Las políticas para la juventud: ya si eso, mañana

Una vez más, cerca de la cita con las urnas, se empieza a hablar de los elevadísimos niveles de abstención electoral entre las personas jóvenes, de cómo pasamos de la política y cómo cualquier juventud pasada fue mejor. La sociedad se preocupa enormemente por todas esas personas que van a votar ahora por primera vez: ¿estarán preparadas para esa responsabilidad?

Así, mientras la sociedad cuestiona nuestra capacidad para el sufragio y nuestro supuesto desarraigo político, las personas jóvenes luchamos contra el cambio global, copamos las movilizaciones del 8-M e, incluso, no hace tanto, protagonizamos el 15-M. Aún así, por ejemplo, ese mismo año del 15-M, a pesar de nuestra amplia implicación con este movimiento, los y las jóvenes batimos un récord de abstención de voto, por encima del 40%. Es decir, está claro que las personas jóvenes nos relacionamos con nuestra sociedad y trabajamos para cambiar la realidad pero, ¿en qué punto se rompe la relación entre la movilización social y la participación electoral?

En nuestro país entendemos la juventud, en la mayoría de los casos, entre los 14 y los 30 años. Contamos incluso con un Día Internacional de la Juventud, el 12 de agosto, que la ONU estableció para destacar la importancia de este colectivo en la sociedad. Imaginativas, idealistas y enérgicas, las personas jóvenes salimos a comernos el mundo con nuestros másters y doctorados, nuestras start-ups y nuestro conocimiento infalible de las nuevas tecnologías. Somos la ola de futuro y estamos destinados a cambiar el mundo.

Pero ya mañana.

El problema es que cuando siempre eres mañana nunca apareces en el programa de hoy. La analogía entre ser joven y transitar hacia la vida adulta convierte todas nuestras políticas en un ladrón de presentes donde lo principal es salvaguardar la calidad de tu vida a partir de los 30 años, mientras que la época que va desde los 14 a los 29 no importa tanto. En estos años estudiamos, encadenamos contratos en prácticas, contratos precarios, parciales, temporales; ya que según nos "prometen" la espera merecerá la pena. Eso sí, mañana.

Esta realidad y el hecho de no poner en marcha en el presente políticas trasversales en materia de juventud suponen importantes problemas para nuestro colectivo. El 40% de las personas jóvenes viven en riesgo de exclusión social, uno de cada tres jóvenes está en paro, la edad de emancipación para las personas jóvenes está cerca de los 30 años, somos el colectivo con más afectados por la epidemia de adicción al juego y tenemos el suicidio como la tercera mayor causa de muerte entre los 15 y los 29 años.

Así, de cara a la próxima cita electoral, emitir o no un voto es, en definitiva, mostrar una opinión. Es alzar tu voz, aunque sea en secreto y decir qué país quieres. Por ello, la pregunta no es si la juventud está preparada o movilizada, la pregunta es si España está escuchando a las personas jóvenes e, incluso antes, si se les permite hablar, si se les está escuchando o si se sienten representadas por los partidos políticos.

Ante esto, existen, todavía, espacios donde la juventud se puede expresar y emitir opinión, en todos los asuntos políticos, económicos, sociales y culturales. Unos espacios como los Consejos de la Juventud que deben estar presentes en la toma de decisiones políticas para hacer política para la juventud y con la juventud; pero que, sin embargo, están siendo amenazados, desde hace muchos años, para volver a reducir la participación a un voto cada cuatro años (si la estabilidad política lo permite). Y todo lo que se salga de ahí, mañana.

Estos espacios deben consolidarse como herramientas de diálogo entre la juventud y la política. No sólo los Consejos de Juventud, ni el mandato constitucional de ser voz de los y las jóvenes que estos articulan. Necesitamos también estrategias estatales de juventud concretas y útiles; necesitamos que se coordinen ministerios y administraciones para elaborar políticas que respondan a la inevitable transversalidad de la juventud. Y siempre, junto a estas, el diálogo con la juventud. Un ejemplo de ello es nuestra campaña #AgendaJuventud, donde plasmamos cuáles son nuestras propuestas y demandas de cara a las elecciones generales y también a largo plazo. Una plataforma online desde la cual los y las jóvenes podemos mostrar nuestras propuestas para que puedan ser escuchadas por los partidos políticos y los agentes sociales.

Y es que no podemos engañarnos: la apuesta por la juventud debe ser máxima e inmediata y sólo de esa forma se podrá exigir la misma implicación a los y las jóvenes a la hora de ir a votar. Otros países han aventurado ya incluso el voto a partir de los 16 años, reconociendo así la capacidad de los más jóvenes y el poder transformador de este colectivo.

Desde los 16 sufrimos la precariedad laboral, la parcialidad, el paro. Catorce años más, hasta los 30, son demasiados para ser solo una etapa de transición. Demasiados para pasearse por los programas electorales y ver las mismas propuestas gastadas, importantísimas y nunca resueltas, sobre nuestra grave situación. Hace demasiado que se trabaja por la juventud sin la juventud y por eso nuestros problemas se mantienen, inalterados, a la espera de cumplir los 30 y salir por fin de la rueda.

En realidad era todo mentira, la juventud nunca tendrá un mañana. Las personas se hacen mayores, pero la juventud permanece, y siempre va a necesitar estar en los espacios donde se asegure que vive dignamente su presente. El 28 de abril, la juventud también es hoy, y siempre será hoy.

Manuel Ramos de la Rosa es presidente del Consejo de la Juventud de España.

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