Las prisas por lanzar Cataluña, SA

Mi posición respecto a la independencia no se basa fundamentalmente en argumentos económicos. Yo, desde Cataluña, pagaría para que se recuperase el seny, porque estoy éticamente en contra de recortar los espacios de solidaridad y de levantar más fronteras. Pero no solo pienso que la independencia sea una mala idea por mis principios, también porque es un mal negocio. Y digo negocio porque no quiero entrar en el debate de si el déficit fiscal compensaría o no todos los costes asociados a la independencia (reducción del comercio, necesidad de invertir en bienes públicos con desventajas en términos de economías de escala, riesgo de salir del espacio económico europeo, etcétera). Quiero analizar la decisión de independencia desde la óptica empresarial, como la creación de una nueva empresa. ¿Cataluña, SA, generaría mayor bienestar a sus ciudadanos del que ahora disfrutan?

Algunos han respondido afirmativamente a esta pregunta, bajo la premisa de que lo haríamos mejor, seríamos más eficientes, tomaríamos mejores decisiones y haríamos mejores leyes. Este ejercicio de optimismo es la principal causa del fracaso de las nuevas empresas. Un plan de negocio que se base simplemente en que lo vas a hacer mejor que las actuales empresas que hay en el mercado es, como mínimo, ingenuo. En el mercado todo el mundo optimiza y las empresas que consiguen una ventaja sobre las demás lo hacen porque ofrecen algo distinto o tienen algún recurso del que las otras empresas carecen. Además, Cataluña ha tenido suficientes cuotas de autogobierno para predecir que ese milagroso aumento de eficiencia no se va dar.

La pregunta correcta es cómo afectaría la independencia a los recursos y capacidades de los que dispone Cataluña para generar bienestar a los ciudadanos. En este sentido, mi respuesta es la que dio Gerard Piqué: “La secesión dejaría a Cataluña (y a España) más débil”. Enunciemos cuatro consecuencias negativas de la independencia:

1. Se romperá la unidad de un mercado con el resto de España. No hay nada mejor para el bienestar económico como tener grandes empresas exportadoras que puedan ser líderes a nivel global: Zara es un claro ejemplo de ello. Pero antes de lanzarse al mercado global, Zara se hizo fuerte en un gran mercado doméstico. Mercadona va a comenzar su expansión internacional, pero solo después de fortalecer su modelo de negocio en el mercado español. Romper con un mercado de casi cuarenta millones de consumidores no solo reducirá el comercio: va a ser un impedimento para que surjan en Cataluña proyectos empresariales fuertes.

2. Perderemos capital humano. Muchas personas, como muchas empresas, se deslocalizarán. Cataluña tiene muchos centros de excelencia en investigación, medicina, etcétera y le resulta relativamente fácil atraer talento del resto de España. Perder parte de este talento no facilitará atraer talento de otras partes del mundo (más bien, lo hará más difícil: al talento le gusta ir donde hay más talento). Simplemente, Cataluña se empobrecerá en el input empresarial más valioso, el capital humano.

3. La marca Cataluña se depreciará. La secesión por motivos fiscales no es de esperar que sea muy popular en España, nuestro principal mercado, pero tampoco en Europa.

4. Una condición importante para que se genere actividad económica es que las empresas piensen que las reglas de juego están claras y que los reguladores son independientes, y no están capturados por las empresas domésticas dominantes. La Unión Europea ha sido un potente instrumento para generar eficiencia, en parte porque el regulador europeo estaba lejos de los mercados domésticos. En una Cataluña independiente, ¿qué probabilidad habría de que el regulador y los directivos de las principales empresas catalanas hayan estudiado en el mismo colegio? La actuación de la Generalitat con Spanair sirve de anticipo de lo sesgado que puede ser un futuro regulador y lo poco atractivo que esto resulta para la actividad económica.

Pero si me equivocase mucho y la secesión fuera un buen negocio, mi siguiente pregunta sería: ¿por qué ahora? La independencia es una decisión de largo plazo que afectaría de forma irreversible al bienestar de Cataluña y España. Este tipo de decisiones estratégicas son las más importantes desde el punto de vista empresarial porque son las que acaban determinando que la empresa adquiera una ventaja competitiva o quiebre. En este tipo de decisiones se pueden cometer dos errores. No tomar la decisión cuando deberías hacerlo (error tipo I, en nuestra jerga) y tomarla cuando no deberías haberlo hecho (error de tipo II). El error de tipo I es muy importante cuando la oportunidad para tomar la decisión puede desaparecer, por ejemplo porque un rival se puede adelantar a nosotros. El error de tipo II tiene más peso cuando tenemos mucha incertidumbre sobre el éxito de la estrategia. Pues bien, estamos en un escenario en el que el error de tipo I no existe y el error de tipo II no tiene límites.

Cataluña puede abrir este proceso ahora o dentro de 5 años, y no hay ninguna ventaja especial de hacerlo ahora. Por el contrario, la incertidumbre ahora es máxima; no sabemos la consecuencia de la decisión sobre nuestra pertenencia a la UE, cómo se repartirían los activos y los pasivos; no sabemos siquiera cómo afectará este debate a nuestras posibilidades de financiar nuestro déficit, etcétera.

¿Cómo explicar que la independencia sea el centro de nuestro debate político, las prisas, la demanda política urgente de un referéndum en 2014, cuando este es en el peor momento, desde el punto de vista estratégico, para tomar esta decisión? La respuesta es el fenómeno del gambling for resurrection. Lo que en castizo sería de perdidos al río. Es lógico que en la actual situación de crisis y de desesperanza, una opción que antes se desdeñaba por sus riesgos se muestre mucho más atractiva. Pero esto es un error. El riesgo solo empeora las cosas y no convierte las malas decisiones estratégicas en buenas. De hecho, el gambling for resurrection explica gran parte de la actual crisis financiera, donde bancos y empresas con problemas asumieron riesgos excesivos y solo consiguieron empeorar su situación, y la de todo el sistema financiero en conjunto.

Deberíamos utilizar nuestro escaso margen de maniobra para hacer el mejor plan estratégico posible para la Cataluña de ahora. Dedicar nuestras energías a Cataluña, SA, es querer solucionar los problemas invirtiendo nuestros escasos recursos en la lotería, lo que además de una irresponsabilidad es una pésima estrategia.

Juan-José Ganuza es catedrático de Organización de Empresas de la Universidad Pompeu Fabra.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *