Las ONG también decimos 'no' a Sadam

Por José María Vera, director de Campañas y Estudios de la ONG Intermón Oxfam (EL MUNDO, 28/02/03):

A las personas y organizaciones que nos oponemos a la guerra se nos echa en cara que estemos defendiendo a una dictadura como la de Sadam Husein. También se nos pide que demos alternativas a la guerra para desactivar el peligro que supone Sadam y liberar así al pueblo de Irak de la tiranía. Entiendo que los primeros en dar alternativas deberían ser quienes defienden la guerra, ya que ésta no es un camino para la paz, ni para nuestra seguridad, y menos aún para la seguridad de la población iraquí a la que se va a bombardear. Sin embargo, desde el sector antiguerra también podemos apuntar algunas pautas sobre lo que se podría haber hecho y sobre lo que aún se puede hacer.

No pretendo hablar por todos los que estábamos en la calle el día 15, pero desde luego mi organización, y sospecho que la mayoría de los allí presentes, consideramos que el régimen de Sadam es una tiranía que desprecia los derechos humanos de su población.Aunque su capacidad está mermada tras la Guerra del Golfo, aún ejerce una represión feroz sobre su pueblo. Se nos acusa a los manifestantes por la paz de estar a favor de Sadam por no gritar tanto contra él y sí cuestionar al Gobierno español. Ocurre que estamos aquí y que somos ciudadanos de este país, cuyo Gobierno nos quiere meter en una guerra que no queremos.

Se exponen dos razones para justificar la guerra. La de los vínculos con Al Qaeda no se sostiene, ya que en tal caso debería atacarse si acaso a Pakistán. La del peligro inminente del uso de armas de destrucción masiva es seriamente cuestionada por expertos y por los propios inspectores de Naciones Unidas. Sin negar la existencia de estas armas, no existen indicios de que Irak sea capaz de hacerlas llegar fuera de sus fronteras. En vista de que ambos argumentos flaquean, parece cada vez más necesario vender la necesidad de guerra como una liberación del pueblo de Irak. Quisiera apuntar aquí algunas reflexiones respecto a esa liberación.

La incoherencia en el respeto a los derechos humanos y en el hostigamiento a las tiranías es manifiesta en el Gobierno de EEUU. Y alcanza también, en menor escala, al Gobierno español, con ejemplos como las relaciones con Guinea Ecuatorial, el silencio ante las violaciones de derechos humanos en China o en sus trabas para que el Parlamento alce la voz ante las tropelías del Gobierno de Angola en el manejo de los recursos del petróleo. Somos precisamente muchas ONG las que apoyamos a organizaciones locales en estos países cuando denuncian las violaciones de sus derechos elementales y, curiosamente, nos encontramos más bien con la desconfianza de nuestro Gobierno frente a estas actuaciones. En el caso de Sadam, conviene recordar de nuevo que este tirano es una criatura alimentada por Estados Unidos, armada con exportaciones de este país y de varios europeos, y con el que han hecho negocios grandes empresas de todo Occidente, españolas incluidas.

Los principales gobiernos de Occidente, con el de Estados Unidos a la cabeza, se han distinguido por apoyar en los últimos 30 años todo tipo de regímenes autoritarios violentos con su gente.Históricamente, la ayuda ha sido sobre todo militar, con un énfasis en el incremento de la capacidad represora. Sin necesidad de remontarnos a la historia reciente, nos encontramos actualmente con el apoyo del Gobierno de George W. Bush, entre otros, a los regímenes militares de Pakistán o Arabia Saudí, y a gobiernos represores en Africa subsahariana o en repúblicas ex soviéticas como Uzbekistán, para los que derechos y humanos son conceptos desconocidos.

Como ha indicado el profesor de la Universidad de San Francisco Stephen Zunes, no se ha producido en los últimos 20 años en el mundo ni un solo derrocamiento exitoso de un régimen autocrático por medio de una intervención armada exterior. Conviene especificar que la actual situación que se vive en Afganistán no se puede catalogar como exitosa. Sólo en un puñado de casos el origen se encuentra en una rebelión interior violenta (Mobutu, por ejemplo).En la mayoría de los casos, los dictadores fueron finalmente echados por movimientos masivos y pacíficos de la sociedad civil de sus países. Los ejemplos se encuentran en los países de la Europa del Este, la Indonesia de Suharto, las Filipinas de Marcos o las Juntas militares de Bolivia o Bangladesh, entre otros.Muchas ONG que trabajamos en el desarrollo de la población en países a menudo poco democráticos sabemos por experiencia que los cambios, pequeños o grandes, deben ser endógenos si quieren tener alguna garantía de éxito. La imposición nunca es la lógica en nuestro trabajo, sino la conciencia de la población y su voluntad y necesidad de progreso.

¿Por qué no ha ocurrido esto en Irak? Los informes de Naciones Unidas y de agencias humanitarias como Oxfam Internacional muestran una población iraquí exhausta tras 10 años de sanciones en un país que no ha recuperado sus infraestructuras básicas tras los bombardeos de la Guerra del Golfo. La clase media urbana, motor de estos cambios en otros países, ha desaparecido para emigrar o fundirse en la pobreza. Los únicos que viven bien ahora son los que controlan el mercado negro, poco deseosos de que haya cambios. La vulnerabilidad extrema de la población y su dependencia de los precarios sistemas de distribución de ayuda alimentaria la hacen poco proclive a asumir riesgos. De este modo, el régimen de sanciones y la política de Occidente hacia Irak, además de provocar un desastre humanitario y miles de muertes, también ha contribuido probablemente a que Sadam se mantenga en el poder.

Un cambio de régimen en Irak, sin recurrir a las bombas, debería pasar por un levantamiento por parte de las Naciones Unidas de las sanciones económicas que ha sufrido en sus carnes la población de Irak. Al tiempo que se mantienen, e incluso se endurecen, las sanciones militares, incluyendo un control estricto de los materiales de doble uso. Esto supone un mayor control del comercio de armas en los mercados internacionales, algo a lo que los principales exportadores, con Estados Unidos a la cabeza, se muestran reticentes.Nada como un buen negocio... Pero, junto a estas medidas, es imprescindible apoyar con todos los medios posibles cualquier conato de organización de la sociedad civil en este país. No es ésta una postura débil; es, simplemente, la única postura con garantías de conseguir que algo cambie en Irak de manera sostenible. Ese apoyo a organizaciones de la sociedad civil también podría contribuir a cambiar muchas cosas en el Zimbabue de Mugabe o en otros muchos países.

Hay muchas opciones que podrían ser válidas en Irak. Todo menos liberar a la población a bombazos, lo que generaría con seguridad víctimas directas -apellidadas «daños colaterales»- y multitud de víctimas indirectas por el colapso de los frágiles sistemas de distribución de agua y de ayuda alimentaria. La guerra sólo es una buena opción si lo que se quiere es liberar a una parte de la población iraquí eternamente, con la muerte.

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