lápiz o un ordenador.

La medida parece destinada a los niños de hogares con menor capacidad cultural, más alejados de las nuevas tecnologías. Pero no tengo claro, en absoluto, si evitar la brecha digital pasa primero por poner el ordenador y la conexión a internet, o luchar contra las razones del fracaso escolar.

De todas formas, y con todas las cautelas, bienvenidas sean esas medidas. Sin duda van a contener el deterioro de ciertas actividades y, desde este punto de vista, van a coadyuvar a frenar la caída actual de la actividad. Pero hay que ser conscientes de que, en ninguno de los mercados a los que se dirigen (automóvil, vivienda o empleo), vamos a recuperar, en los próximos años, los valores alcanzados en el período alcista anterior. Cabe recordar ahora que el mercado de automóviles había experimentado aumentos excepcionalmente intensos desde finales de la pasada década. Los niveles de matriculación entonces alcanzados no regresarán en varios años. Igual en el mercado inmobiliario. Dado el volumen de deuda acumulado por los hogares, vamos a tardar un largo período de tiempo en contemplar una recuperación franca. Y en el ámbito del empleo, la pérdida de más de un millón de puestos de trabajo, vinculados directa o indirectamente a la construcción, es, también, inevitable.

Bienvenidas sean esas propuestas, en la medida en que contribuyen a dulcificar el duro proceso en el que está inmersa nuestra economía. Pero no nos confundamos. El ajuste es, además de inevitable, necesario.

Josep Oliver, catedrático de Economía Aplicada de la UAB.