Las redes sociales y la mili

El día 23 de mayo asistí, como invitado, a la reunión anual que realiza la Associació Catalana de Veterans de Sidi-Ifni, que reúne a cerca de 500 ciudadanos de Catalunya que realizaron la prestación del servicio militar en aquellas tierras africanas entre 1956 y 1968, cuando aquellos territorios pertenecían a España. Allí se encontraban personas de todos los rincones de la geografía catalana, acompañados la mayoría de sus esposas, algunos hijos y nietos. Todos ellos eran jubilados, de diferente extracción social y con un único elemento aglutinador: haber vivido su experiencia militar en tiempos difíciles y en las tierras semidesérticas de la costa occidental de Marruecos.
Llevan 22 años reuniéndose y cada año son más. Y uno piensa: ¿qué es lo que les lleva a arrastrar a sus familias para reunirse cada año? Creo que la respuesta es fácil. Como casi todo lo auténtico. El recuerdo del pasado compartido y las ganas e ilusión con la que afrontan su vejez. Ellos han constituido, a su manera y sin grandes pretensiones, una red social que no cobra por ser socio de esta asociación y que les reporta un beneficio psicológico al hacer memoria de lo que fueron de jóvenes y lo que han conseguido llegar a ser hoy como ciudadanos.

Si preguntáramos a los millones de españoles qué les ha reportado la mili, tendríamos un abanico de respuestas bastante abierto –lógico– según la experiencia de cada antiguo soldado en qué lugar de España, en qué unidad, qué mandos y compañeros tuvo, por cuánto tiempo, etcétera. Pero seguramente en lo que la mayoría coincidiría sería en la riqueza humana que les aportó su relación con los compañeros con los que les tocó vivir su periodo militar.

Aquella época no era como ahora. Veinte años atrás –y no digamos ya 40–, para muchos de esos jóvenes salir de su limitado círculo social hubiera sido sencillamente inaccesible si no se hubiera motivado –a la fuerza, eso sí– y costeado por el Estado. Gracias a la mili, aquellos jóvenes pudieron conocer otros rincones de la geografía española, otras costumbres e incluso otras lenguas y, por supuesto, a otros jóvenes con los que de otra forma jamás hubieran coincidido. Gracias a esa movilidad geográfica, muchos de ellos establecieron relaciones afectivas que les han acompañado toda su vida.

Hace 10 años se publicó la ley 17/1999, que señalaba, en una disposición transitoria, la suspensión (que no supresión) de la prestación del servicio militar y el paso previo para constituir las Fuerzas Armadas profesionales que hoy tenemos. La utilidad política y social del servicio militar fue variando a lo largo de estos últimos 50 años, influida por el contexto político en que ha estado involucrada España y por la evolución de los valores de la sociedad española. Aquellos jóvenes sumidos en un régimen autárquico y apenas desarrollado asumían con mayor naturalidad un ambiente de autoridad, disciplina y sacrificio. Desde hace años las relaciones sociales son cada vez más transversales y vivimos en una sociedad más hedonista, donde imperan los valores utilitaristas. Y aunque hoy en día haya voces que reclaman lo bien que les vendrían a algunos jóvenes ciertas dosis de sentido de la autoridad, disciplina y responsabilidad, años atrás la utilidad de la mili estaba siendo cuestionada por una gran parte de la sociedad.

Hoy muchos jóvenes, dominados por el imperativo tecnológico, tienen a su alcance muchos medios que les permiten comunicarse, o, mejor dicho, contactarse. Participan en nuevas redes sociales cuyos resultados beneficiosos, por el momento, no podemos anticipar.

Cada generación se ha visto influida por algún avance que le ha permitido aumentar el radio de comunicación, en cantidad y en calidad. Pero ha sido en los últimos años, en lo que se ha dado por denominar sociedad de la información o del conocimiento, cuando gracias precisamente a los grandes avances tecnológicos se están pudiendo salvar las limitaciones que hasta el momento tenía la comunicación: la memoria y la distancia. Una memoria casi infinita que puede transportarse a cualquier lugar del planeta en cuestión de un instante. Esta generación de internet y de la telefonía móvil (la generación TIC, de las tecnologías de la información y la comunicación) puede presumir de las posibilidades que esta tecnología ha puesto en sus manos, que le ha permitido aumentar el número de amigos y las posibilidades de compartir con ellos experiencias, información y conocimientos, aunque los interlocutores no se lleguen a conocer físicamente. En este punto, queda por ver, con el tiempo, lo efímeras que pueden ser finalmente estas redes sociales.

Dicen que del roce nace el cariño, y en este sentido en las nuevas redes sociales se echa en falta el sentimiento de las experiencias compartidas, la emotividad de los momentos difíciles, la memoria de los paisajes comunes… En definitiva, son redes de una vida social sin afectos comprometidos, aspectos que, en cambio, recuerdan y comparten, después de muchos años, aquellos jóvenes que pasaron por la mili.

Pablo Martínez Delgado, coronel.