La masacre podía haber sido mucho mayor si los planes de los terroristas se hubieran cumplido como habían previsto. Según la información que maneja la Policía francesa, los tres miembros del comando que actuó en los alrededores del Estadio de Francia (situado en Saint Denis, a 20 kilómetros del centro de París), tenían planificada su acción en dos fases: en la primera, dos de sus miembros harían estallar las bombas adosadas a sus cuerpos dentro del estadio, en una acción suicida que provocaría, además de decenas de muertos, una estampida incontrolada; justo en ese momento de pánico, a las afueras del recinto, debía haberse producido la segunda fase: el tercer terrorista se inmolaría accionando una bomba en medio de la huida. Todo ello, retransmitido en directo por televisión y con el presidente Hollande en el palco de autoridades.
El objetivo de este primer ataque, de una serie encadenada que luego continuó en los distritos 10 y 11 de París, no sólo era provocar un número elevadísimo de víctimas, sino su difusión televisada a todo el mundo, en línea con la táctica del exhibicionismo del terror que siguen los yihadistas del IS.
Afortunadamente, el plan inicial falló, probablemente por las medidas de seguridad implantadas para el partido de fútbol. El comando tuvo que conformarse con provocar las tres explosiones que acabaron con sus vidas en los alrededores del Estadio de Francia (entre las 21.20 horas y las 21.50 horas del viernes). La matanza proyectada quedó reducida a sólo una víctima mortal, al margen de los tres suicidas.
Francia y su capital, París, están en el punto de mira del yihadismo desde hace meses. No sólo por la actitud decidida del Gobierno socialista contra el terrorismo, que le ha llevado a actuar de forma directa en el Sahel, en Irak y en Siria, sino porque, según los servicios de Inteligencia, desde Francia han salido unos 1.200 combatientes para integrarse en el IS, de los que un significativo porcentaje –se estima que unos 500– habría retornado a suelo francés recientemente.
Aunque los servicios de seguridad franceses han abortado al menos cinco atentados desde que se produjo la matanza de Charlie Hebdo en enero, es muy difícil controlar la actividad de estos grupos, que cuentan con numerosos simpatizantes en Francia y que se mueven con facilidad por el centro de Europa, y, fundamentalmente, desde Bélgica, otro de los países donde mayor actividad yihadista se ha detectado.
Aunque las fuentes de los servicios de seguridad españolas consultadas prefieren ser prudentes respecto al pasaporte sirio encontrado junto a uno de los cadáveres del Estadio de Francia («ahora hay en circulación cientos de pasaportes sirios robados», afirman), el atentado de París va a provocar una discusión a fondo sobre la política europea respecto a los refugiados. Ayer, el diario británico The Times se refería abiertamente a la falta de control respecto a los inmigrantes procedentes de Siria como una de las causas del aumento del riesgo de atentados, mientras que elevaba a dos el número de refugiados que supuestamente habrían participado en la masacre de París.
Una de las víctimas políticas del viernes negro podría ser la canciller Angela Merkel, promotora de la política de puertas abiertas que ha propiciado la entrada de un millón de refugiados procedentes de Oriente Próximo en lo que va de año, muchos de los cuales han terminado instalándose en Alemania. Polonia ya ha anunciado que no aceptará la cuota de inmigrantes acordada por la Comisión que debería aceptar.
Mientras, las autoridades españolas decidieron el sábado mantener en su grado 4 el nivel de alerta. En España no se ha detectado, según fuentes solventes, actividad de grupos organizados que justifique la elevación de la alarma a su nivel máximo (5), que posibilitaría la intervención del Ejército en labores de vigilancia y protección de instalaciones y centros sensibles.
Según las mismas fuentes, de España han salido unos 130 combatientes a Siria, de los que habrían regresado unos 25, algunos de los cuales están actualmente en prisión. Hay una media docena de activistas potencialmente peligrosos en libertad, pero bajo el control de las fuerzas de seguridad. «De lo que no estamos a salvo es de que un lobo solitario decida actuar por su cuenta. Nos pueden sacudir en cualquier momento», dijo la fuente.
España colabora con Francia en todo cuanto se le requiere desde el país vecino, aunque, por el momento, la información trasladada ha sido escasa.
Políticamente, la masacre de París no sólo va reavivar el debate sobre la limitación o el establecimiento de mayores controles en la recepción de refugiados, sino sobre la posición que debe adoptar la UE respecto al conflicto sirio.
La Cumbre de Viena ha establecido un calendario para unas elecciones que se llevarían a cabo en año y medio, pero no hay una postura común sobre el futuro de Asad y, mucho menos, sobre la intervención militar en Siria.
Francia quiere una mayor implicación europea en el conflicto, mientras que otros países, como España, son partidarios de la negociación.
La realidad es que mientras el IS mantenga bajo su control amplias zonas en Siria, Irak o Libia, será difícil evitar nuevos ataques terroristas en suelo europeo.
Según una información publicada por Financial Times (14-10-2015), el califato establecido por Abu Bakr al Baghdadi tiene bajo su administración pozos de petróleo en el este (Al Omar) y norte (Al Jibssa) de Siria con una capacidad de producción de entre 34.000 y 40.000 barriles diarios. La seguridad de estos pozos está directamente controlada por la policía secreta del IS (Amniyat). Los yihadistas, que venden el crudo unos 20 dólares por debajo de los precios de mercado, consiguen por esa vía unos ingresos anuales de 550 millones de dólares. Largas colas de camiones esperan todos los días para cargar el combustible que financia acciones como la del pasado viernes en París. Eso, por no hablar de la cobertura y las donaciones que recibe el IS desde los países suníes del Golfo.
Las declaraciones de solidaridad con Francia suenan a retórica cuando se contrasta la capacidad de actuación del IS con la escasa efectividad de la respuesta desde Europa.
Casimiro García-Abadillo