Las retribuciones por objetivos de los funcionarios

Vuelve la burra al trigo, dice un refrán español. Que viene a ser lo mismo que aquello que se llamaba serpiente de verano, es decir, esos temas recurrentes que dan mucho que hablar, pero rara vez acaban en una decisión, en algo realmente práctico. Una noticia ha sido recibida con alborozo por algunos comentaristas políticos y económicos: el sueldo de los funcionarios se calculará de acuerdo con su productividad. Estupendo, eso es lo que hay que hacer, el que trabaje más, que cobre más, y el que no de golpe, que no cobre, seamos claros.

En principio la idea no parece mala. Tiene el inconveniente de que los funcionarios estamos ya bastante escarmentados, pues las diferentes crisis económicas empezamos siempre pagándolas nosotros. En 1988, Carlos Solchaga, ministro de Hacienda, decía que España era el mejor país para hacer negocios. Ahora ya sabemos cuáles: ERES de Andalucía, miembros del PNV en el banquillo, el caso Pujol, el 3 % de la Generalidad de Cataluña, el caso Palau, la trama Gurtel, la Púnica, Bicimad y no sigo por no hacer esto interminable. El panorama económico que se le apareció a Solchaga no era especialmente bueno. La solución la encontró enseguida: subir el sueldo a los funcionarios, en la asombrosa, incomensurable, maravillosa cuantía del 1 %. Como los sindicatos protestaron, amenazó con no subir el sueldo nada. ¡Gran idea! Otra. Cuando en 1996 José María Aznar tomó posesión del Gobierno, y se encontró con que Felipe González le había dejado una situación económica terrible, lo primero que hizo fue congelar el sueldo de los funcionarios. Cuando en 2010 el señor Zapatero tuvo que tomar medidas económicas severas, llamado al orden por Obama y Merkel (por él hubiéramos seguido mejorando hasta la quiebra total), lo primero que se le ocurrió fue rebajar el sueldo de los funcionarios (algunos perdimos hasta el 12 por ciento) y, para colmo, rebajar las pensiones de los jubilados. No recuerdo, y si alguien lo sabe, que me corrija, que durante los famosos 40 años de Franco se bajasen las pensiones. Lo que no hizo el antaño adulado, hoy denigrado dictador (a veces por las mismas personas), lo hizo la democracia. ¡Toma pan y moja! Pero hay más, cuando Mariano Rajoy se hizo cargo del Gobierno en 2011, también nos aplicó la palmeta: supresión de la paga extra, que luego nos han devuelto con cuentagotas, y solo la mitad, no vaya a ser que nos acostumbremos al lujo asiático, desmesurado y vicioso.

Por eso, ante el anuncio de pago a los funcionarios por objetivos cuando menos me preocupo, inquieto y desasosiego. Porque la experiencia, en España, hasta ahora, ha sido la que he relatado. Pero además, hay numerosos problemas técnicos. ¿Cómo se mide la eficiencia de los bomberos? Si es por el número de fuegos que apagan, a lo mejor creamos la figura del bombero pirómano. ¿Cómo se mide la eficiencia del Policía o el Guardia Civil, cuya sola presencia disuade a los chicos malos? Porque si hay disuasión, no hay delito, y por tanto, «el policía no hace nada», sino simplemente estar. Pero es que precisamente es su mera presencia la que nos da seguridad. No hay más que ver en la lontananza de una carretera unas luces azules para que la mayoría de los españoles levantemos el pie del acelerador ¿Se va a medir cuantos siguen a la misma velocidad y cuantos la reducen a los límites legales? ¿De verdad? ¿Cómo?. Y qué decir de la eficiencia del capitán de Infantería que lleva un año de maniobras, comiendo bocatas y durmiendo en el suelo para luego ser destacado 4 meses al Líbano, Afganistán, o Irak, ¿me puede explicar alguno de esos genios del pago a los funcionarios por objetivos la forma de cuantificar esa productividad? ¿Y el oficial de la Armada que se pasa meses navegando por el Índico sin detener a ningún pirata, porque la mera presencia del buque de guerra los deja amarraditos a puerto?

Mucho me temo que la productividad de los funcionarios quede al arbitrio de sus jefes, que en muchos casos son políticos, como el caso del señor Beteta que no ha hecho jamás una oposición, pero desde 1983 ocupa cargos políticos, y ahora es el secretario de Estado de Administración Pública. Es decir, el jefe supremo de los funcionarios no tiene ni idea de lo que es pasarse dos años y medio estudiando 10 u 11 horas al día, fines de semana incluidos. O el caso de Trinidad Jiménez, que habiendo intentado sin éxito ingresar en la carrera diplomática, se convirtió, por sus méritos (ignoro cuáles) en la jefa de la diplomacia española. Eso sí que es productividad, suspender una oposición y llegar a mandar sobre todos los opositores que aprobaron. Si este es el modelo de productividad que se quiere implantar, ¡Virgen del Mar, patrona mía, déjame como estoy!

La idea de la retribución por objetivos sólo podrá tener éxito si es absolutamente clara, transparente, imparcial, y aplicada por personas a las que no pueda suponerse, ni remotamente, la menor intencionalidad espúrea en sus decisiones. Si es así, bienvenida sea. Y si no, mejor no tocar el tema, dejarlo en la nube de la aurora boreal.

José Yusty Bastarreche, juez.

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