Levítico

El caso de los ERE, en lo hasta ahora sentenciado, multiplica por infinito las cantidades malversadas en la Gürtel, divide por infinito los años de cárcel impuestos y eleva considerablemente el nivel de representación política de los culpables. El choriceo repetido al por menor resulta más grave que el asalto al expreso de Andalucía. Cada caso es una pena. Así es la Ley. La sentencia no se ha filtrado antes de las elecciones ni hace imputaciones al PSOE en base a conjeturas no probadas. Como tiene que ser. No culpemos por tanto a la Ley ni a la Justicia del desbarajuste político al que nos enfrentamos, que es consecuencia de la desmembración del centro-derecha y, en Cataluña, de su condescendencia creciente con el separatismo.

Cuando vota, el pueblo ejerce su soberanía, castiga implacable y no se equivoca nunca. Los responsables son siempre otros. Carlos Rodríguez Braun, analista sutil, dice con acierto que el mejor amigo del hombre no es el perro sino el chivo expiatorio.

El rito está prescrito con toda precisión en el capítulo 16 del Levítico. Intervienen un cordero y dos chivos. Uno era degollado. El segundo, con la imposición de las manos de Aaron, se hacía portador de todos los pecados del pueblo y era enviado al desierto para ser presa de Azrael. De aquí su denominación de chivo emisario. La eficacia del mecanismo de traspaso de culpas podrá ser discutible, pero el significado del rito no ofrece duda alguna.

En ausencia de chivo, en las cruzadas se hizo muy popular la costumbre de exhibir la cabeza de algún turco en una lanza como símbolo de culpabilidad de todas las desgracias. De dicho hábito macabro viene al parecer la expresión «cabeza de turco» para la designación urgente de culpables de conveniencia. No fue simbólica la cabeza de Ali Pachá, general de la armada otomana en Lepanto. Levantada en una lanza en la propia nave Sultana, produjo un efecto de gran desmoralización entre los enemigos. A diferencia del chivo expiatorio, la escabrosa costumbre de izar las cabezas de turcos en picas y estandartes no es un símbolo claro, a mi juicio, de imputación infundada de culpas ajenas. Es, en todo caso, una cuestión irrelevante. Lo esencial es encontrar a los responsables de las dificultades que nos afligen.

Rivera no necesitaba atribución metafórica alguna de culpabilidad. Disuadido por su ambición, decidió abandonar el papel de bisagra de Ciudadanos por demasiado subordinado y el de partido de referencia en Cataluña por demasiado provinciano. Insistió en el gravísimo error a pesar de los mensajes que enviaban las encuestas. Su culpabilidad era clara. Con su dimisión aceptó ser chivo expiatorio de los demás compañeros de dirección del partido. No consta que sus colegas le impusieran las manos sobre su espalda en el curso de la Ejecutiva donde dimitió. Pero tampoco que hayan hecho reconocimiento público de su responsabilidad colectiva. Envían a Rivera al desierto para expiar la responsabilidad de todos ellos.

Para satisfacción de la izquierda, Vox ha herido más profundamente aún al centro-derecha. Ha encontrado cabezas de turco para nuestros problemas con enorme facilidad. Autonomías y emigrantes. Sin necesidad de grandes matizaciones. Nada de denunciar excesos concretos en el régimen autonómico, que los hay; responsabilidad total del sistema, en el que, para bien o para mal, está a gusto la mayoría de los ciudadanos de Galicia, Andalucía, Canarias, las dos Castillas, etc. etc. El régimen autonómico es uno de los principales consensos que hizo posible la transición. ¿Y los emigrantes? Son los culpables de todos nuestros males: a título no exhaustivo, que las españolas no procreen lo suficiente para garantizar el futuro de las pensiones, que la tarea de recoger la fresa en Huelva resulte demasiado dura para los españoles adscritos al PER, o los fallos de un sistema sanitario que funciona razonablemente bien. Una política seria de inmigración es precisa, pero no puede construirse a partir de una distorsión de la realidad. Se enorgullecen de sustraer votos a la izquierda; el efecto práctico es que le facilitan el poder. En la peligrosa tarea de evaporar el espíritu de la transición Vox se arriesga a hacer pinza con los extremistas de Unidas Podemos.

Sánchez se ha puesto manos a la obra. En una situación de grave crisis, el presidente Estanislao Figueras se evadió discretamente a París sin despedirse de nadie. Declaró como toda explicación que estaba «hasta los co... de todos nosotros». En contra de sus manifestaciones anteriores, Pedro Sánchez ha ofrecido a Unidas Podemos un gobierno de coalición. Ha actuado sigilosamente como Figueras, sin endoso alguno de los órganos directivos del partido. Pero no ha manifestado como él hartura de sus responsabilidades presidenciales. Por el contrario, tiene grande entusiasmo para emprender la difícil tarea de darnos estabilidad. No será un gobierno acorde al sentir centrista -de izquierda o derecha, pero centrista- de la realidad española, sino que se apoyará en la extrema izquierda. Para más inri, pretende que sea gobierno estable y duradero. ¿Cómo justificarlo? Sánchez ha construido una cabeza de turco dramática a partir de Don Juan Tenorio: llamó al centro y no le oyó, y pues sus puertas le cierra, etc. etc. ¡Qué magnífica coartada le ha facilitado Ciudadanos! El populismo de Vox la refuerza. El temor del PP de verse desplazado por Vox la consagra definitivamente. Y los electores, puesto que no se equivocan y no son responsables de nada, se lamentan y soportarán con justa indignación la «estabilidad» que se nos viene encima.

Falta el apoyo de los partidos independentistas. PNV es tradicionalmente una cuestión cuantificable. En Cataluña el problema es más grave. La rebelión callejera de los incendiarios no se borra fácilmente de la memoria -corta pero no tanto- de los españoles. Ni siquiera la apelación al diálogo será suficiente para justificar las contraprestaciones. Para cerrar un trato es preciso expiación previa de los desmanes. El rito del chivo ha comenzado. Sus compañeros de procés le impondrán las manos y quedarán habilitados para el pacto. Luego lo enviarán al desierto. O a Bruselas. Quien sabe.

Daniel García-Pita Pemán es miembro correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

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