Las víctimas civiles

Por Pilar Estébanez, fundadora de Médicos del Mundo y médica especialista en Salud Pública y Medicina Humanitaria (EL PAÍS, 08/03/03):

Las guerras modernas se caracterizan porque la mayoría de sus víctimas son civiles: aproximadamente el 90%. Sean cuales sean las razones que se esgriman para atacar Irak, sea el propio Consejo de Seguridad el que lo autorice o sea ésta una decisión unilateral de Estados Unidos, lo cierto es que morirán cientos, quizás miles de personas; por supuesto, civiles. Es decir, hombres y mujeres ancianos, niños y niñas, agricultores, tenderos, profesores... ¿Cómo es posible aceptar tanto sufrimiento por intereses geopolíticos y económicos?

Irak lleva soportando un embargo desde 1990 que ha supuesto, según algunas fuentes, la muerte de entre 350.000 y 500.000 niños menores de cinco años como consecuencia directa de dicho embargo -desnutrición, falta de medicamentos y material médico, por enfermedades derivadas de la presencia de munición compuesta por uranio empobrecido procedente de los bombardeos de la guerra del Golfo...-.

Se nos quiere decir que Sadam Husein es un dictador peligroso para la comunidad internacional, para los países vecinos de Irak. Bueno, puede que sea verdad: Husein atacó Irán (estimulado por Estados Unidos, por cierto), invadió Kuwait, lanzó misiles contra Israel y Jordania... Quizá Husein sea un peligro, pero creo que su pueblo no debe pagar por ello.

Lo que pretende Estados Unidos es castigar aún más a un país que lleva sufriendo desde 1980, acumulando dolor sobre dolor. En ningún momento hemos oído a ninguno de los que defienden la guerra referirse a la población civil. No, la excusa es acabar con Sadam Husein como sea, al precio que sea, al coste que sea.

Resulta muy difícil ver a George Bush como un defensor de las libertades. No creo que nadie acabe de creérselo. Entonces ¿cuáles son sus razones? ¿Por qué la destrucción de Sadam Husein se ha convertido en la prioridad de su gobierno? Se han enumerado varias causas: razones internas -próximas elecciones en Estados Unidos-; razones externas -control de una de las zonas petrolíferas más ricas del mundo-; y razones personales -acabar lo que su padre no pudo hacer-.

Los niveles de salud de la población de Irak son desastrosos si los comparamos con los que mantenía el país antes del embargo, aun cuando acababa de salir de dos guerras. Estas dos décadas de penurias han provocado el desmoronamiento del Sistema de Salud iraquí: destrucción física de las infraestructuras sanitarias, exilio de los profesionales de la salud, escasez de medicamentos y materiales tan básicos como sondas... Incluso el agua ha dejado de ser potable en Bagdad por la imposibilidad de importar cloro, prohibido por Naciones Unidas por la posibilidad de usarlo con otros fines.

La mortalidad infantil ha subido desde 56 menores de un año fallecidos por cada mil niños en 1989, a 136.000 en 2000. La FAO, tan poco sospechosa, ha publicado que más de 800.000 niños menores de cinco años padecían desnutrición crónica en el año 2000 y que el 70% de los fallecimientos de niños menores de cinco años se debía a diarreas o infecciones respiratorias agudas. Las actuales tasas de vacunación, muy bajas, han aumentado las muertes por enfermedades infecciosas, sarampión, meningitis, neumonías... Unicef reconoció que Irak es el país que más ha retrocedido en cuanto a supervivencia infantil en la última década.

Se dice que esta guerra se hace por la seguridad mundial. Sin embargo, con el coste que va a suponer, más de 150.000 millones de dólares, se podría asegurar la salud mundial en muchos lugares del mundo. Se podría tratar a los cuarenta millones de personas que viven con sida en todo el mundo -10.000 millones de dólares-; se podría, además, asegurar agua potable y saneamiento, 15.000 millones de dólares, a la mayor parte de la población mundial, y se garantizarían las necesidades básicas de salud y alimentación... Con ese dinero se podrían, en definitiva, evitar millones de muertes cada año. Eso sí que sería una guerra justa.

Un ataque de Estados Unidos y de los países que lo apoyan quizá contribuya a que Sadam Husein deje de gobernar. Por cierto, ¿alguien se acuerda de que la razón para atacar Afganistán era acabar con Osama Bin Laden? ¿Dónde está Bin Laden? Quizá acaben con Sadam, pero lo que es seguro es que las condiciones sanitarias de la población iraquí empeorarán y serán peores a medio plazo. Probablemente las estructuras sufrirán graves daños -centrales eléctricas, presas, puentes, carreteras, líneas telefónicas, hospitales, escuelas, almacenes de alimentos...-, y esta situación contribuirá a empeorar la situación de la salud, si a ello añadimos la probable huida o muerte de buena parte del personal sanitario y las tremendas consecuencias para la salud medioambiental que supondrán los probables y masivos incendios descontrolados de los pozos de petróleo.

Supondrá la emisión de millones de toneladas de dióxido de carbono (en la guerra del Golfo se liberaron más de 500 millones de toneladas de dióxido de carbono, que contaminaron el aire y llegaron hasta India).

Los desplazados y refugiados que produzca esta guerra -se habla de 1.500.000 y un millón, respectivamente, seguramente, y en su mayoría mujeres y niños- se verán expuestos a graves riesgos en su salud: epidemias de meningitis y sarampión, la extensión de la tuberculosis y la falta de saneamiento y agua potable traerán como consecuencia epidemias de cólera y de origen alimentario; esto provocará miles de muertes y de sufrimiento humano, la falta de cobijo y el hacinamiento crea situaciones de vulnerabilidad para la violencia, violaciones y extensión de las enfermedades de transmisión sexual; en definitiva, la consecuencia de esta catástrofe humana y crisis humanitaria perdurará durante años.

Con el tiempo quizá se reconstruyan algunas estructuras y las organizaciones humanitarias podrán reemplazar en los primeros momentos algunas de las carencias del sistema sanitario, nutricional y educativo... Pero, como ya sucedió en Irak en la anterior guerra, como sucedió también en Bosnia y en Kosovo, además de las consecuencias de salud para su futuro, los metales pesados y tóxicos procedentes de las municiones y bombas empleadas en el ataque, los restos de uranio empobrecido usado para perforar blindajes, permanecerán en los suelos, se filtrarán en las aguas y seguirán matando, como lo están haciendo actualmente, a la población iraquí, que seguirá siendo víctima incluso cuando Sadam ya sólo sea un recuerdo.

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