Las políticas públicas de acción cultural exterior de España

España no ha sido históricamente un país pionero en desarrollar una acción cultural exterior concebida y coordinada con el objetivo de mejorar su imagen en el mundo. Mientras las potencias europeas ponían en marcha proyectos de difusión internacional como la Fundación Humboldt (1860), la Alliance Française (1883) y el British Council (1934), los ejemplos de acción cultural española en el exterior son escasos y –peor aún– fragmentarios, reducidos en todo caso a las últimas décadas. No pretendemos olvidar el papel de la cultura en los siglos anteriores –en los que la presencia internacional de España lo era como imperio y metrópoli– sino más bien entender las políticas públicas de acción cultural exterior hoy como parte de las relaciones horizontales entre países independientes vinculados de manera multipolar, en cuyas elites y opinión pública se pretende influir promoviendo a través de la cultura una visión positiva del país –lo que presupone la existencia de una opinión pública sobre la que influir, y un desarrollo democrático que haga que la influencia en la opinión pública de un país pueda condicionar la agenda política de éste–. En este sentido, la acción cultural exterior entronca en ese conjunto de actividades no siempre contempladas desde las relaciones internacionales pero cuyo impacto sobre estas es determinante, como reconocía Willy Brandt al considerarlo “el tercer pilar” de las relaciones exteriores, o Joseph S. Nye al bautizarlo con el –celebrado y discutido– término “poder blando” (soft power). Este “poder blando” cuenta para Nye con tres recursos: la cultura y su atractivo para los otros, la coherencia de los valores políticos y la autoridad moral en las relaciones internacionales (Nye Jr, 2004, p. 11). En todo caso, son recursos que más que poseerse son otorgados o reconocidos por los demás.

Vamos a delimitar el concepto combinando dos niveles de análisis, el de la administración pública y el ámbito privado, con dos objetivos de la acción exterior en materia de cultura. Diferenciaremos así entre: (a) la acción pública exterior de los Estados en los que la cultura es la herramienta para producir atracción internacional, lo que tradicionalmente se ha denominado “diplomacia cultural”; (b) la acción pública destinada a promocionar e internacionalizar la economía cultural del país; (c) la acción privada que, encuadrada dentro de la Acción Social y Cultural de las empresas, promueve acciones que beneficien la imagen de una marca, producto o empresa; y (d) la promoción que el sector privado cultural hace en el exterior para favorecer sus intereses económicos.

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Ángel Badillo, investigador principal de Lengua y Cultura españolas, Real Instituto Elcano

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