Las profecías genocidas

Por Daniel Jonah Goldhagen, del Centro de Estudios Europeos en la Universidad de Harvard y autor de Los verdugos voluntarios de Hitler (EL PAÍS, 08/11/05):

En 1904, el general Lothar von Trotta, el gobernador alemán de la colonia de África Suroccidental (hoy Namibia), proclamó públicamente: "Dentro de las fronteras alemanas, cuando se encuentre a cualquier Herero, tanto armado como desarmado, con ganado o sin él, se disparará contra él". En 1939, justo antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Hitler declaró al mundo su intención de aprovecharse de una guerra mundial para obtener "la aniquilación de la raza judía en Europa". Recientemente, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, pidió públicamente la aniquilación de Israel. Pocos días después repitió su llamamiento a "borrar a Israel del mapa".

Para que exista un genocidio deben coincidir dos elementos, la intención y la oportunidad; la intención suele ser muy anterior a la adquisición de los medios y circunstancias necesarios para llevarla a la práctica. En África del suroeste, la intención no podía estar más clara, y la oportunidad también estaba presente, dada la abrumadora superioridad militar de los alemanes. Éstos llevaron a cabo una matanza sistemática que acabó con tres cuartas partes del pueblo Herero. Hitler había expresado su deseo de "exterminar" a los judíos ya en 1920, pero hasta que Alemania conquistó Europa, no tuvo ocasión de convertir sus deseos en realidad, cosa que se apresuró a hacer con el asesinato de seis millones de personas.

¿Cómo ha reaccionado el mundo ante Ahmadineyad, el heredero retórico de Von Trotta y Hitler? Con la excepción del portavoz de la Autoridad Palestina, los líderes del mundo árabe e islámico han permanecido en silencio. Los periódicos de sus países -con su aprobación tácita- publicaron el discurso de Ahmadineyad en sus portadas, sin ningún comentario. En el mundo democrático, los dirigentes políticos y los editorialistas han condenado de forma categórica sus palabras. Pero las preguntas fundamentales siguen sin respuesta: ¿hasta qué punto debemos tomar en serio las afirmaciones de Ahmadineyad? Más en concreto, ¿qué relación hay entre las palabras de Ahmadineyad y su verdadera intención? ¿Y coincidirán la voluntad y la oportunidad?

Muchas informaciones y numerosos comentaristas describen a Ahmadineyad como un exaltado, un ex revolucionario estudiantil que es políticamente inmaduro e irresponsable, o como un dirigente político débil que habla para su propio público. Otros hacen caso omiso de sus palabras porque las consideran vacías, y sostienen que Irán no podría ni querría ponerlas en práctica. Muchos sugieren que otros dirigentes más responsables, como el ex presidente iraní Hashemi Rafsanyani, supuestamente moderado, son más representativos de la verdadera situación del pensamiento y la política en Irán.

Sin embargo, en diciembre de 2001, el "moderado" Rafsanyani habló de manera todavía más explícita sobre la necesidad de aniquilar a Israel en un discurso dirigido a la nación con motivo del Día de Quds (Jerusalén). "Si un día el mundo islámico dispone también de armas como las que ahora posee Israel, entonces la estrategia de los imperialistas se estancará, porque bastará el uso de una sola bomba nuclear en Israel para destruirlo del todo, mientras que al mundo islámico sólo le hará daño. No es irrazonable pensar en esa posibilidad". Rafsanyani, después de sopesar las repercusiones de la política genocida, declaraba que el precio merecía la pena.

Ya son dos los presidentes iraníes que han hablado con claridad de destruir Israel, y el viernes 28 de octubre, en actitud desafiante, Ahmadineyad reiteró sus esperanzas genocidas pese a la condena del mundo. En su época, las profecías genocidas de Hitler se tacharon de bravatas o no se tomaron en serio. Teniendo en cuenta la estrecha relación entre las declaraciones y las intenciones genocidas que muestra la historia y los enormes costes políticos que tiene hoy el hecho de que el dirigente de un país proclame abiertamente ese tipo de ambiciones, sería una locura no comprender que las palabras de los líderes iraníes son la manifestación de sus intenciones. Y eso nos lleva a la cuestión de la oportunidad.

Irán ya tiene misiles capaces de llegar a Israel. En la actualidad está desarrollando armas nucleares, lo cual le ha enfrentado con Estados Unidos y gran parte de Occidente. Si Irán obtiene esas armas nucleares, le sería fácil destruir Israel y producir un segundo Holocausto. Israel es un país geográficamente diminuto, del tamaño de Maryland. Tres misiles podrían volver inhabitables sus tres ciudades más importantes, Tel Aviv, Jerusalén y Haifa, y matar a cientos de miles de personas. Como sabe Rafsanyani, un solo misil estratégico colocado cerca de Tel Aviv -donde Israel tiene un ancho de sólo unos 15 kilómetros- sería suficiente para destruir, en la práctica, el país. Es cierto que Israel tiene capacidad de devolver el golpe con sus submarinos nucleares, pero, como dijo a las claras Rafsanyani, el enfrentamiento que destruiría Israel sólo "haría daño" al Islam, un precio "racional" que merece la pena valorar.

La intención genocida de los líderes iraníes es evidente. Es posible que pronto dispongan de los medios. ¿Qué se puede hacer? No debemos recibir las palabras de los dirigentes iraníes como meras bravatas y limitarnos a condenarlas, como hizo Kofi Annan, con tibia "consternación", sino tomarlas en serio, como presagio de una estrategia posible. Es imperativo que Irán no llegue a tener los medios que permitan a sus dirigentes "considerar" verdaderamente la posibilidad de llevar a la práctica los deseos expresados. Los líderes israelíes lo saben y así lo han dicho. Tommy Lapid, miembro del comité de defensa y asuntos exteriores del Knesset israelí, declaró hace poco que si Estados Unidos y los europeos no paran a Irán, "cuando la situación alcance el punto de no retorno, Israel tendrá que actuar".

No se trata de mera paranoia israelí. Si Bin Laden, que actúa impulsado por una ideología islamista semejante a la de los dirigentes iraníes, hubiera podido atacar Nueva York con un misil nuclear, ¿no lo habría hecho? ¿Quién, en Nueva York, Londres, París o Berlín, permanecería pasivo si un Bin Laden o un Ahmadineyad estuviera a punto de desarrollar un misil nuclear después de proclamar su voluntad de destruir Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia o Alemania? ¿Acaso los aliados del país amenazado -y todos los países democráticos- no harían todo lo posible, incluido destruir la incipiente capacidad genocida del aspirante a asesino de masas? ¿Por qué tiene que ser distinto cuando el blanco es Israel? El propósito iraní de destruir Israel no tiene nada que ver con que haya un arreglo justo del conflicto israelo-palestino, como los propios líderes de Irán han dejado claro. Consideran que la propia existencia de Israel es, en sí, una ofensa contra el Islam, porque constituye un puesto avanzado de los valores que más condenan, los de los países democráticos y pluralistas. No todos los ciudadanos ni los dirigentes islámicos desean entrar en guerra con el Occidente democrático. Pero algunos, sí. Tal vez Israel sería el primer objetivo nuclear, pero podría no ser el único. Dejar que el régimen iraní actual obtenga armas nucleares sería tan irresponsable como las acciones de quienes no tomaron en serio a Hitler.