Lección india: el Partido del Hombre Corriente

¿Es factible que un antiguo funcionario de Hacienda, convertido en activista anticorrupción, en el lapso de un año logre espectaculares resultados dos veces en sendas elecciones a la Asamblea de Delhi, capital y Estado de la India con estatuto especial? Lo ha sido. Y, además, la segunda vez por mayoría absoluta, derrotando a los dos grandes partidos nacionales, el Bharatiya Janata (BJP), conservador y ultra hinduista, y el Partido del Congreso, el de la saga de la familia Gandhi (sin parentesco alguno con el gran Mahatma), partido protagonista de la independencia India, que rigió el país durante décadas, pero fue abrumadoramente derrotado en los últimos comicios generales de hace nueve meses, desacreditado y hundido por la corrupción y la mala gestión a nivel federal.

La historia comenzó en noviembre de 2012, cuando el citado exfuncionario, Arvind Kejriwal, decidió convertir en partido político el movimiento que lideraba porque estimaba que la lucha contra la corrupción sólo sería eficaz si era protagonizada por un partido que legislara en esa línea desde dentro de una Asamblea democráticamente votada. Denominó a la formación Aad Aadmi, es decir, Partido del Hombre Corriente. Con el trabajo entusiasta de miles de voluntarios y con aportaciones pecuniarias individuales, pequeñas, pero numerosas, concurrió a las elecciones en diciembre de 2013. Para asombro de la mayoría, obtuvo 28 de los 70 escaños en juego (29,49% de los votos). El BJP logró 31 (32,1% de los votos) mientras que el Partido del Congreso continuó su declive y hubo de conformarse con ocho puestos.

Esa fue la primera vez que el Aad Aadmi suscitó la esperanza política y social de los habitantes de Delhi. Formó Gobierno con el apoyo de los ocho representantes del Congreso e inició decididamente la andadura delineada en el programa electoral, pero andadura y esperanza duraron sólo 49 días. Y no porque los votantes resultaran frustrados por incumplimiento de las promesas de aquellos a quienes habían votado, sino justamente por lo contrario. Cuando, en su segundo mes de Gobierno, el AAP impulsó legislativamente su promesa estrella, esto es, la creación de un organismo específico (Jan Lokpal), de carácter independiente, para investigar y sacar a la luz los casos de corrupción, el Partido del Congreso y, por supuesto, el BJP, se opusieron. Consecuentemente, Arvind Kejriwal dimitió el 14-2-14 y el denominado Territorio Capital Nacional (Delhi), con casi 20 millones de habitantes, pasó a ser tutelado por el Gobierno central federal hasta que se convocaran nuevas elecciones, que se han celebrado el pasado 7 de febrero. Durante este periodo de un año, Arvind y sus seguidores, lejos de amilanarse, se dedicaron a extender y fortalecer el movimiento, convirtiéndolo en partido plenamente democrático, autodefinido de centro-izquierda, al tiempo que crecían en seguidores, voluntarios y aportaciones dinerarias.

Lo hicieron tan bien que, en las nuevas elecciones de hace unos días obtuvieron una victoria arrolladora, con mayoría absoluta. 67 escaños para AAP y los tres restantes para el partido hinduista. El del Congreso -histórico, durante tanto tiempo vertebrador de la India independiente- no logró uno solo. Está claro que la mayoría del electorado delhiense había asumido el "por sus obras los conoceréis" y decidido que el Aad Aadmi, a pesar de haber gobernado mes y medio, lo hizo bien, cumplió su palabra y por tanto se hizo merecedor de una segunda oportunidad. En el lapso de tiempo que medió entre ambos comicios, el AAP eligió candidatos a figurar en la lista a través de los denominados Diálogos de Delhi, se volcó en clasificar y calibrar las necesidades locales de todo tipo (a título de ejemplo, debatió incluso sobre energía nuclear, sosteniendo que los pescadores, en cuanto ciudadanos, tienen derecho a opinar sobre la localización de una central nuclear). Todo ello mantuvo viva la memoria de los beneficios adquiridos durante los 49 días de gobierno, fortaleció el convencimiento de los voluntarios y suscitó en los votantes un sentido de participación en el funcionamiento de los partidos. La política llegó a ser definida como una "acción limpia y pura para resolver problemas". De aquí proviene el adjetivo "anarquista" con que el BJP etiquetó al AAP durante la campaña y la declaración del propio primer ministro federal, Narendra Modi, acusándoles de "naxalitas", en alusión a los guerrilleros maoístas que operan en algunas partes del norte del país. Tras haber logrado solo tres escaños, Modi se arrepentiría de haber entrado en campaña.

