Las reformas educativas que España necesita

Desde que comencé a trabajar en cuestiones de educación España tiene los mismos problemas. No conseguimos buenos resultados ni en excelencia ni en equidad educativa. Portugal, Reino Unido, EE UU tienen una fracción parecida a España de estudiantes en los niveles bajos del examen PISA (alrededor del 20%), pero mientras que España tiene solo el 7% en la banda superior, ellos llegan a cerca del 10%. Por no hablar del 17,8% de Alemania y del 25% de Corea del Sur, que también tienen menos estudiantes en los niveles inferiores. El otro indicador significativo para España es el abandono escolar temprano, que a pesar de las mejoras está en un 20% de la población y casi dobla la media de la UE. Esto último se traduce a su vez en que solo tenemos un 23% de personas con formación pos­obligatoria no universitaria, frente a una media europea del 43%. Sin embargo, la proporción de la población entre 25 y 34 años con formación universitaria es parecida a la europea.

¿Podemos hacer algo para resolver estas carencias? Ciertamente sí, pero vamos a necesitar más recursos, algo que la pandemia no va a facilitar. Y, sobre todo, muchísima más voluntad política y no atascarse en los problemas de siempre.

Para mejorar nuestro problema de abandono temprano y de falta de individuos con formación posobligatoria no universitaria hay dos posibles vías que ya tienen una experiencia positiva demostrada en España. Por ejemplo, algo como los Programas de Refuerzo, Orientación y Apoyo (PROA) implementados entre 2005 y 2012, pero con mayores recursos. Este programa tenía una parte de apoyo a alumnos con dificultades a través de monitores acompañantes o profesores del propio centro en pequeños grupos y en horario extraescolar, y otra de aportación de recursos complementarios a centros situados en entornos difíciles. Un estudio de 2017 de Ignacio García-Pérez y Manuel Hidalgo mostró resultados muy positivos medidos a través de PISA. Al mismo tiempo, un refuerzo de la formación profesional dual, que incluso en su versión actual manifiestamente mejorable parece mostrar resultados positivos en el empleo de los estudiantes que pasan por ella.

Para mejorar el problema de falta de excelencia sería importante favorecer la atracción y retención del talento en la profesión docente. Y una profunda renovación de métodos. Los dos problemas tienen un origen similar. La Administración parece preocupada en exclusiva en “cumplir programas” que son excesivos y ponen poco énfasis en competencias y mucho en contenidos (algo que se nota mucho en PISA). Los profesores se seleccionan a través de un examen con énfasis exclusivo en “saber cosas” y no se intenta verificar que estos sean capaces de mejorar competencias de los estudiantes. Tampoco pone recursos en mejorar esas capacidades pedagógicas una vez en el puesto, ni proporciona libertad a los docentes y equipos directivos, ni incentivos para usar efectivamente esa libertad. Tenemos una escuela diseñada para el siglo XIX y sin visos de progresar al XXI.

Antonio Cabrales es catedrático de Economía en la Universidad Carlos III de Madrid.

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