Líneas de fuego

En 1937, en el curso de la guerra civil española, coincidieron con simultaneidad sorprendente una serie de sucesos —bombardeo de Guernica, hechos de mayo en Barcelona, ofensiva republicana sobre La Granja—, todos ellos plasmados en obras o artísticas o literarias de excepcional calidad, que pusieron de relieve perspectivas, situaciones y circunstancias reveladoras del complejo contexto moral en que se desarrolló la guerra española.

Así, al tiempo que el 1 de mayo de ese año Picasso empezaba a pintar el «Guernica» —la localidad fue bombardeada el 26 de abril—, estallaban en Barcelona los «hechos de mayo» (días 3 a 7), choques armados, con 400/500 muertos, entre milicias de la CNT y el POUM, y fuerzas de orden público de la Generalitat catalana y de la República española, cuyas consecuencias políticas últimas fueron la ilegalización del POUM, el secuestro y asesinato de su líder, Andreu Nin, y el fin del proceso revolucionario desencadenado en Cataluña desde el 18 de julio de 1936, objeto central, todo ello, del libro de Orwell Homenaje a Cataluña. En esos mismos días, 3 a 7 de mayo de 1937, el presidente Azaña, aislado en su residencia en Barcelona, dictó la versión definitiva de La velada en Benicarló, su novela dialogada sobre la guerra que se publicaría en Buenos Aires en 1939. En mayo igualmente —un mes prodigioso, como vemos, para la creación artística y literaria—, Malraux comenzó a escribir La esperanza, que apareció como libro meses después, en diciembre de 1937. Del 30 de mayo al 2 de junio, se había producido la ofensiva republicana sobre La Granja —para aliviar el frente del norte ante el avance de Franco en el curso del cual había tenido lugar el bombardeo de Guernica—, episodio que iba a servir de marco a Hemingway para su novela Por quién doblan las campanas. Picasso, Orwell, Hemingway, Azaña, Malraux; «Guernica», Homenaje a Cataluña, Por quién doblan las campanas, La velada en Benicarló, La esperanza: obras maestras, piezas extraordinarias, escritores y artistas singulares. Dejaron huella indeleble en la memoria de los españoles; proporcionaron claves fundamentales para el análisis histórico, y para la reflexión moral y emocional, sobre la guerra.

El «Guernica» era, en palabras de Herbert Read, el historiador del arte inglés, un grito de indignación y horror ante la guerra española. La esperanza, una sucesión de cuadros de la guerra entre julio de 1936 y marzo de 1937; Por quién doblan las campanas, la historia de la operación contra un puente en la sierra de Madrid a cargo de una pequeña guerrilla republicana y un dinamitero norteamericano dentro de la ofensiva del Ejército Popular sobre La Granja y Segovia; y Homenaje a Cataluña, el testimonio de Orwell sobre su experiencia entre enero y mayo de 1937 en las trincheras de Aragón y en Barcelona. Idealizaban la guerra española como la resistencia del pueblo español contra el fascismo y glorificaban el romanticismo revolucionario —la «ilusión lírica», en palabras de Malraux— que inspiró a milicianos españoles y voluntarios extranjeros contra la sublevación militar, en calles y barricadas primero, en los frentes de guerra después.

Pero La esperanza, Por quién doblan las campanas, Homenaje a Cataluña y, añadamos, La velada en Benicarló, planteaban al mismo tiempo muchas otras cuestiones: cuestiones palpitantes, materiales para meditaciones ulteriores y en profundidad sobre la guerra, perspectivas y dilemas sin duda graves y de resolución a veces imposible, a que se enfrentaron los combatientes republicanos. Malraux hizo en La esperanza la apología de la estrategia comunista en España: disciplina, gobierno de unidad, Ejército popular. La hizo en el mismo momento en que Orwell denunciaba la liquidación de la revolución española por el Partido Comunista, la persecución del POUM, el partido de la extrema izquierda revolucionaria, por agentes soviéticos y la policía filo-comunista española, y la falsificación de la verdad de la guerra por la propaganda y la manipulación.

Por quién doblan las campanas romantizaba y sentimentalizaba la guerra. Era la historia del hombre, el protagonista: Robert Jordan, que muere por una causa, la República española, y era una historia de amor (entre Jordan y María, la joven guerrillera española). El libro de Hemingway exaltaba de forma evidente la causa republicana. Pero la novela incorporaba paralelamente pasajes y escenas que exponían la terrible dureza y las miserias políticas y morales que acompañaron el curso de la guerra: la atroz matanza de fascistas —arrojados vivos por los campesinos por una profunda garganta rocosa— en el pueblo de Pilar, al principio de la guerra; las comodidades y vida placentera que disfrutaban asesores rusos, dirigentes internacionalistas y corresponsales extranjeros en los hoteles del Madrid republicano; la incompetencia de los mandos militares republicanos (Hemingway llega a llamar a Miaja, el general republicano, «viejo calvo, gafoso, estúpido, aburrido…»). Homenaje a Cataluñaera la expresión del desencanto de Orwell, un escritor socialista y antifascista que se sumó entusiasmado a la revolución proletaria que se desencadenó en Barcelona de julio a diciembre de 1936, y que acabó viendo, ya en la primavera de 1937, el desmantelamiento desde el poder de las organizaciones revolucionarias (CNT, POUM) y la rectificación de la revolución: Orwell vivió los últimos días de su experiencia revolucionaria huyendo de la policía gubernamental republicana, durmiendo en las calles, sabiendo que algunos de sus mejores amigos combatientes en la guerra habían sido encarcelados —y alguno torturado y muerto en prisión—, perseguido en suma por las mismas fuerzas con las que habían venido a combatir, y buscado por quienes hasta días antes habían sido sus camaradas.

La velada en Benicarló de Azaña, la antítesis de la ilusión lírica de Malraux y del sentimentalismo hemingwayano, era un libro devastador en que Azaña vertió los sentimientos de tristeza, angustia, abatimiento y pesimismo con que reaccionó ante el levantamiento militar del 18 de julio de 1936. Era la visión de la guerra como una alucinación colectiva, una manifestación inequívoca de la conciencia de la propia culpabilidad republicana en los hechos, la expresión de la desolación de Azaña por el fracaso de la República, que el libro equiparaba —así lo hacían varios de los personajes— con colapso del orden y de la disciplina, desaparición del Ejército, revolución, ejecuciones y carencia de solidaridad nacional en algunas regiones republicanas. La veladaera, en fin, la idea de la guerra como una guerra inútil: porque, como Azaña hacía decir a su alter-ego Morales, ningún sistema político importaba tanto como para desencadenar una guerra —al revés: España, el ser nacional, la civilización española, estaban por encima incluso de la República—, y porque la guerra, en palabras de otro de los personajes, Pastrana (más o menos, Indalecio Prieto), no resolvería ninguno de los problemas históricos de los españoles.

Por Juan Pablo Fusi, historiador.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *