Leyendo con atención al FMI

Leer los análisis del Fondo Monetario Inernacional (FMI) no es divertido. Sin embargo, conviene hacerlo. Y 'rumiarlos'. Sucede con el informe del 2016 sobre España que se abre con una afirmación rotunda: «La economía ha continuado su impresionante recuperación y generación de empleo». El FMI no es infalible pero es la institución que ha vigilado el crecimiento mundial desde 1945 y, aunque anatemizado por alguna izquierda latinoamericana, e incluso europea, sus análisis son leídos con avidez por todos los ministros de economía. Un buen informe ayuda bastante al gobierno que lo recibe y otro reticente o tibio le perjudica. Es intergubernamental y trata con deferencia a sus socios -los gobiernos-, pero solo hasta cierto punto. Es el vigilante de la playa que desea que todo vaya bien, pero si hay ahogados tiene que mojarse con mala mar, dar créditos a quien nadie presta un duro y poner condiciones draconianas. Por eso es positivo y cuidadoso pero no puede permitirse no izar la bandera amarilla y ocultar la realidad.

Esto se ve en el informe sobre España. Respira satisfacción. Con la ayuda de los vientos de cola externos -política expansiva del BCE, euro débil y petróleo barato- las reformas (entre ellas la laboral, que ha mejorado la competitividad empresarial) han funcionado y España lleva dos años creciendo más de un 3% -muy por encima de la media europea-, se han creado 1,1 millones de empleos -lo que ha tirado al alza el consumo-y la balanza por cuenta corriente lleva cuatro años en positivo -algo raro en nuestra historia-, lo que ha reducido el endeudamiento del sector privado ante el resto del mundo. Y en esto ha sido clave el aumento de la exportación por una mayor competitividad.

Hasta aquí, bendiciones. Luego, educadas advertencias. A la puesta a punto le quedan asignaturas. La primera, reducir la deuda pública que ha pasado del 35% del PIB en el 2007 al 70% cuando Zapatero perdió y al 100% en el 2016. Fue quizá inevitable pero ahora es precisa una consolidación fiscal gradual porque una deuda tan alta sería peligrosa cuando suban los tipos de interés. Y últimamente ha habido «relajación fiscal». Una forma de decir que Montoro en época electoral ha practicado un keynesianismo disfrazado. Contra lo que decía, suavizó -vía reforma fiscal- el fuerte ajuste del 2012-2013. Ahora el Gobierno pregona que cumplirá el objetivo de déficit del 2016 del 4,6% del PIB. Pero el objetivo inicial era el 2,8% y la UE solo ha tragado porque había elecciones y con la ayuda de 'mutti' Merkel. Evitamos la multa de Bruselas por los pelos y en el último minuto.

Ahora es 'la vuelta al cole'. El FMI no objeta la política fiscal para el 2017 pero insiste en que la consolidación fiscal puede ser gradual pero siempre sostenida (sin 'trampas Montoro'). Caso contrario, tendremos bandera roja cuando suban los tipos de interés. No pasará en el 2017 (Draghi lo ha prometido), pero…

La otra advertencia es sobre el empleo. Ha caído ocho puntos (de casi el 27% a menos del 20% del 2013 al 2016), pero aún está en el doble de la media europea y preocupa el muy alto paro juvenil y el de larga duración. La reforma laboral y la «moderación salarial» evitaron lo peor mejorando la competitividad. Pero muchos nuevos empleos son temporales, lo que a medio plazo lastra el crecimiento. Es obligado estimular los contratos fijos, que solo subirán si son atractivos para las empresas, lo que aconseja perseverar en la flexibilización laboral.

Pero hay problemas porque la oposición -solo fiándose a su instinto político- exige el dislate de abolir la reforma laboral. Y negociar con las cúpulas sindicales -no en sectores como el automóvil- es difícil. Y el PP sabe poco de pactar. El clima social tampoco ayuda. El propio FMI lo admite al hablar de «moderación salarial», forma elíptica de no reconocer que en España ha habido una dura devaluación interna, bajadas de salarios y muchos activos. Ineludible porque en el euro ya no podemos devaluar y había que recuperar competitividad. Pero si el FMI no osa hablar de «devaluación interna», es difícil que el cauteloso Rajoy siga con las reformas. Ni que un PSOE -fracturado, sin líder y miedo a Podemos-pueda entenderlo.

El FMI lo advierte. El impulso de las reformas se está acabando, el crecimiento del 2017 bajará a un 2,3%, pero luego caerá por debajo del 2%. Ese es el dilema. Con autocomplacencia a corto plazo tendremos problemas no a largo plazo sino a partir del 2018. Lean al FMI. Lo dice, pero con preservativo.

Joan Tapia, periodista.

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