Lecciones de la guerra chino-india

Este mes señala el 50.º aniversario del ataque militar de China a India, el único conflicto armado que ha ganado el régimen comunista chino. No obstante, esta guerra no logró resolver las diferencias entre los dos países más populosos del planeta y su herencia sigue pesando en la relación bilateral. Aunque su influencia económica concita una creciente atención internacional, su rivalidad estratégica subyacente a propósito de cuestiones que abarcan desde asuntos territoriales e hídricos a la influencia geopolítica en otras regiones suele atraer una menor atención.

La importancia internacional de la relación entre China e India queda reflejada en el hecho de que representan, entre ambos, el 37% de la humanidad. Aunque poseen culturas notablemente diferentes y modelos de desarrollo rivales, comparten una similitud histórica que contribuye a moldear la diplomacia de los dos países: ambos se liberaron de las potencias coloniales hacia la misma época.

Al hilo de sus respectivas trayectorias históricas, las civilizaciones india y china se hallaban divididas por la gran meseta tibetana, de modo que su grado de interacción se reducía a contactos esporádicos de tipo cultural y religiosos, sin relación política alguna. Hasta la anexión china de Tíbet en 1950-51 las unidades militares chinas Han no aparecieron por primera vez en la frontera india del Himalaya.

Una década después, China cogió por sorpresa al deficientemente preparado ejército indio al lanzar un ataque desde varios flancos el 20 de octubre de 1962 en el Himalaya. El primer ministro Chu En Lai declaró públicamente que la guerra estaba destinada a “enseñar una lección a India”.

Coger a un enemigo por sorpresa confiere una ventaja táctica significativa en la guerra, que en este caso infligió un enorme impacto psicológico y político a India e incrementó notablemente los avances militares iniciales logrados por China. La guerra relámpago de China propició el surgimiento de una mentalidad derrotista en India, obligando a su ejército a retirarse a posiciones defensivas. India, ante posibles consecuencias de orden desconocido, llegó a temer el uso del recurso a su fuerza aérea, aunque las fuerzas armadas chinas carecían de cobertura aérea eficaz del avance de sus fuerzas.

Después de más de un mes de combate, China declaró un cese el fuego unilateral desde una posición de fuerza y tras haberse apoderado de territorio indio. Al propio tiempo, los chinos anunciaron que empezarían a retirar sus fuerzas el 1 de diciembre, desocupando las áreas capturadas en los combates en el sector oriental (donde convergen las fronteras de India, Birmania, Tíbet y Bután), pero reteniendo las áreas capturadas en el sector occidental (en el Estado nativo de Jammu y Cachemira). Tales parámetros de la retirada concordaban, de hecho, con los objetivos de China antes del conflicto armado.

Cuando Mao Zedong empezó su invasión del Tíbet, el mundo se sentía inquieto por la guerra de Corea, por lo que eligió realmente el momento perfecto para invadir India, como recomendaba en su tiempo el antiguo estratega Sun Tzu. El ataque coincidió con una importante crisis internacional que condujo a Estados Unidos y a la Unión Soviética al borde de una guerra nuclear con motivo del sigiloso despliegue de misiles soviéticos en Cuba. El cese el fuego unilateral de China coincidió con el término oficial del bloqueo naval estadounidense a Cuba, señalando el fin de la crisis de los misiles.

El momento oportuno elegido sagazmente por Mao aseguró un aislamiento de India respecto de las fuentes de ayuda internacional. Durante la invasión, el foco de la atención internacional se centró en el posible enfrentamiento nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética, no en la sangrienta guerra que se libraba en las estribaciones del Himalaya. La derrota aplastante sufrida por India de modo humillante aceleró la muerte de su primer ministro, Jawarharhal Nehru, pero también puso en marcha la modernización militar y el ascenso político del país.

Cincuenta años después, las tensiones entre India y China aumentan de nuevo en medio de una intensa rivalidad geopolítica. Toda su frontera de 4.057 kilómetros de longitud –una de las más largas del mundo– continúa en disputa y sin una línea de control claramente definida en el Himalaya.

La situación ha persistido pese a las habituales conversaciones chino-indias desde 1981. De hecho, tales conversaciones constituyen el proceso negociador más dilatado y estéril entre dos países durante la historia moderna. En el curso de una visita a Nueva Delhi en el 2010, el primer ministro chino Wen Jiabao declaró abiertamente que la solución de las disputas fronterizas “requerirá un periodo de tiempo bastante dilatado”. En tal caso, ¿qué ventaja obtienen China o India prosiguiendo las negociaciones? Mientras se enconan las antiguas heridas, nuevas cuestiones han empezado a enturbiar las relaciones bilaterales. Por ejemplo, desde el 2006 China ha iniciado una nueva disputa territorial reivindicando el sector oriental (el Estado Arunachal Pradesh, del tamaño de Austria), del que se retiraron sus fuerzas en 1962, calificándolo como “Tíbet meridional”.

También se refleja desde entonces un endurecimiento de la postura de China hacia India en otras iniciativas, que incluyen los proyectos estratégicos chinos y la presencia militar del país en la porción de Cachemira bajo dominio pakistaní, una región donde convergen las fronteras en disputa de India, China y Pakistán.

Las autoridades de defensa indias han informado de nuevas incursiones militares de tropas chinas en los últimos años. India, en respuesta, ha reforzado sus depliegues militares a lo largo de la frontera para impedir que China arrebate cualquier porción de territorio. Ha lanzado, asimismo, un programa de choque para mejorar su capacidad logística mediante la construcción de nuevas carreteras, pistas de aterrizaje y otras instalaciones en el Himalaya.

La acrecentada rivalidad estratégica entre la mayor autocracia del mundo y su mayor democracia se ha agudizado pese a su relación comercial en rápido auge. El la última década, el comercio bilateral se ha multiplicado más de veinte veces, hasta 73.900 millones de dólares de forma que es la única área del mundo donde han prosperado las relaciones bilaterales.

Lejos de ayudar a pasar página sobre viejas disputas, este comercio ha sido acompañado de una mayor rivalidad geopolítica y tensión militar chino-india El comercio bilateral en auge no es garantía de moderación entre países.

Aunque China se propuso enseñar a India “una lección”, la guerra de 1962 no consiguió alcanzar ningún objetivo político duradero y no hizo más que envenenar las relaciones bilaterales. Cabe aplicar la misma lección al contexto chino-vietnamita: en 1979, China reprodujo exactamente el patrón de 1962 al lanzar un ataque relámpago por sorpresa contra Vietnam que Den Xiao Ping reconoció que estaba concebido para “enseñar una lección”. Después de 29 días, China finalizó su invasión declarando que Vietnam había recibido suficiente castigo. pero la lección que Deng parece haber extraído de los deficientes resultados del Ejército Popular de Liberación contra Vietnam es que China, como India, necesita modernizar todas las facetas de su sociedad.

Brahma Chellaney, autor de La fuerza irresistible de Asia.

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