Liderando en positivo

Dos años después del inicio de las turbulencias financieras, que desembocaron en una crisis económica de alcance global, sin precedentes desde hace muchas décadas, algunos países han iniciado la reactivación de su actividad económica. No obstante, la actual recuperación no tiene asegurada aún su continuidad en el medio o largo plazo, porque se basa, en gran medida, en un efecto de reposición de stocks y en unos planes de estímulo monetario y fiscal, y de apoyo al sistema financiero, que no pueden prolongarse ilimitadamente en el tiempo.

Estoy convencido de que la verdadera y definitiva recuperación económica deberá basarse en reformas institucionales de envergadura, que comporten una mejora de la productividad y de la eficiencia de los mercados, además de la mejora del mercado laboral. Pero, más allá de la crisis financiera y del devenir de la economía en general, lo que en realidad determinará el porvenir de nuestro país será la capacidad de los agentes económicos y, en especial, la capacidad de las empresas y de sus directivos, para responder a los retos que plantea el escenario actual.

Todas las empresas, sea cual sea su tamaño, tienen un papel clave, ya que sus decisiones, y las que tomen sus directivos, determinan el ritmo y el modelo de crecimiento de la economía, su productividad y su competitividad exterior. Por ello, tenemos que trabajar, con firmeza, para no perder tejido industrial que, con frecuencia, es después irrecuperable.

En este entorno de crisis económica, el auténtico motor de las empresas es el directivo emprendedor cuyo trabajo, y su desempeño, ha aumentado hasta cotas inimaginables. Sin duda, la economía globalizada ha transformado al directivo en el empresario del siglo XXI, convirtiéndolo en un impulsor de proyectos y el enlace entre un capital financiero, que desea obtener una lícita rentabilidad, y un capital humano, sin cuya complicidad resulta imposible alcanzar los objetivos marcados. El directivo debe liderar esta comunidad de intereses compartidos, donde la incertidumbre forma parte de la gestión.

Es nuestra obligación moral afrontar con firmeza y confianza los reveses económicos, con el sólido convencimiento de que podemos superar la situación y de que incluso podemos salir reforzados. Por esta razón, los directivos no podemos escudarnos en los argumentos de crisis para desistir y no luchar, ni podemos tampoco rehuir nuestro compromiso con la empresa y con la sociedad; no debemos permanecer impasibles. Tener problemas es inevitable. No afrontarlos es opcional.

El contexto actual nos obliga a actuar con rapidez y decisión, sin permitir que el necesario análisis nos conduzca a la parálisis, porque el riesgo de verdad casi siempre surge cuando no nos arriesgamos y, en un mundo en el que todo cambia tan rápidamente, dilatar una decisión puede ser la principal causa de que no sea eficaz.

El directivo, para garantizar una rápida recuperación de su empresa, debe infundir confianza y transmitir la convicción de que, entre todos, es posible crear un nuevo futuro porque las empresas españolas y sus directivos tenemos capacidad y potencial para superar la actual situación.

Para ello, es necesario, en primer lugar, un modelo de gobierno que inspire credibilidad y conjugue los objetivos de todos los grupos de interés. En segundo lugar, un plan estratégico a largo plazo coherente con la trayectoria y la cultura de la empresa, y con sus obligaciones en términos de responsabilidad social. Y, en tercer lugar, un modelo de gestión que potencie el trabajo en equipo, porque no debemos olvidar que el conjunto siempre es más que la simple suma de las partes.

La forma de superar una situación difícil no es correr nuevos riesgos con aventuras inciertas, sino optimizar aquello en lo que nuestra experiencia y nuestra eficacia están contrastadas. En pocas palabras: hagamos bien lo que sepamos hacer. Así, como ya decía el economista John Maynard Keynes, la dificultad reside no tanto en desarrollar nuevas ideas, sino en prescindir de las antiguas. Sólo de esta manera encontraremos las pistas adecuadas para dirigir nuestras empresas.

Creo firmemente que la clave del éxito de la empresa reside en la capacidad del directivo y en su liderazgo para atraer y mantener, fiel a su visión, un equipo apasionado y de gran talento. Y sólo con un proyecto común, en el que participen todos, se puede potenciar la colaboración, la implicación y el verdadero compromiso de todos los colaboradores. Las grandes estrategias son necesarias, pero lo realmente imprescindible son las personas.

Porque las personas son el corazón de la empresa y esta sólo seguirá latiendo con fuerza mientras los directivos trabajemos con la ilusión del primer día y la intensidad del último: con pasión, con inteligencia y con corazón. Es cierto que todos somos prescindibles, pero no es menos cierto que hay sustituciones que nos hacen perder la identidad.

El directivo debe contar con una alta dosis de confianza en sí mismo, de fuerza de voluntad, de experiencia y de inteligencia en un sentido amplio, no sólo como capacidad analítica. Es en estos momentos en los que es especialmente relevante que esa inteligencia se alíe con la intuición (fruto de la conjunción de la experiencia y de un hábito de reflexión profesional constante), la imaginación (único camino para avivar el ingenio) y la inspiración (la idea genial que sólo surge cuando en el espíritu hay creatividad y cuando la actitud es de permanente alerta).

Asimismo, para sentar las bases de un futuro esperanzador, resulta ya imprescindible que recuperemos valores que parecen haber caído en el olvido: esfuerzo, capacidad de sacrificio, compromiso, respeto, diálogo, humildad y aspiración y búsqueda del bien común. A todo ello hay que sumar rigor, método y trabajo duro. Los directivos tenemos la obligación de ser los abanderados de la recuperación, porque hay razones para la confianza. Liderar en positivo significa estar convencidos de que existen oportunidades, confiar en nuestra capacidad y en nuestra gente, e ilusionar a nuestros equipos para que el corazón impulse a la razón.

Y para liderar en positivo nuestro trabajo debe ser hecho con eficiencia, iniciativa, afán de mejora continua, capacidad de autocrítica y constancia. Debemos basar la actuación diaria en la cultura del esfuerzo y que no nos subyugue la cultura de éxitos pasados, que no garantizan por sí mismos éxitos futuros. Hoy, más que nunca, es necesario que la sociedad en su conjunto recupere estos valores.

Encontraremos el camino para salir juntos de la crisis si sabemos convertir los problemas en fuente de oportunidades, si sabemos preservar y generar riqueza y empleo, si sabemos mantenernos abiertos a la innovación y al mundo y si, a pesar de las dificultades, en todo momento sabemos ser justos y generosos con la sociedad que ha depositado en nosotros su confianza.

Como decía el dramaturgo irlandés Bernard Shaw: "Algunos miran las cosas como son y se preguntan ¿por qué? Yo prefiero mirar las cosas como deberían ser y preguntarme ¿por qué no?".

Un excelente reto para estos momentos: hacer que las cosas sean como deberían ser.

Isidre Fainé, presidente de La Caixa y de la CEDE. Extracto del discurso pronunciado en Pamplona en la clausura del VI congreso de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE), que reunió a más de 1.500 directivos y que fue presidida por el príncipe don Felipe de Borbón.