Libertad para estar gordo

La clásica película de terror de 1981 El club de los monstruos, protagonizada por Vincent Price, Donald Pleasance y John Carradine como monstruos, incluía un repertorio de caníbales, vampiros, hombres lobos, profanadores de tumbas y un ser híbrido denominado “shadmock”. Entre ese grupo de inadaptados, la única marginada era un chica normal, pero gorda.

No fue en Hollywood donde se inventó el concepto de monstruo gordo. En 1770, un molinero inglés llamado Thomas Wood pasó a ser la primera celebridad de la pérdida de peso del mundo. Wood, que promovió la “guerra abstemia”, era conocido como “el Monstruo Molinero”. A los 43 años, padecía obesidad, junto con artritis, gota, indigestión y “sed incontenible” (posiblemente diabetes), además de una depresión al borde del suicidio.

Pero Wood se transformó “de un monstruo en una persona de tamaño normal; del estado de hombre enfermizo, decrépito, viejo, pasó al de una salud perfecta, con el vigor y la actividad de la juventud” siguiendo una dieta descrita en el libro de Luigi Cornaro La vida de Cornaro, de 1558. Sus clientes tenían en gran concepto a Wood, quien visitaba a sus admiradores y los deleitaba con historias de personas gordas que sufrían muertes horribles.

Los obesos no siempre fueron considerados monstruos. Al contrario: hasta hace poco eran incluso respetados con frecuencia. Históricamente en la mayoría de las sociedades, la obesidad entrañaba riqueza y salud: caros hábitos epicúreos y carencia de tuberculosis, cólera u otras enfermedades consuntivas. Sólo ahora, cuando en muchos países el número de personas gordas representa el doble de las delgadas, ha pasado la obesidad a ser el último blanco de la discriminación pública.

Pensemos en la Venus de Willendorf, estatuilla descubierta en Austria en 1908 por el arqueólogo Josef Szombathy. Tiene un gran abdomen, unos pechos enormes y grandes nalgas, caderas y muslos. Se remonta a unos 25.000 años atrás y estuvo considerada el ejemplo tal vez más antiguo de arte figurativo hasta septiembre de 2008, momento en que los arqueólogos descubrieron un ejemplo aún más antiguo, una figurita del sudoeste de Alemania, de unos 35.000 a 40.000 años de antigüedad. Resulta notable que también se trate de una estatuilla que representa a una mujer obesa: la Venus de Hohle Fels.

Esos descubrimientos son objeto de muchas conjeturas. Por lo general, se supone que fueron símbolos de fertilidad o Diosas Madres. Una teoría señala que fueron las equivalentes de la Chica del Mes de la revista Playboy. Sea cual fuere su significado, eran, evidentemente, objetos de reverencia, no de desdén.

Muchas grandes figuras históricas han padecido obesidad sin discriminación. El Presidente americano William Howard Taft y el Primer Ministro británico Winston Churchill eran obesos, como también la reina Victoria de Gran Bretaña. Grandes escritores y artistas –Henry James, Gioacchino Rossini y Alfred Hitchcock, por ejemplo– cargaron con su peso sin humillación pública.

Pero, incluso en el pasado menos hostil a la gordura, quienes tenían exceso de peso afrontaban el severo veredicto de los médicos críticos. En 1839, por ejemplo, el doctor británico J.G. Milligan escribió que los obesos se caracterizaban por su “indolencia y apatía (...) [y] flojedad”. En 1924, el médico francés Jean Frumusan describía así a los “tórpido” obesos: “pálidos y jadeantes, cuya carne está hinchada como con líquidos. Su emotividad es siempre exagerada y, pese a ir cubiertos por una indiferencia aparente, su exagerada sensibilidad convierte su vida en una perpetua tragedia”.

En la actualidad, las sociedades occidentales suelen acusar a la víctima, sobre todo cuando se trata de niños obesos. En los inmensamente populares libros de Harry Potter de J.K. Rawling, por ejemplo, la autora describe con total libertad a Dudley, el primo obeso de Harry, como “un cerdo con peluca”.

Pero el niño de cuatro años típico no controla su dieta ni su ejercicio; su nutrición y su actividad suelen estar estrictamente vigiladas. No puede salir corriendo a comprarse una hamburguesa, como tampoco puede hacerlo un pez dorado. Su obesidad refleja en parte el estilo de vida de su madre cuando él estaba en el útero y el estilo de vida de su familia después de que naciera. La obesidad le ha caído encima y con ella un metabolismo deficiente, resistencia a la insulina, alguna enfermedad crónica y una vida acortada. Ya tiene demasiados problemas para que la sociedad se muestre hostil con él por ser un gordinflón.

Sin embargo, los investigadores han descubierto que niños de tan corta edad como seis años, incluso los que tienen a su vez, exceso de peso, usan palabras como “vago”, “estúpido”, “tramposo”, “mentiroso”, “descuidado”, “travieso”, “malo” y “feo” para calificar a sus pares obesos. Asimismo, estudios recientes de estudiantes universitarios revelan que los encuestados consideraban a los obesos compañeros menos atractivos que a los malversadores, los cocainómanos y los rateros de tiendas.

Con frecuencia los obesos comparten la desfavorable opinión que tiene la sociedad de ellos. El 42 por ciento de los miembros de un grupo que había perdido peso gracias a la cirugía afirmaron que preferían quedarse ciegos a recuperarlo. La mayoría preferían perder una pierna y todos preferían la sordera, la dislexia, la diabetes, una cardiopatía grave o el acné.

Incluso hoy día, algunos médicos participan en la ubicua discriminación antiobesidad que alimenta esas opiniones. Desde luego, la mayoría reconoce que se trata de una enfermedad crónica multifactorial que requiere intervenciones médicas, sociales, medioambientales y políticas, pero ese criterio ilustrado no impidió a Hamish Meldrum, Presidente de la Asociación Médica Británica (y uno de los médicos que emiten sus opiniones con mayor libertad) ofrecer recientemente este juicio sobre los obesos: “Son, sencillamente, unos glotones”.

La observación de Meldrum refleja una opinión generalizada sobre quienes tienen exceso de peso, pero los monstruos no son precisamente las personas ofendidas por semejantes declaraciones calumniosas.

Por David Haslam, investigador en el Foro Nacional de la Obesidad del Reino Unido. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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