Lengua y Patria

Con el paso de los años he llegado a la conclusión de que la diferencia entre el idealismo y el realismo en política pasa por contestar a la pregunta de si una mentira repetida mil veces se convierte en verdad o no. Los que tenemos una ideología definida y unos principios claros sabemos que la fortaleza de nuestras ideas es lo suficientemente potente como para no tener que inventar una realidad paralela que justifique nuestras acciones o pensamientos. Hay otros políticos con ideas diferentes a las nuestras, igualmente legítimas en su mayoría, que no son capaces de encontrar una justificación razonable a sus objetivos y, por ende, necesitan crear un marco ficticio que ampare sus decisiones.

Lo hemos visto a diario, por ejemplo, con el independentismo catalán y la xenofobia de una parte de la sociedad, que ha llegado a inventar hasta diferencias genéticas con el resto de españoles para justificar su exclusión. Pero más allá de los grandes asuntos de índole nacional, en las autonomías menos mediáticas asistimos también a diferentes procesos de construcción de realidades paralelas que pretenden justificar los proyectos totalitarios injustificables. En Baleares, la comunidad autónoma que tuve el honor de presidir, tenemos un problema no menor con el pancatalanismo.

Hay determinadas fuerzas políticas que aspiran al ideal creado en Cataluña por el que nuestra región, junto a la valenciana, habría de formar parte de los llamados Països Catalans. El ejemplo más claro de este proyecto de ingeniería social e institucional es el uso de la lengua.

En nuestras islas, además del español, hablamos de manera extendida mallorquín, menorquín, ibicenco o formenterense, que pese a su similitud semántica ni son ni serán catalán, y que aún así son ninguneadas para potenciarlo. Tanto es así que los niños de Baleares se escolarizan de manera íntegra en catalán, las instituciones lo utilizan en detrimento de nuestras modalidades y se utilizan símbolos propios de Cataluña en edificios públicos de las islas. Todas ellas, medidas que revertimos durante mi Gobierno y que, por supuesto, fueron inmediatamente restituidas cuando salimos de él.

No contento con eliminar nuestra identidad lingüística propia, el pancatalanismo se empeña en repetir una y otra vez que la lengua cooficial (ya sea mallorquín para los que de verdad nos sentimos orgullosos de ser de aquí o catalán para los que al parecer se avergüenzan) está en una situación de clara desventaja sobre el español y, por ende, reclaman que hacen falta políticas públicas, como por ejemplo subvenciones, para potenciarlo. Esta afirmación es tan rotundamente falsa que escandaliza a cualquiera que conozca mínimamente Baleares.

Nuestras modalidades lingüísticas son de uso común y compartido, en perfecta armonía con el castellano e incluso, en todo caso, en detrimento de este último en cuestiones tan importantes como el sistema educativo. Ambas son lenguas que habla la práctica totalidad de la población, hasta el punto de que cuando yo fui presidente hablaba casi todo el tiempo en mallorquín porque así lo reclamaba el uso común. Sin embargo, en las últimas semanas determinados grupos políticos de ayuntamientos baleares han comenzado a presentar iniciativas para ofrecer partidas de subvenciones para que los comercios de sus municipios rotulen en catalán, con la excusa de potenciarlo en un escenario absolutamente inventado en el que, al parecer, este se encuentra en desventaja. Entonces, si el uso es tan extendido y normal, ¿por qué serían necesarias subvenciones de este estilo?

La respuesta es evidente. Porque bajo la mentira de una supuesta desventaja lingüística se esconde la verdad del intento de marginación sistemática del español en Baleares. La única explicación razonable por la que alguien querría potenciar algo que ya de manera natural está potenciado es porque, en realidad, lo que quiere hacer es acabar con su alternativa e imponer de manera casi expresa su opción. Porque si algo ha entendido el pancatalanismo balear es que el español es el mayor síntoma de nuestra identidad mallorquina indisoluble de la española, y tras acabar con nuestras modalidades lingüísticas en pos del catalán ahora pretenden arrinconar el castellano para construir una identidad catalana que no por muchas veces repetida e impuesta se convertirá en verdad o en nuestra.

Esta opinión, además de ser la de muchísimos ciudadanos baleares y por supuesto la mía propia, también lo es de la Abogacía del Estado, que ha presentado un recurso contra estas subvenciones por entender que son incompatibles con la libertad. Muchos políticos se han indignado porque hayan hecho su trabajo defendiendo la legalidad y la libertad en Baleares. Otros muchos, sin embargo, no hacemos más que agradecer a la Justicia que defienda nuestra identidad de aquellos que quieren arrebatárnosla.

Sirva esta tribuna para mostrar, una vez más, mi compromiso y el de tantos ciudadanos de Baleares con aquellos que saben que la libertad y la imposición son incompatibles. Por experiencia propia, aunque a veces parezca lo contrario, no estáis solos.

José Ramón Bauzá Díaz, senador del Partido Popular, fue presidente del Govern Balear (2011-2015).

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