Leguina y sus «diez mitos del nacionalismo catalán»

Creo que hay pocas personas en España que tengan una trayectoria más dilatada de dedicación a la política que la que puede presentar Joaquín Leguina. Desde su juvenil compromiso antifranquista en la clandestinidad de los tiempos de la dictadura hasta la incesante labor que ahora lleva a cabo con sus artículos, su palabra y sus libros, todo –o casi todo– en la vida de Joaquín Leguina ha sido y es hacer política. Sin exagerar, podemos hablar en su caso de medio siglo de intensa y constante actividad política, entendida esta en su sentido más noble, que no es otro que el de buscar las mejores respuestas a las necesidades y legítimas aspiraciones de los ciudadanos.

En todos esos años Leguina –y él es el primero en saberlo y reconocerlo– no siempre ha acertado con sus propuestas y con sus actuaciones, pero eso es lo normal en los políticos. No solo porque «errare humanum est», sino porque, además, la política no es una ciencia exacta, y los que nos dedicamos a ella sabemos por experiencia que muchas veces, con las mejores intenciones, acabamos tomando decisiones que conducen a resultados negativos. Pero nadie le podrá discutir nunca a mi adversario político –y siempre cordial amigo– Joaquín Leguina su acendrada voluntad de explorar constantemente la búsqueda de soluciones para mejorar la convivencia y el bienestar de sus conciudadanos. Es lo que ha hecho desde su lejana militancia en el «Felipe» de los años sesenta hasta ahora mismo. Es lo que ha hecho siempre, y es lo que ha hecho siempre apoyándose, en primer lugar, en sus principios y en su inteligencia. Aunque eso le haya llevado, a veces, a chocar con el establisment, empezando por el de su propio partido.

He hablado de principios y de inteligencia, que son, para mí, los elementos clave en la actividad de todo político. Primero, los principios, que en el caso de Leguina han sido, desde hace décadas, los de la socialdemocracia de un Willy Brandt, de un Helmut Schmidt, de un Tony Blair o del propio Felipe González.

Después, pero muy importante, la inteligencia, esto es, la capacidad de analizar los problemas y de proponer soluciones, la libertad de espíritu y la valentía para defenderlas y, por último, la necesaria brillantez y claridad para exponerlas a la opinión pública. Esa inteligencia, esa valentía y esa brillantez también las posee Joaquín Leguina.

Como muestra de lo que digo, ahí está el libro «10 mitos del nacionalismo catalán» (Ed. Planeta, Temas de Hoy), que acaba de publicar. Un libro que aparece oportunamente en un momento en el que arrecia el desafío secesionista de los nacionalistas catalanes y que es, desde este momento de su publicación, de obligada lectura para comprender mejor qué está pasando en Cataluña, por qué está pasando y, muy importante, qué podemos hacer todos los que creemos que es una irresponsabilidad de consecuencias que pueden ser trágicas la operación de romper España y crear un estado del que ni ellos mismos saben cómo va a ser. Porque los que han lanzado este desafío secesionista aún no han sido capaces de explicar ni siquiera quiénes serían los ciudadanos del nuevo estado, ni cuál sería su territorio, ni qué leyes lo regirían, ni qué moneda tendría, ni qué política seguiría en asuntos tan trascendentales como las relaciones internacionales o la defensa. Ni siquiera han explicado si van a permitir que las provincias, las comarcas, las ciudades, los pueblos o los barrios que quieran separarse de esa nueva república catalana puedan celebrar referendos de autodeterminación, como el que quieren celebrar ahora.

Leguina parte en su libro de la pregunta que todo político honesto tiene que plantearse ante este asunto, la de «cómo hemos llegado al desafío actual». Y con su inteligencia y su brillantez habituales dedica el libro a analizar «cuáles han sido los hechos y cuáles las mentiras que han conducido al callejón sin salida en que el nacionalismo catalán ha colocado a la sociedad catalana y a las instituciones catalanas y españolas».

Su análisis le ha llevado a identificar diez mitos que los nacionalistas están elaborando desde hace un siglo y sobre los que se han apoyado para lanzar su actual desafío. Son mitos del pasado (su sesgada narración e interpretación de acontecimientos capitales como el Compromiso de Caspe de 1412, el Corpus de Sangre de 1640, la Guerra de Sucesión o la última Guerra Civil española), mitos del presente (como el «España nos roba» o el «derecho a decidir») y mitos del futuro (el «paraíso» en que se convertiría una república catalana independiente).

Como Joaquín Leguina tiene una prosa clara y muy limpia, se le entiende todo lo que dice, y su manera de refutar y desmontar estos mitos es de una indiscutible eficacia y de una admirable brillantez. Como también lo es la valentía con que critica, lleno de razón y de razones, los errores cometidos por los partidos nacionales, el PP y el PSOE, a los que atribuye su cuota de responsabilidad en haber llegado a la situación actual.

Su conclusión es que hay que hablar, y hablar mucho, con los catalanes y a los catalanes para difundir el corpus de doctrina contraria al separatismo que muchos de los mejores intelectuales, profesores e intelectuales han ido creando en los últimos tiempos, para contrarrestar así el «bombardeo inmisericorde desde los aparatos ideológicos y políticos controlados por las instituciones en manos de los separatistas» al que están sometidos los ciudadanos de Cataluña.

Para eso ha escrito, con la pasión de un político de raza, este libro urgente, que es, desde ya, una lectura fundamental para todos los que estamos en contra de la secesión y para todos los que, de buena fe, todavía no han sometido a un análisis en profundidad los mitos en que esa secesión quiere apoyarse.

Esperanza Aguirre, presidente del PP de Madrid.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *