Latinoamérica muda de color

Por José María Mendiluce, escritor (EL PERIÓDICO, 20/01/06):

La recientísima y esperada victoria de Michelle Bachelet y de la Concertación constituye una buena noticia para Chile y creo que para toda Latinoamérica, y abunda en la tónica general de un mapa que cambia de color en todo el continente al sur de Río Grande. Tras un largo periodo de democratización, acompañado de las recetas neoliberales impulsadas por el Norte y los organismos financieros internacionales, pareciera que los pueblos latinos han decidido optar por distintas formas de rebeldía frente a las evidentes injusticias en la distribución, acompañadas de indudables niveles de éxito en la superación de las tiranías y populismos del pasado, que habían dejado fuera de combate a las economías de numerosos países del área y sometido a sus ciudadanos. La pobreza corrió pareja con una injusta distribución de la riqueza. Según datos del Banco Mundial, casi el 10% de la población (50 millones de personas) sobreviven con sólo un dólar diario y el 25% (125 millones) se la juega con dos. Mientras, la acumulación de fortunas escandalosas se multiplicó descaradamente, como descarada es la sensibilidad cero que esos sectores tienen de sus conciudadanos. La distribución de la renta es, de acuerdo a numerosos estudios, de las peores del mundo. Pero hay que decir también que no todo ha sido negativo con las reformas y muchos indicadores macroeconómicos así lo indican: hay crecimiento tras años de retroceso (y Brasil es la punta de lanza), la inflación se mueve en cifras de un dígito (salvo en Venezuela y Costa Rica), la producción real aumentó en el 4% promedio, las exportaciones netas tienen saldo positivo y la deuda pública disminuyó de forma sustancial.
Es justamente el señalado fracaso social de las reformas estructurales el que está empujando a los ciudadanos a la búsqueda de nuevas opciones. Según el Latinobarómetro, la mayoría está decepcionada, piensa que la expansión fue sesgada y no logró abatir la pobreza, que se deterioró la distribución del ingreso y que creció brutalmente la corrupción. Opiniones que coinciden con los datos reales.

Y AQUÍ empiezan los riesgos. Porque mientras en democracias como las chilena, uruguaya o brasileña se opta por políticas sociales que superen las enormes injusticias en el reparto, pero sin cuestionar las bases políticas y económicas que permiten el crecimiento y la estabilidad, las tendencias en otras cercanas latitudes tienden a la victoria de populismos caudillistas barnizados con demagogias izquierdistas ya conocidas en el pasado y que estuvieron en el origen de los males que vuelven a pretender remediar. El riesgo es que una pobreza sin esperanzas vincule la democracia con el neoliberalismo y para remediar los males de éste acabe llevándose por delante aquélla. Por eso, si se puede afirmar que Latinoamérica dice no al modelo neoliberal salvaje, algunos tenemos dificultades en afirmar que hay un giro a la izquierda generalizado en la región, quizá porque pensamos que no es una izquierda cualquiera que utiliza la vieja demagogia obsoleta y manida del populismo y nos cuesta colocar del mismo lado a Bachelet (o a Lula da Silva) y a Hugo Chávez, por poner dos ejemplos bastantes ilustrativos de las dos tendencias que conviven en ese proceso de cambio de orientación. Tras la elección de Evo Morales en Bolivia, la previsible victoria del premio Nobel de la Paz Óscar Arias en Costa Rica, las elecciones en Perú y México, iremos viendo cómo en este año 2006 culmina ese proceso de cambios de orientación que tiene perpleja a la Administración norteamericana. Pero esperemos también que la madurez política de los ciudadanos latinos les evite caer en la trampa de los populismos oportunistas que amenazan con echar por la borda una vez más algunos de los avances claves para situar Latinoamérica en el espacio que merece en la economía mundial. Ojalá sean capaces de romper con la teoría del péndulo, que en tantas ocasiones ha frustrado los avances del continente, que pareciera debatirse entre la democracia con injusticias sociales y los salvadores de la patria, que ahogan todas sus libertades.

ES AHÍ DONDE Europa y España en particular pueden jugar un papel de apoyo a los procesos democráticos con contenidos sociales. Nuestro peso económico en la región exige políticas activas de apoyo y consolidación de los cambios positivos e influencia en los organismos internacionales para no desperdiciar esta nueva oportunidad histórica. Si es cierto que no hay recetas únicas, ni simples, también lo es que la vuelta a las viejas fórmulas (aunque las financien los petrodólares venezolanos) no producirán más que los resultados ya conocidos del pasado. Hacen falta más Bachelets, más Lulas y, si me lo permiten, menos Hugos. Como hacen falta más escuelas y más salud pública, y menos armas. Aunque sean defensivas y no maten casi nada.