Diversos factores han concurrido para hacer posible el triunfo del Partido del Hombre Corriente. Entre otros los siguientes: confianza prácticamente absoluta en su honradez, dedicación y saber hacer. Convicción del electorado en un objetivo proclamado en la campaña: "Para nosotros, la administración es tarea fácil. Nuestra misión es cambiar la cultura política, configurar un modelo en el que el hombre común se anime a convertirse en actor de nuestra democracia". AAP ha logrado difundir convincentemente que se ocupa de las aspiraciones tanto de los pobres y paupérrimos, de los condenados de la Tierra, como de las de amplios sectores de las clases medias. Estas podrían haberse convencido de que la dialéctica de clases que utiliza el AAP no les amenaza y sentirse cómodas con una política que ayuda a los pobres sin que suponga peligro para su estatus e intereses. Ello explicaría el masivo traspaso de votos del Partido del Congreso al AAP. Partido aquel que durante muchos años conservó el poder en Delhi, en numerosos Estados y a nivel federal, precisamente por el apoyo de las clases medias y de los pobres. Lo mismo cabe decir de la comunidad musulmana (12% de los votantes de Delhi). En 2013, el 53% de los votantes musulmanes lo hizo a favor del Congreso. En 2015, prácticamente todos se han pasado al AAP.

Otro factor es que muchos indios consideran que el laicismo es vital para la convivencia y desde que Modi llegó al poder se han multiplicado las acciones violentas pro hinduistas: iglesias y mezquitas quemadas, conversiones masivas forzosas de cristianos y musulmanes, estatuas y templos en memoria de Nathuram Godse, el extremista hinduista que asesinó al Mahatma Gandhi en 1948. Más del 80% de la población es hindú, pero VHP, una de las organizaciones que apoyan a Modi, tiene como objetivo el 100%. Ello obligó a Obama, en su visita oficial en enero, a decir que "India triunfará, a menos que las distintas religiones la fragmenten". No es menos significativo para el triunfo del AAP que una gran parte de la opinión del país considere que el premier Modi se ha comprometido firmemente con el big business y los inversores extranjeros, en perjuicio de pobres, clases medias y funcionarios públicos.

¿Conseguirá el Partido del Hombre Corriente institucionalizar la esperanza hasta ahora despertada? Han vendido como imprescindible -y el electorado comprado- la redefinición de la política y la reinvención de la democracia. La continuidad en Delhi y la posible extensión al resto del país dependerá del cumplimiento de las interesantes y concretas promesas electorales de su programa. Aspiran a ser un partido de principios convertidos en realidades. Al mismo tiempo, son realistas. Uno de sus dirigentes, Yagendra Yadav, dice: "El AAP aspira a tener presencia nacional. No es un partido regional. Es un experimento en política alternativa que desea ser una fuerza moral en la política nacional, pero eso no se puede hacer de la noche a la mañana". El futuro mediato corroborará o no tal intención.

Coda transfronteriza: cualquier paralelismo entre el Partido del Hombre Corriente y la situación política española queda a la libre interpretación del lector. Transcribiré tan solo unas líneas finales de una entrevista a Yadav: "El Partido del Congreso vive una crisis existencial. No parecen tener la voluntad política de liderar a la oposición y ese vacío está a la espera de ser llenado por un actor nuevo. El AAP lucharía por ocupar ese puesto".

Emilio Menéndez del Valle es embajador de España.

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