Lepanto, 450 años

Hoy, 7 de octubre, se cumplen 450 años de la batalla de Lepanto. Fue un acontecimiento clave para Europa, quizás la mayor batalla naval de la historia moderna, porque supuso un enorme alivio frente a la todopoderosa amenaza del Imperio Otomano en el este de nuestras fronteras, tanto terrestres, como marítimas. En el plano terrestre, la rama austríaca de los Habsburgo sufría un continuo asedio desde las irrefrenables conquistas otomanas en los Balcanes, con intrépidas expediciones militares hasta las mismas puertas de Viena. En el plano marítimo, el poder turco se proyectaba sin apenas sombras por todo el Mediterráneo.

La misma Monarquía Hispánica también sufría las consecuencias de ese permanente hostigamiento otomano y berberisco en el Mediterráneo Occidental que encontraban cobijo en puertos franceses, incluyendo Marsella, y atacaban regularmente sus territorios, en Italia (Nápoles y Sicilia, entre otros) sus posesiones en el norte de África, pero también las costas levantinas y andaluzas.

Además, los levantamientos de la población de origen morisco en el sureste de la Península Ibérica, con apoyo de fuerzas regulares otomanas, piratas berberiscos y otros combatientes del norte de África, suponía un riesgo añadido a la propia estabilidad del Imperio.

En ese momento, como se sabe, el factor religioso en el mundo occidental era muy relevante y Felipe II se había convertido en el paladín de la contrarreforma lo que obligaría a la Monarquía Hispánica, con España como centro de poder, a enfrentarse en costosas guerras tanto a luteranos como a musulmanes en Europa y el Mediterráneo.

Además, no hay que olvidar que estos hechos son coetáneos con la conquista de América, de donde provenían buena parte de los fondos para sufragar ese enorme esfuerzo bélico. Porque el esfuerzo humano y económico para controlar más de medio mundo, la vastísima herencia territorial heredada de sus padres fue descomunal, como también lo fueron muchas de las singulares gestas protagonizadas por España, como lo fue la propia conquista de América.

Una de ellas, también muy digna de recuerdo, fue precisamente la batalla de Lepanto.

España aportaba tres cuartas partes de la fuerza naval y de las tropas, así como más de la mitad del coste financiero. Otros apoyos de la Monarquía Hispánica en la llamada Santa Liga, organizada por el Papa Pío V, fueron Génova, Venecia y Malta. En total unos 80.000 hombres, de los que algo menos de la mitad eran tropas embarcadas para el combate -los famosos tercios-, en más de 200 navíos, al mando de Don Juan de Austria, hermanastro del rey Felipe II. Frente a ellos, una imponente armada otomana de 230 barcos, con unos 90.000 hombres, entre marineros, remeros y soldados -los temibles jenízaros- se libraría un terrible enfrentamiento naval que, en palabras del propio Cervantes, testigo de excepción de la batalla en la que perdió la movilidad del brazo izquierdo -el ‘manco de Lepanto’- fue «la más memorable ocasión que vieron los siglos pasados, ni esperan ver los venideros».

La historiografía reciente señala que sus consecuencias geoestratégicas no fueron tan exageradas como en principio se pensó, pues la armada turca se repuso pronto -con la ayuda, por ejemplo, de Francia y Holanda-, lo que le permitió sólo dos años más tarde imponerse en las batallas navales de la Goletta y Túnez. Pero, como apunta el historiador francés Ferdinand Braudel, su efecto psicológico fue devastador: la fama de la imbatibilidad otomana se había roto, lo que pudo marcar el principio de su largo pero inevitable declive.

Ese gran recuerdo histórico de Lepanto pervive todavía en España, en donde se estudia en los manuales escolares y todos lo reconocen como una gran victoria naval, aunque sospecho que no todos sepan ubicarla con precisión. Como embajador de España en Grecia, me interesa enfatizar que la famosa batalla de Lepanto tuvo lugar en Grecia, a la salida del golfo de Corinto, a 30 millas al oeste de Lepanto (que en griego se llama ‘Nafpaktos’), al sureste de la isla de Oxia y a 15 millas frente a la isla de Zakintos, en el actual golfo de Patrás, en aguas del mar Jónico.

Pero como embajador de España en la República Helénica también desearía que esta conmemoración de 450 años sirviera para que los griegos conozcan con más detalle esta singular batalla naval y que se sientan orgullosos de la importante contribución a la victoria de sus antepasados. Porque creo que no son muchos los que saben que Creta aportó 18 barcos a la flota cristiana, Corfú 4 y Zante otros 4 y que hubo miles de voluntarios de Mikonos, Santorini, Naxos, Citera etc. que se enrolaron en Mesina, en donde se concentró la flota cristina desde donde salió a buscar a la otomana. También había muchos griegos en los barcos otomanos, la mayoría remeros. En total, se calcula que más de 8.000 griegos perdieron la vida en la batalla.

Por eso, creo que es una espléndida iniciativa la inauguración de un monumento conmemorativo, en Cefalonia, este 7 de octubre, el día de la batalla, en donde ostentaré con orgullo la representación de España, para destacar esa importante pero poco conocida participación de miles de griegos en la batalla, en ambos bandos.

La Embajada de España y el Instituto Cervantes de Atenas han emprendido diversos proyectos culturales en cooperación con las autoridades nacionales, regionales y locales griegas para contribuir a mejorar el limitado conocimiento del público griego sobre este singular evento histórico. El Museo Naval de Madrid y el Museu Marítim de Barcelona también harán aportaciones.

En Lepanto (Nafpaktos) y en las islas del mar Jónico se celebran todos los años unas fiestas con motivo del aniversario de la batalla, que este año tendrán un significado especial.

Por su parte, el Museo Bizantino y Cristiano de Atenas ha preparado una cuidada exposición, inaugurada por la presidenta de la República, Katerina Sakellaropoulou, el pasado 17 de septiembre, que merece la pena visitar si se viene de turista a Grecia en los próximos meses.

El 450 aniversario de la batalla de Lepanto es una buena ocasión para revivir, una vez más, un relevante episodio histórico que pone de relieve, una vez más, los estrechos y antiguos lazos de amistad que unen a España y Grecia.

Enrique Viguera es embajador de España en Atenas.

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