Libertad educativa y el caso de Estonia

Saliendo de una pandemia, estamos en un momento en que es natural preguntarse si debemos continuar como antes o cambiar algo. En educación, es un buen momento para reflexionar sobre el concepto de libertad. Estonia nos da un ejemplo de que las cosas se pueden hacer de otra manera.

La tendencia que prevalece hoy en educación en los países occidentales es anteponer los métodos de trabajo y la convivencia al resultado del aprendizaje. Se suele criticar la enseñanza dirigida por el profesor como aburrida y pasiva. Se propone que los alumnos trabajen por proyectos y que descubran ellos mismos lo que van a aprender. Se cree que, si los alumnos ‘construyen’ su propio conocimiento, aprenderán mejor y lo aprendido se quedará más tiempo en su memoria. Un ambiente menos formal contribuirá a que los alumnos con menos conocimientos previos se sientan menos estresados. El conocimiento se ve como algo individual que no se presta a las comparaciones. Se habla mucho de creatividad y de inclusión, pero poco de reválidas. No se menciona la necesidad de la autoridad del profesor y del esfuerzo del alumno. Si un profesor critica un trabajo mal hecho hasta puede verse acusado de haber ofendido al alumno. No se habla del papel que juegan las reválidas para que el alumno aprenda a planificar, a prepararse y a manejar el estrés, en resumen, a convertirse en un adulto responsable.

Para ver estas cuestiones con otros ojos, se puede tomar nota de lo que hacen los países que tienen buenos resultados. Según la última versión de PISA, la de 2018, Estonia es el primer país europeo en comprensión lectora, matemáticas y ciencias naturales. Está más o menos al mismo nivel que los mejores países asiáticos y sigue mejorando. Estonia ha subido unas 10 posiciones en el ranking de PISA durante los últimos diez años, mientras que muchos países europeos están ‘estancados’ en cierto nivel de rendimiento educativo.

Estonia tiene una larga historia de aprecio por la educación, pero también de guerras y ocupaciones. Llegó a la independencia en 1991, cuando la Unión Soviética se disolvió. La situación económica era un desastre. Desde entonces, es decir, en solo 30 años, Estonia con sus 1.300000 habitantes se ha convertido en un éxito económico y educativo con una productividad alta y un desempleo juvenil bajo. En educación, Estonia destaca por invertir menos que muchos países de la OCDE y, por eso, el logro de Estonia es doble: ha llegado a un excelente nivel usando menos dinero que otros. Estonia invierte menos, pero tiene más alumnos muy buenos y menos alumnos con unos resultados bajos. En el éxito de Estonia, son importantes las reválidas, porque son el factor que permite dar libertad a las escuelas.

Estonia es un país poscomunista con reparos ante la ideología anteriormente impuesta por la Unión Soviética. En vez de ejercer un control estricto, Estonia da mucha libertad a escuelas, profesores, padres y alumnos. Se ha adoptado un sistema ‘comprensivo’, pero las escuelas pueden desarrollar diferentes perfiles. Ya que el currículo estatal es ‘minimalista’, hay espacio para especializaciones en tecnología, matemáticas, idiomas, deporte o lo que sea. Las escuelas son libres de admitir a los alumnos que quieran, y en general se basan en las notas de los alumnos. En la enseñanza, las escuelas pueden agrupar a los alumnos según sus conocimientos previos, y eso se ve en particular en los idiomas. Las escuelas pueden reclutar a los profesores que quieran y decidir ellas mismas los salarios. A su vez, los profesores pueden influir en qué cursos se dan y con qué métodos. Se dice expresamente que los profesores no deben estar sujetos a las consignas de los políticos. Por lo visto, muchos profesores eligen enseñar de una manera bastante tradicional. El Estado ejerce su control a través de reválidas a nivel nacional al terminar tanto la escuela obligatoria como el bachillerato. Hay a la vez libertad y control.

Las escuelas son financiadas por el Estado, y hay escuelas estatales, municipales y concertadas. La mayoría son municipales. Las concertadas representan un 11 por ciento de todas, y pueden tener un perfil religioso. Una escuela concertada puede exigir que los padres paguen una cuota para reforzar el presupuesto de la escuela. También en Estonia los padres de clase media son más activos que otros, cuando se trata de elegir una escuela para sus hijos. El nivel socioeconómico de la familia juega un papel para el resultado del alumno, pero no es más importante en Estonia que en otros países.

Algunos investigadores hablan de un milagro estonio o de un enigma, porque no ven muy bien cómo Estonia ha conseguido su buen resultado. Los salarios de los profesores no son extraordinarios, los grupos no muy grandes, pero tampoco muy reducidos, y los edificios no espectaculares. La formación docente es bastante tradicional, pero con el énfasis añadido en lo digital. Quizá la explicación sea el respeto por el conocimiento y la voluntad de conseguir un buen resultado.

El sistema escolar estonio no está exento de problemas. Los profesores actuales tienen mucha experiencia, pero están envejeciendo. Durante los próximos años, habrá que reclutar a una nueva generación de profesores. La población disminuye lentamente y, de vez en cuando, hay que cerrar escuelas. Se cierran las que tienen unos resultados mediocres. Hay una minoría rusoparlante, llegada entre 1940 y 1989 como parte del proyecto de Stalin para aumentar la cohesión dentro de la Unión Soviética. Constituyen hoy un 25 por ciento de la población. Con la independencia de Estonia, los rusos perdieron su estatus de clase dirigente, y sus hijos crecen en un país que ven a Rusia como una amenaza. Esta amenaza se ha concretizado ahora que Putin pretende ‘proteger’ a los rusos que viven en Ucrania. Los alumnos rusoparlantes obtienen buenos resultados, pero no tan altos como los alumnos que hablan estonio.

El ejemplo de Estonia debería interesar a los políticos. Sin embargo, sabemos que en muchos países se ve más bien una tendencia a limitar la libertad de las escuelas y de los padres. Se quiere controlar la organización y la economía de los centros, y se nota poco interés por mejorar el nivel del aprendizaje. El amor por el conocimiento brilla por su ausencia. La escuela se utiliza como un instrumento para afianzar el control de los políticos sobre la sociedad. Estonia representa un modelo distinto. Nos muestra que es posible mejorar los resultados educativos y hasta por menos dinero. Nos indica un camino: libertad educativa combinada con reválidas.

Inger Enkvist es catedrática de español en la Universidad de Lund (Suecia).

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